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  22/12/2017

22dic

Adelanto una conclusión posible, por si no les apetece llegar al final del texto: el gobierno francés no discursea con agendas digitales inverosímiles sino que diseña y aplica políticas que propician la existencia de ´campeones nacionales` con capacidad para competir en la escena global de la economía digital

Paso ahora a los detalles de cómo y por qué el grupo de electrónica y aeroespacial Thales llegó a cerrar la compra de Gemalto, por la que desembolsará 4.800 millones de euros, una prima del 57% sobre la cotización al 8 de diciembre. Una oferta previa del grupo Atos por 500 millones menos, ha quedado fuera de carrera. Thales, participada en un 26% por el Estado francés, es una pieza clave de la industria militar del país (otra, Dassault, es propietaria de un 25%), y su PDG (président-directeur général) Patrice Caine persigue afanosamente la diversificación hacia dominios civiles, que lo ha llevado a invertir más de 1.000 millones en la adquisición de empresas especializadas en conectividad. ciberseguridad, análisis de datos e inteligencia artificial.

La incorporación de Gemalto – conocida principalmente por su liderazgo mundial en las tarjetas SIM, chips NFC y sistemas de cifrado – brinda a Thales la oportunidad de agrupar todos sus activos digitales en una nueva unidad de negocio autónoma, que llevará la marca de Gemalto y será dirigida por el actual presidente de esta, Philippe Vallée. Se pretende que esta unidad de negocio, por su volumen de facturación, sea uno de los tres grandes proveedores de soluciones de ciberseguridad, con especial énfasis en biometría.

Se da la circunstancia de que Gemalto, jurídicamente una compañía holandesa, tiene también entre sus accionistas a un ente público francés que posee el 8% del capital. Según Le Monde, sería inconcebible que una operación de esta naturaleza se cerrase «sin el consentimiento del Eliseo [jefatura del Estado], Matignon [sede del primer ministro] y Bercy [ministerio de Economía]».

Thierry Breton, PDG de Atos, ha cometido un error al vender la piel del oso antes de verificar que lo había capturado. Intentó ´puentear` a Vallée, dio a publicidad la oferta de compra un viernes y, convencido como estaba de contar con la bendición gubernamental, emplazó al consejo de Gemalto a aceptarla en cuatro días. Breton no sabía, o lo sabía pero no le importó, que Gemalto y Thales llevaban meses negociando, con lo que su entrada en escena sólo consiguió precipitar un acuerdo.

Oficiosamente, el argumento para justificar la posición del gobierno es que Thales representa una opción más coherencia para la constitución de un potente grupo francés especializado en ciberseguridad, mientras que Atos no deja de ser principalmente una empresa de servicios informáticos. El razonamiento tiene una derivada incómoda: las credenciales militares de Thales han puesto en alerta a las autoridades estadounidenses por si hubiera lugar a objetar la transacción [lo que no ocurriría de ser Atos el comprador].

El error de Breton tendría otra explicación posible: Vallée sería reacio a la oferta de Atos, de modo que el primero trató de explotar sus contactos políticos (fue ministro de Economía entre 2005 y 2007). Ha ganado su  reputación empresarial gracias a éxito de integración de tres  adquisiciones – Siemens Information Systems, Bull y la rama de servicios ITO de Xerox – que explican la fortaleza actual de Atos. Esto, a su vez, pudo transmitir la idea de que una vez cerrada la compra, desmantelaría la estructura de Gemalto y tal vez externalizaría alguna de sus actividades.

El grupo Thales se estructura en cinco mercados verticales de electrónica (aeronáutica, espacio, transporte terrestre, defensa y seguridad). La adición de Gemalto será un refuerzo para esta última, sin excluir las sinergias que pudiera encontrar con las otras cuatro. La combinación sumará más de 28.000 ingenieros y 3.000 investigadores. Taxativamente, ha garantizado la estabilidad de la plantilla de Gemalto – amenazada de recortes – hasta finales de 2019.

Las sinergias económicas no están tan claras como las tecnológicas, pero Caine estima que pueden alcanzar los 3.000 millones de euros en ingresos anuales. Gemalto, por su lado, estaba necesitada de un rescate: por sus propios medios no conseguiría romper un período de ingresos planos (2.100 millones en nueve meses este año) y rentabilidad decreciente, situación que hacía problemático destinar recursos a I+D para desarrollar nuevas áreas de negocio.


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