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17 de diciembre, 2012

Los responsables de relaciones públicas de las compañías tecnológicas (también sus jefes, faltaría más) deberían poner exquisito cuidado en cómo reaccionan a la ola de críticas que reciben las prácticas de ingeniería fiscal de sus empresas. Mientras no se demuestre lo contrario, no hay nada ilegal en tener constituida una sociedad instrumental en Irlanda para aprovechar las ventajas comparativas que este país de la UE ofrece para atraer ´inversiones´ a su territorio. Cualquier asesor fiscal medianillo diría que fórmulas como las llamadas Double Irish o Dutch Sandwich, están avaladas por la ley, pero presumir de ellas no es de buen gusto ni ayuda a la reputación de estas empresas en estos tiempos.

Quien no lo entienda así, se expone a ser objeto de campañas y protestas. La cadena Starbucks lo ha entendido, al decidir que pagará más al Tesoro británico en lugar de arriesgarse a la amenaza de un boicot que, probablemente, hubiera sido más mediático que eficaz. Allá cada cual, pero una táctica recomendable de comunicación debería tener al menos dos componentes: a) no esconderse, y b) evitar respuestas intempestivas. Un buen ejemplo de lo que no hay que hacer lo proporciona Eric Schmidt, chairman de Google.

En declaraciones a Bloomberg, dijo Schmidt la semana pasada: «pagamos mucho dinero en impuestos según prescriben las leyes, y estamos muy orgullosos de la estructura que hemos montado gracias a los incentivos que los gobiernos ofrecen para que operemos en sus países. Esto tiene un nombre, capitalismo: somos orgullosamente capitalistas». Como hace tiempo he tenido una experiencia directa de la chulería del personaje, la respuesta no me sorprende, pero creo que no es la respuesta apropiada.

También según Bloomberg, el tipo de impuesto efectivo que paga Google por sus actividades fuera de Estados Unidos es del 3,2%, gracias a complejas estructuras fiscales (legales) de que dispone en Irlanda y Bermudas. La misma fuente calcula que la compañía se ahorró el año pasado unos 2.000 millones de dólares en impuestos, algo que no ha pasado inadvertido en Washington, donde ven el asunto desde otra óptica: la ley estadounidense no obliga a provisionar tributos sobre los beneficios no repatriados, y se discute si hay que cambiarla abaratando el coste de la repatriación.

En lugar de quejarse – como hacen otras compañías – por no poder disponer de sus fondos en el exterior, Google se justifica afirmando que esos beneficios están destinados a su «reinversión permanente» fuera de Estados Unidos. Aclaración final: la lista de empresas que incurren en estas prácticas (legales), sería larga, pero ninguna se ha ganado el protagonismo con tanta torpeza como Google.

14 de diciembre, 2012

Entre los muchos y bien lubricados rumores que circulan en torno a Apple [recordemos que circulan porque se publican, y no a la inversa], ninguno es tan persistente, y a la vez tan elusivo, como el que se refiere a ese fantástico producto «que cambiará nuestra manera de ver la televisión». Han dado en llamarlo iTV, pero lo único que ha dicho Tim Cook es una frase anodina a la NBC: «cuando me siento a ver la tele en casa, es como si retrocediera 20 o 30 años; todo lo que puedo decir es que tenemos un intenso interés en la cuestión». Oportunas encuestas han confirmado que el 11% de los estadounidenses tendría un interés no menos intenso en disfrutar de un televisor con la marca de la manzana.

Es casi obvio que quienes ya poseen dos o tres pantallas de Apple se apuntarían a una cuarta. Pero no bastaría para transformar a Apple en un competidor de primera clase entre las marcas que hoy dominan el mercado mundial – Samsung y LG, entre ellas, que no es poco decir – y que cuentan con las ventajas de una extensa (e intensa) red de distribución mucho más allá de donde Apple podría llegar. La televisión es una industria de escala, y no es creíble que Apple se meta en ella sólo para ofrecer un televisor diferente a los existentes. Para superar su propia esfera demográfica, tendría que tener al menos dos atributos: a) un software revolucionario, y b) pactos semiexclusivos con los dueños de los contenidos.

En un mercado en el que abundan las propuestas de SmartTV, supongo que el primero de esos atributos debería poner el acento en el componente «social», que no es precisamente un área en la que Apple haya acertado hasta ahora. El segundo atributo sería aún más complejo de cumplir, porque la fragmentación – cultural, lingüistica, económica, etc – de los mercados de contenidos hace improbable que Apple pueda plantear a este sector un pulso como el que en su día ganó a los desnortados sellos discográficos.

Con todo y con eso, el WSJ informaba el otro día que Apple ya está haciendo pruebas con prototipos desarrollados por socios asiáticos, aunque esto no implica que exista un proyecto formal. Entre los socios que identifica el diario neoyorquino están Foxconn y Sharp, cuya alianza industrial y financiera no termina de aclararse. A partir de ahí, correría uno el riesgo de empezar a desbarrar. Será mejor esperar que empiece a pasar algo concreto.

10 de diciembre, 2012

A algunos, la noticia les parecerá banal y lejana. A mí, ni una cosa ni la otra, sino un síntoma de estos tiempos. IBM Corp. ha anunciado un cambio sustancial en su política de pensiones de personal [los que tributan en EEUU, unos 90.000], consistente en que, en vez de igualar la contribución empresarial con la del empleado en el momento de cada paga (semanal o mensual), lo hará en bloque el 31/12 de cada año. El monto se mantiene, pero sólo se abonará en la cuenta de quienes sigan en la plantilla ese día, y a quienes se hayan jubilado durante el ejercicio. Hay implícito un ahorro potencial no estimado sobre los 875 millones de dólares que IBM destina (la cifra es de 2011) a ese fin.

La decisión está relacionada con el apartado 401(k) de la ley del impuesto sobre la renta en EEUU, que ha sido la madre ideológica de las reformas de planes de pensiones propuestos en muchos países. Por lo general, se asocia su origen con la ola conservadora iniciada por Ronald Reagan, aunque en la práctica fue aprobada por Jimmy Carter, y desde entonces reforzada como uno más de los instrumentos que han favorecido la hegemonía de las entidades financieras [en todos los gobiernos, republicanos o demócratas, ha habido alguien de Goldman Sachs o Morgan Stanley cerca del presidente]. La clave de la 401(k) reside en que está diseñada para que las pensiones se inviertan en bolsa, y ahí reside el debate sobre la decisión de IBM: los expertos fiscales advierten que anula la práctica corriente del dollar-cost averaging, por la que los futuros pensionistas invierten en acciones y bonos a precios múltiples con intervalos regulares, para ponerse a salvo (relativamente) de los vaivenes bruscos. Además, se quejan, dejarán de ingresar intereses durante doce meses.

Históricamente, IBM ha sido considerada una empresa modélica por la generosidad de su modelo interno de pensiones, y adoptó tardíamente la fórmula de la 401(k), cuyo coste representa aproximadamente entre el 6% y el 9% de la paga de sus empleados. Se presume que el ejemplo sea imitado – con menos generosidad – por otras corporaciones, algunas de las cuales ya recortaron sus aportaciones en 2009, precisamente cuando la debacle financiera devoró una parte del ahorro de sus asalariados.

Sé muy bien que en España no tenemos nada parecido a la 401(k) y que, por fortuna, ya no está de moda defender el «modelo chileno», que se propugnaba en mis tiempos de cronista económico. Pero he notado que últimamente algunos catedráticos/columnistas – ya no tiene sentido predicar una reforma laboral más dura – han pasado a otra fase de su discurso: que el sistema de pensiones profundice en la sustitución del modelo de reparto por el de capitalización, con lo que se liberarían recursos para reactivar el crédito y promover el empleo (sic). ¿De dónde sopla el viento?

7 de diciembre, 2012

Sorprende que haya gente que se sorprende de que la empresa más exitosa de la década esté pasando por una prolongada caída de sus acciones mientras, en la superficie que es lo que vemos, sus ventas marchan de maravilla y sus resultados también. Hablo de Apple, naturalmente. Ayer, la cotización mejoró un poco, pero a 548 dólares por acción cerró muy lejos del máximo de 705 dólares que llegó a tocar en septiembre. La diferencia de valor es de miles de millones de dólares, y mi amigo más fanboy se escandaliza al comentarlo.

Así funciona la bolsa, chico. Hay inversores «a largo» que no se dejarán intimidar por lo que está pasando, y hay otros que ganan dinero cambiando sus posiciones «a corto». Hay quien lo ha descrito, y no es chiste, como «hacer la goma». En realidad, podría decirse que la trayectoria de Apple es perfecta para que funcione una dicotomía así: los especuladores van por su carril, los consumidores por otro.

Se han ensayado decenas de explicaciones, supuestamente racionales. Algunas, sobre matemática bursátil que escapa a mi entendimiento. Otra recoge estimaciones de DigiTimes acerca del número de componentes pedidos por Apple a sus proveedores, que en principio indicaría una previsión baja de ventas del iPhone 5 en el primer trimestre de 2013. Francamente, dudo que esto pueda justificar que alguien venda sus titulos de Apple, a menos que tenga algo muy interesante que comprar.

Parece más plausible otra teoría – aunque sólo explicaría la caída transitoria del miércoles – que alude al éxito que se ha apuntado Nokia (y por tanto, Windows Phone 8) al cerrar un acuerdo con China Mobile que, por lo visto, deja a Apple fuera de juego (por ahora) en el mayor operador del mayor mercado del mundo.

Confieso que la explicación que más me ha gustado es la siguiente: «hay demasiados comentaristas haciendo autobombo de sus opiniones individuales no basadas en hechos».

5 de diciembre, 2012

Sobran motivos para dudar de que un cierto número de usuarios de Internet merezcan ser miembros de la especie animal que se autodefine como inteligente. Estos días me ha llegado un estudio, uno de tantos que alertan sobre los fallos de seguridad en el uso de la web, del que escojo un aspecto inquietante: el ranking de las contraseñas más violadas, en una muestra de sitios que incluye Yahoo y LinkedIn además de otros menos populares.

El estudio viene avalado por una empresa que vende software para protección de contraseñas, pero esto no invalida su interés. Según este estudio, y otros sobre el mismo tema, la contraseña que encabeza la lista de las más violadas es… password. Como suena, hay gente, mucha gente, que usa password como password. En 2011 ocupaba también el primer puesto, de lo que se deduce que las advertencias caen en saco roto.

El año pasado, este blog publicó una entrevista con Jason Hart, antiguo hacker reconvertido en especialista en criptografía. «El camino más fácil – decía – sigue siendo la captura de contraseñas, que son el punto más vulnerable de las redes […] la mayoría de las personas son de una ingenuidad increíble en la elección y manejo de sus contraseñas: emplean la misma para todas sus cuentas de acceso, o usan variantes con la fecha de su cumpleaños, el nombre de sus hijos o de sus mascotas… cosas así. Cambiar periódicamente de contraseña puede ser muy aburrido».

Pues no sé yo si será menos aburrido elegir como contraseña la serie 123456 (segunda de la tabla), que al parecer era usada por el 37% de las cuentas de correo del ministerio griego de Finanzas, hackeadas por los activistas de Anonymous. Inmediatamente después viene una variante imaginativa: 12345678. Sé que parecerá increíble, pero las posiciones siguientes las ocupan estas otras contraseñas: abc123 y qwerty. La base de estas opciones es una idea radicalmente errónea, que una contraseña ha de construirse con caracteres simples y sucesivos. Esto las hace fáciles de recordar, y de capturar. Como esta otra que figura entre las diez primeras: iloveyou.

No es este el lugar para dar consejos, y sospecho que los lectores de este blog no los necesitan, pero los expertos como Hart recomiendan: 1) no use el diccionario como fuente de su contraseña; 2) no use la misma contraseña en dos sitios distintos; 3) evite dar respuestas fácilmente identificables a las preguntas de seguridad [alguien descubrió que Mitt Romney usaba como contraseña de su cuenta de Hotmail el nombre de su perro, que cualquiera puede rastrear en entrevistas de Internet]; y 4) invente una forma propia de conservar sus contraseñas lejos del ordenador (la mejor, y que quede entre nosotros, es una libreta de papel, a condición de no extraviarla).

3 de diciembre, 2012

«Sin Otellini, lo impensable es posible», el titulo y el contenido de mi post del 22/11, ha provocado menos comentarios de los que esperaba; en cambio han llegado unos cuantos en respuesta al newsletter que envié a los suscriptores dos días antes sobre el mismo asunto, la jubilación anticipada del CEO de Intel. La diferencia está en que a estos lectores – entre ellos un buen amigo de Intel – les ha provocado rechazo la siguiente frase: «Intel, una potencia industrial y financiera, ha vivido décadas aferrada a la arquitectura x86 y dedicada a prolongar el mito de la ley de Moore». ¡Ha dicho mito! Me han pedido una explicación, y ahí va: es innegable e incontestable que la tendencia pronosticada por Gordon Moore en 1965 se ha cumplido en la realidad, pero ha sido porque se han puesto los medios para que así fuera, no por designio natural.

No me tomen como un negacionista, sino sólo como un picajoso palabrista. En mi opinión, la ley de Moore no es una «ley» en el sentido en que lo es la de la gravitación universal, de Newton (matizada por la teoría de la relatividad, que tampoco es una ley). ¿Es comparable con las leyes de la termodinámica? No está inscrita en la naturaleza, por lo que sería más bien un postulado – que Moore anticipó genialmente como el principio que regiría durante décadas la industria de los semiconductores, y al que esta ha ajustado sus variables económicas.

Se cumple, claro que se cumple, porque confluyen tres factores: a) la industria ha dedicado los recursos necesarios para asegurarse de que cada 18 meses se duplique el número de transistores en un circuito integrado, b) existe un mercado capaz de asimilar, al ritmo de renovación adecuado, los productos surgidos de esa inversión industrial, pero 3) esto ocurrirá mientras la secuencia no tropiece en algún momento con los límites marcados por las leyes de la física.

Vale, se dirá que no exagere, que es sólo una expresión extendida por el uso corriente. De acuerdo, hay otras en nuestra habla que merecerían la misma crítica, pero si tomamos al pie de la letra y convertimos en leyes fenómenos dictados por la evolución tecnológica, no por la naturaleza, acabaremos creyendo que el crecimiento es continuo. Y a la vista está que no lo es. O tal vez deberíamos corregir el ritmo previsto por el fundador de Intel [circula una tesis según la cual la frecuencia de su «ley» estaría a poco de pasar a tres años, en lugar de año y medio].

Finalmente, «¿por qué has usado la palabra mito, Norberto? Me suena denigrante» Bueno, no es para tanto: me ha parecido descriptiva la acepción antropológica, «creencia compartida por la tribu». Porque, sinceramente, ¿no somos una tribu? ¿No usamos a diario un metalenguaje sectorial que el resto de la humanidad no entiende? Gracias por animar la conversación.

30 de noviembre, 2012

Me escribe un lector desde el IESE barcelonés, para puntualizar algo sobre mis «frecuentes alusiones» al duopolio en el mercado de los smartphones. «No deberías alarmarte, Norberto, porque hay rasgos estructurales de duopolio en otros mercados, desde los refrescos a las compresas o los detergentes, etc. Al final, lo importante es que no exista concertación para fijar precios o para bloquear la entrada de competidores. Y no parece que Apple y Google estén dispuestos a concertar nada de nada». Estoy de acuerdo – y no me alarmo – pero es una evidencia que en los smartphones la consolidación ha sido muy rápida y nos muestra un mercado dominado por una marca (iPhone) y una constelación de marcas (Android), con el agravante de que en la segunda, la ventaja de Samsung sobre los demás es abrumadora. Otra cosa es afirmar, como he hecho, que los operadores preferirían una competición más abierta. Esto ya sería discutible.

Estos días se han conocido estudios de mercado según los cuales el iPhone ha recuperado el liderazgo del mercado de EEUU, con un 48,1% frente al 46,7% de Android, que en meses anteriores llevaba ventaja. El resto – que en la práctica significa Windows Phone y BlackBerry – se reparten un 5,2%. Si esto no es un duopolio, ya me dirán. Hay un factor que puede explicar el cambio, y es la salida al mercado del iPhone 5 a mediados de septiembre, en el país que es la plaza fuerte de Apple.

En Europa, las cosas son muy distintas. Por ejemplo, en Alemania, en octubre, el 73,9% de las unidades vendidas han sido Android, y el mejor mercado europeo para el iPhone ha sido Reino Unido, con un 32,7%. En España, a tenor de los datos de GfK, la cuota de mercado de Android habría sido del 87,6%, mientras que Apple se ha quedado en un 4,4% en unidades (pero más del 10% en valor, que ya dice algo). Aquí se ponen de manifiesto dos rasgos del mercado español: la eficacia del marketing de Samsung, que se adjudica un 46,2% del mercado (más de la mitad del agregado Android) y el hecho de que una gran parte de la demanda se concentra en los smartphones de baja gama, un segmento en el que Apple no está ni quiere estar, al menos por ahora.

28 de noviembre, 2012

Hace apenas un año, el concepto de Software Defined Network (SDN) casi no había salido de los círculos académicos. La industria estaba atenta, desde luego, pero sus iniciativas avanzaban de puertas adentro. Así estaban las cosas cuando VMware dio el campanazo de adquirir Nicira, compañía pionera en esta tecnología, y así abrió la espita de un movimiento que va a dar mucho de sí. Hay dos elementos ´morbosos´ en juego: 1) ¿representa SDN una amenaza para el dominio de Cisco sobre el mercado de networking? , y 2) ya que VMware y Cisco están unidos por una alianza hasta ahora sólida, ¿hay peligro de que ese vínculo se debilite?

Dejaré esos asuntos para otro día. Pero entretanto, ayer se informó de un acuerdo entre 14 compañías (8 telecos y 6 fabricantes de equipos para redes) que, en el marco de la conferencia que la UIT celebra en Dubai, han firmado un llamamiento al organismo intergubernamental para que ponga en marcha un grupo de trabajo que contribuya a la definición de estándares para SDN. El comunicado dice que SDN es «un medio potencial para que los operadores desarrollen y desplieguen nuevos servicios con gran rapidez y flexibilidad» e incita a la UIT a «explorar las aplicaciones de SDN en las redes de acceso y las troncales móviles, así como las metropolitanas y las de transporte óptico».

Aunque sólo sea por razones alfabéticas, la lista de firmantes la encabeza Cisco, lo que ha dado lugar a que se comentara que, en relación con SDN, esta empresa ha optado por – como se dice mucho en otros ámbitos – por «ponerse al frente de la manifestación». Puestos a interpretar, no hay porqué dar mayor relevancia a las ausencias en la lista, pero lo cierto es que están Orange y Telecom Italia, pero no Telefónica. Faltan varios notorios competidores de Cisco, pero está uno que se ha apuntado de inicio: Huawei.

26 de noviembre, 2012

Al hilo de mi comentario del viernes 23 sobre la publicidad móvil como posible causa del descenso del margen bruto de Google, al día siguiente recibí varias opiniones. Un buen amigo, y suscriptor de los primeros tiempos, que fue directivo de la filial de Google en un país de habla hispana, me ha enviado unas frases que reproduzco tal cual; no tanto porque yo coincida al 100% con lo que dice, cuanto porque cumplen con uno de los objetivos que me planteaba al iniciar este blog hace casi tres años: animar la conversación. Y como me anima directamente a hacerlo, pues ahí va. Transcribo literalmente.

«Mi teoría es que Google tiene que reinventarse, y si no lo hace desaparecerá. Los motivos son dos: su tecnología está totalmente ligada al entorno web y este (aunque tiene mucha fuerza, porque hemos estado durante más de una décad haciéndolo crecer) no es la estrategia que esperan los usuarios de móviles. La otra razón es que Google no ha sabido diversificarse: la rama Enterprise, que en su origen quería quitar el primer puesto a Microsoft en software, no ha hecho nada nuevo en cinco años, y su oferta languidece por aburrimiento; en las redes sociales, Google sigue sin despertar (lo de G+ me parece un buen producto, pero la forma en que lo han hecho crecer, invitándose unos a otros de manera automática, suena a máquina para engordar gallinas».

Concluye: «respecto al resto de tu newsletter, a mí me queda clarísimo que la estrategia en movilidad sigue siendo una gran oportunidad de negocio […]».

23 de noviembre, 2012

No pasa semana sin que se difunda algún estudio sobre la perspectiva de la publicidad móvil; son tantos que su contenido acaba por ser repetitivo. Poco importa que sean independientes o patrocinados, casi todos van a lo mismo: la monetización de un medio cuya explosión inminente se vaticina desde hace años. Es notorio que la demografía, y los tiempos de uso de los smartphones han desplazado a los PC, pero algo está pasando para que la publicidad en ese medio no acabe de cuajar: la ratio inversión/atención es un 20% inferior en los móviles que la calculada para el medio online más convencional.

Los frenos a la monetización, dicen conspicuos analistas, son varios, y a la industria publicitaria le toca corregirlos, en lugar de esperar que los usuarios cambien de actitud. Por ejemplo, la extendida percepción de que los anuncios se diseminan indiscriminadamente, en un medio por naturaleza fragmentado. La contrapartida positiva sería el potencial para la publicidad local, apoyándose en las tecnologías de geolocalización, pero no todos los usuarios aprecian esa práctica de doble filo ni los grandes anunciantes necesitan un tuneado tan preciso. Tercer problema: las herramientas de análisis del retorno de la publicidad en móviles son todavía imperfectas. Y, finalmente, se estima que al menos un 40% de los clics en un móvil son fraudulentos o accidentales.

Lo anterior viene a cuento de una observación del analista Horace Dediu a propósito del margen operativo de Google en el pasado trimestre: un 23,7%, el nivel más bajo que se recuerde. Hasta 2009, oscilaba entre el 31% y el 37%, recuerda Dediu en su blog, pero desde 2010 ha caído sistemáticamente. El primer motivo aparente sería que el coste por clic para el anunciante habría caído, en promedio, entre el 16% y el 18%. Y el analista lo atribuye a lo siguiente: «el clic individual ya no es tan valioso como antes». Si esto es así, hay que preguntarse por qué.

Las búsquedas en Google se van desplazando de los PC a los smartphones, donde su recaudación es menor porque, suponen los anunciantes, el rendimiento de los anuncios es menor. Otra conclusión sería esta: con la proliferación de las aplicaciones, se esperaba un auge de la publicidad in-app, pero de momento no está siendo así. Puede que la raíz del problema sea otra: el diseño de los buscadores y de los sitios web, por tanto también el de la publicidad, están todavía condicionados por conceptos visuales que no corresponden al modo en que los usuarios usan Internet desde sus móviles. Ahí queda eso.

22 de noviembre, 2012

A contrapié de la teoría clásica del valor, suele decirse que las cosas – y por extensión, las empresas – valen lo que alguien está dispuesto a pagar por ellas. En el caso de las empresas, esto ha llevado a auténticas burradas y pujas desorbitadas, que muchas veces desembocan en ajustes contables tardíos. El tópico habría inspirado a Leo Apotheker, en su breve mandato como CEO de HP, para comprar la empresa británica Autonomy por 9.700 millones de dólares en octubre de 2011. Su justificación: HP debía transformarse rápidamente en una empresa de software y servicios; lo que importaba no era el precio sino el valor que podía aportar.

Ya entonces [está en el archivo de este blog], los analistas consideraron injustificado el precio, pero la operación fue aprobada por el consejo de HP y quedó consumada cuando Apotheker había sido sustituído por Meg Whitman, la actual CEO.

En agosto pasado, cuando Whitman tomó la decisión heroica de amortizar de un golpe 8.000 millones de dólares del valor en libros de EDS, los mismos analistas sugirieron que Autonomy seguiría el mismo camino. Acaba de ocurrir; lo que nadie esperaba es que el ajuste por 8.800 millones (el 90% del precio acordado) se acompañara de la acusación de irregularidades contables en la empresa adquirida. Whitman ha evitado hablar de fraude, pero envió los antecedentes a la oficina antifraude del Reino Unido, además de la SEC estadounidense.

Si no hubiera antecedentes peores, sería increíble que Deloitte, auditora de Autonomy, y KPMG, que en nombre de HP auditó la auditoría de Deloitte, no vieran o hicieran la vista gorda ante las prácticas irregulares que ahora se denuncian. Dos de las Big Four, además de Barclays y varios bufetes de abogados habrían sido burlados por Mike Lynch, fundador y CEO de Autonomy. Este lo niega tajantemente, pero hay un hecho que retengo en la memoria: antes de negociar con HP, Lynch intentó vender su empresa a Oracle, valiéndose de un banquero marrullero llamado Frank Quattrone. La empresa de Larry Ellison estudió la propuesta y la rechazó, pero cuando supo que al final el comprador había sido HP, se vengó publicando documentos entregados por Quattrone [todavía están en la web de Oracle], como demostración de que Autonomy no valía ni de lejos lo que Lynch pretendía, 6.000 millones. Ellison tenía razón, pero HP pagó casi 10.000 millones.

En las próximas semanas y meses se irán conociendo más detalles de un caso que mina aún más la salud bursátil de HP. Pero en la noticia hay otro aspecto más conceptual que me interesa destacar: es una regla en la industria del software que las licencias se venden una vez, pero se contabilizan como ingresos escalonados. Por esto, entre otras cosas, una lección que se desprende del caso Autonomy es la siguiente: adquirir una empresa para quedarse con su tecnología, su talento y/o su cartera de clientes…está muy bien, pero no deja de ser un reflejo de tiempos de burbuja; en el tiempo de hoy, más que esas virtudes, el cash flow es la esencia del valor de una empresa. En todo lo demás, puede esconderse un bumerán.

20 de noviembre, 2012

Paul Otellini (62) dejará el mando de Intel en mayo, tres años antes de lo previsto, y el anuncio abre un sinfín de interrogantes. Para empezar, no hay un sucesor in pectore como lo hubo cuando Craig Barrett dejó paso a Otellini o, antes, cuando aquel sustituyó a Andy Grove. Cosa extraña para una empresa tan endogámica, el comunicado dice que se abrirá una selección entre candidatos internos y externos. Sea quien sea, al elegido le espera una tarea muy complicada.

Intel, una potencia industrial y financiera, ha vivido décadas aferrada a la arquitectura x86 y dedicada a prolongar el mito de la ley de Moore. Pero los nuevos usos de la tecnología piden nuevos diseños y favorecen otros procesos de producción. No me refiero sólo a la increíble dificultad de Intel para penetrar en el mercado de los móviles, que ha conducido a la no menos increíble peripecia de que Qualcomm vale hoy más que Intel en bolsa. Me refiero a que las prioridades tecnológicas sobre las que se ha construido el éxito de Intel han cambiado, y la compañía ha tomado nota pero no con suficiente cintura. La célebre cadencia tick-tock podría llegar a ser una rémora, más que una ventaja.

Sin tracción en los móviles y con las relaciones con Microsoft enfriadas, Intel descubre tarde que depende demasiado del PC, es decir de Windows; si Apple decidiera, como se dice, desarrollar su propio procesador, sería un golpe muy duro. En los servidores, la otra joya de la corona, empieza a hablarse de la amenaza de ARM, pero la batalla puede no ser de fulano contra mengano (según la pauta Intel vs. AMD) porque los fabricantes – y los grandes usuarios del momento, las empresas de cloud – plantean exigencias distintas, que pueden satisfacer con diseños diferentes, y así está naciendo un nuevo tipo de competición.

Desde luego, Otellini lo sabe mucho mejor que este cronista. Las causas profundas de su decisión no se conocen, y no seré yo quien se ponga a especular sobre ellas. Intel tiene recursos de sobra para las batallas que le esperan y, aparentemente, Otellini no ha querido arrogarse el mando durante tres años más; la compañía ha abierto sin cortapisas una delicada sucesión en la que el nombre será importante, pero más lo será la estrategia.

19 de noviembre, 2012

Cuando, a finales de agosto, publiqué un post titulado Malas noticias de Japón S.A, recibí varios correos con reacciones contradictorias: algunos lectores desconocían que la crisis de la industria electrónica nipona fuera tan grave; otros entendían que mi texto exageraba [uno se aventuró a sugerir que mi texto podía responder al interés de una cierta marca coreana]. Los números hablaban por sí mismos y, lamentablemente, los de Sony, Panasonic y Sharp – que de ellas trataba el post – han ido a peor desde entonces. Las noticias de estos días revelan que no estamos ante un problema exclusivo de un puñado de empresas ni de un sector determinado: la tercera economía del mundo está al borde de la recesión, y el gobierno de Tokio estima que el PIB ha caído un 0,9% entre julio y septiembre, que en términos anualizados equivaldría a un -3,5%.

Desde 2008 (quiebra de Lehman e inicio de la crisis actual), la economía japonesa ha ido de tumbo en tumbo, pero ahora está a punto de hilvanar los dos trimestres consecutivos de PIB negativo, que técnicamente definen una recesión. Para cerrar con números positivos el año fiscal (que en Japón acaba en marzo) sería necesario crecer un 3,9% en los dos trimestres próximos, algo que puede darse por imposible. Esta vez no puede culparse al tsunami, sino al descenso de las exportaciones, un fantasma que desde hace tiempo ronda la economía del país.

En el tercer trimestre del año, las ventas al exterior han bajado un 5%, mientras el consumo interno y la inversión retrocedían al unísono. Otras economías asiáticas (Corea, Taiwan y Singapur, no así Vietnam) están sufriendo el descenso de la demanda en Europa y en China, pero sólo en Japón se da el caso de que la economía interna es demasiado débil para compensar esa circunstancia.

Se añade algo con lo que nadie contaba: el inflamado conflicto con China en torno a las islas Senkaku / Diaoyu (según sus nombres respectivos) ha paralizado las ventas de productos japoneses en el mercado chino: en septiembre, el déficit comercial calculado por el Banco de Japón ha sido el más amplio desde 1993. Mientras, la demanda interna ha perdido el impulso coyuntural que aportó la reconstrucción tras el desastre de marzo de 2011. Los economistas vuelven a enumerar los problemas crónicos del país: población envejecida, fuerza laboral recortada por el colapso del paternalismo corporativo, una deuda que proporcionalmente al PIB es la más alta de los países industrializados, y la posibilidad de un inminente «abismo fiscal» en versión local. En este cuadro, al menos a los japoneses ningún catedrático iluminado les dirá que han vivido por encima de sus posibilidades y que ahora toca austeridad, que ya vendrá el crecimiento.

16 de noviembre, 2012

Después de los mediocres resultados de otros gigantes del sector, los de Cisco llovieron esta semana como una sorpresa que – según el ánimo con que se lean – invitan a rebajar el pesimismo. La mayoría de los analistas preveían ingresos trimestrales inferiores a los publicados, y aventuraban que el único factor positivo serían los beneficios obtenidos gracias a las iniciativas de recorte de costes. En la práctica, no ha sido así: los ingresos crecieron un 5,6% sobre el mismo trimestre del anterior año fiscal, hasta 11.900 millones de dólares. En este cuadro, los 2.840 millones generados por Europa se han mantenido planos, con una ligera mejoría secuencial, que ya es algo (o mucho, tal como están las cosas a este lado del Atlántico).

John Chambers, CEO de la compañía, no dejó pasar la ocasión de señalar que sus competidores han publicado resultados peores y rebajado las expectativas para el próximo trimestre. Cisco, en cambio, contempla un crecimiento en el rango del 3,5%-5,5% por ciento. También volvió Chambers a uno de sus temas favoritos últimamente: Cisco es un IT player, cuyo futuro no depende sólo del networking. El negocio de datacenter ha crecido un 67%, aunque la verdad verdadera es que 417 millones representan todavía una proporción muy baja de la cifra total.

Según se informó a los analistas, la línea de servidores UCS ya ocupa la segunda plaza en el mercado de x86 en formato blade en EEUU, y la tercera a escala mundial. Habrá que esperar a que las consultoras confirmen ese asombroso avance en tan poco tiempo. Segundo caballo de batalla: wireless. Chambers anunció que Cisco va a entrar en el ascendente mercado de las soluciones basadas en small cells para la cobertura de áreas densamente pobladas. WiFi es otra prioridad, y esta misma semana se anunciaba un acuerdo con Atheros, subdisiaria de Qualcomm, para explotar conjuntamente ese mercado. En cambio, la rama de colaboración cayó un 8% en ingresos, probablemente debido a la presión de Microsoft y a las soluciones de bajo coste que compiten con los productos de videoconferencia de Cisco.

En general, la acogida de los analistas ha sido positiva, pero algunos invitan a sus clientes a tomar nota de que los retos de Cisco no vienen hoy de los sospechosos habituales (HP, Juniper, etc) sin más bien de actores menos conocidos, como Arista o Palo Alto Networks, o incluso de ese aliado incómodo que es VMware.

15 de noviembre, 2012

Circulan distintas conjeturas acerca de la abrupta, pero no del todo inesperada, partida de Steven Sinofsky (47), sólo tres semanas después de haber presentado Windows 8, la obra de su vida. Para empezar, tiene cierta intriga que se marche de la noche a la mañana, sin transición alguna. El único motivo en el que todas las opiniones coinciden es que se trata de un tipo insoportable e incapaz de colaborar con otros equipos dentro de Microsoft. Es lo que sostiene la respetada Mary Jo Foley, cuyo blog leen miles de empleados de la compañía [¡qué envidia!].

Puede añadirse una tercera razón: Sinofsky dejó imprudentemente que creciera el rumor según el cual podría ser el sucesor de Steve Ballmer. Lo escribí hace tiempo con remilgos en este blog, pero no debía carecer de fundamento cuando hace sólo unos días lo repetía el Wall Street Journal: si Windows 8 es un éxito, venía a decir, el puesto de CEO estará a su alcance como fruta madura. Ahora sabemos que la sucesión de Ballmer (56) está verde.

Para poner las cosas en su sitio: la misión de Sinofsky está concluída. Desde 2006 se ocupó de poner disciplina en una división traumatizada por la «década perdida» elaborando Windows Vista, para sucesivamente dirigir las fases de Windows 7 y Windows 8. Este fue su mérito, pero alguien de sus cualidades y grado difícilmente se interesaría por ponerse a planificar la próxima versión, supuestamente apodada Blue.

Es un secreto a voces que Ballmer lleva tiempo tratando de desmantelar el modelo compartimentado que heredó de Bill Gates hace 13 años. Tuvo mucho sentido que uno de esos «silos» (o virreinatos) fuera la división Windows, que presidía Sinofsky, pero las circunstancias han cambiado: la nueva estrategia de Microsoft exige que todos trabajen con todos, especialmente, si se quiere cumplir el objetivo de hacer que todas las plataformas confluyan en torno a un interfaz común. La sucesora designada es Julie Larson-Green, que ha estado a cargo del desarrollo de Metro (parece que volverá a llamarse así) y a quien Ballmer ha presentado con este elogio significativo: «[…] su probada habilidad para colaborar efectivamente y llevar adelante la agenda transversal de la compañía». Un detalle que puede ser importante: Larson-Green no tendrá rango de presidente, como tenía su predecesor. ¿Reorganización a la vista?

13 de noviembre, 2012

Ahora que todos creemos tener algo que decir sobre Alemania, viene muy oportunamente la lectura del texto de Wolfgang Münchau, columnista del Financial Times, quien se despachaba ayer sobre lo que llama «las tres falacias» sobre la economía alemana, que tal vez podrían sintetizarse así: «las reformas traerán el crecimiento, en una relación de causalidad aplicable universalmente. Todo alto cargo europeo frase ha asimilado esta secuencia argumental, y ahora se pretende aplicarla a Francia, como se ha hecho en España e Italia. Las reformas – nos dicen – son necesarias para ganar competitividad».

El hilo de Münchau es mucho más largo, y no sabría resumirlo aquí sin perderlo y sin perder lectores [está en el FT de ayer, página 9].Nos conduce a una palabra fetiche: competitividad. «Muchos hombres de negocios hablan todo el tiempo de competitividad, pero [en realidad] es un concepto de relativa utilidad a escala macroeconómica». Ahora viene algo que me recuerda los tiempos de la facultad. «La competitividad combina dos conceptos: el tipo de cambio real y la productividad total de los factores (TFP, que suele expresar el dinamismo tecnológico de un país). Un recorte en el coste unitario del trabajo sólo será una ventaja para uno si otros no lo practican; por esto, predicarlo como política para todos en la eurozona, sería un juego de suma cero, como si todos trataran de devaluar al unísono».

Para nuestro autor –que no es keynesiano ni mucho menos un radical – la noción de competividad ha acabado por convertirse en «una distracción nebulosa». Su conclusión es la siguiente: «no deberíamos ser tan ingenuos como para pensar que las reformas estructurales van a resolver lo que en definitiva es una crisis de balanza de pagos. Esto es lo primero que hay que resolver, en lugar de perder el tiempo debatiendo sobre si han de hacerse antes las reformas institucionales o las reformas estructurales. No digo que sean irrelevantes, pero no creo que sean relevantes para la resolución de la crisis». Gracias por la paciencia de leer hasta aquí.

12 de noviembre, 2012

Sería precipitado suponer que el acuerdo sobre licencias cruzadas que han firmado Apple y HTC pueda ser el principio del fin de la estomagante guerra de patentes en el mercado de los smartphones. HTC se ha rendido, después de perder un juicio que ella misma inició contra su rival, y con otro a punto de sentenciarse en un par de semanas. Los accionistas de HTC no tolerarían otro desastre: van cuatro trimestres consecutivos de pérdidas, y su cuota de mercado ha caído del 10 al 4%. La capitulación es un alivio.

Distinta sería la valoración si la contraparte del acuerdo fuera Samsung, que mientras espera la confirmación o revisión judicial – en la primera semana de diciembre – de un veredicto desfavorable, puede relamerse con el éxito de su modelo Galaxy S III, el más vendido globalmente del tercer trimestre. En cuanto a sus finanzas, están pletóricas.

Nuevamente hay que hablar aqui del cambio de actitud que Tim Cook ha introducido en Apple. Steve Jobs estaba obsesionado con la destrucción de Android; su sucesor ha dicho sinceramente que los litigios sobre patentes le parecen a pain in the ass. Meses atrás, Cook ofreció a los fabricantes de Android una fórmula por la cual les cobraría 30 dólares por unidad que vendieran, y al poco se mostró dispuesto a bajar el canon a 24 dólares. El primero en recibir la oferta, Samsung, la rechazó. Suponiendo que esos fueran los términos del acuerdo con HTC, serían costosos: en el pasado trimestre vendió 7,4 millones de smartphones que, multiplicados por 24 daría un coste trimestral de 180 millones de dólares, aproximadamente un tercio de sus ingresos del período.

Este cálculo hipotético, que prácticamente dejaría a HTC sin muchas perspectivas de competir, deja paso a una conjetura: la compañía taiwanesa quiere dar carpetazo al asunto para, luego, rebajar su compromiso con Android (por el que también paga un canon a Microsoft) y se pasaría con armas y bagajes a Windows Phone 8. Seguro que sería bien recibida.

9 de noviembre, 2012

A alguien puede sorprenderle, pero esta semana Qualcomm igualó, y durante 24 horas superó, la capitalización bursátil de Intel, que ronda los 104.000 millones de dólares La extraña peripecia – extraña porque la relación de tamaño entre ambas es aproximadamente de 2 a 5 – tiene explicación: los smartphones ganan terreno a expensas de los PC, y como la primera se beneficia de la tendencia, ha podido anunciar unos ingresos y beneficios superiores a lo que esperaban los analistas. Pese a su superioridad industrial, Intel no ha conseguido hacer pie en el mercado de los procesadores para móviles, y sus acciones siguen a la baja, mientras las de Qualcomm suben.

El cuarto trimestre del año fiscal de Qualcomm ha sido brillante, para cerrar el año con más de 19.000 millones de dólares de facturación (+28%) y unos beneficios 43% superiores. Por contraste, los ingresos de Intel en los nueve meses transcurridos del ejercicio cayeron seis décimas y los beneficios bajaron un 11%.

Según Paul Jacobs, presidente de Qualcomm, «con la prudencia a que invita la situación macroeconómica, en 2013 esperamos que los despachos de dispositivos 3G/4G aumenten un 14% interanual. Quiere decir que, a largo plazo, los motores de nuestro crecimiento están intactos». Los motores de Intel llevan un tiempo gripados y, para colmo, saltan rumores – recurrentes, pero esta vez de fuentes serias – según los cuales podría perder el contrato con Apple para suministrarle procesadores para la familia Mac. Si se añade la tortuosa relación entre Intel y Microsoft, la perspectiva no es entusiasmante para los inversores.

La mayor parte de los ingresos de Qualcomm proceden de la venta de chips de banda base, que conectan los móviles a las redes celulares, y sus principales clientes son Samsung y Apple, nada menos. Otra importante fuente de beneficio son las licencias de su tecnología CDMA, y en los últimos años, la compañía se ha embarcado en una diversificación que empieza a dar frutos. Uno de esos movimientos es la entrada de sus procesadores Snapdragon en terreno incierto, al apoyar el nuevo sistema operativo Windows RT, que a diferencia de Windows 8 no lleva procesadores de Intel.

7 de noviembre, 2012

«Vemos el final de 2012 con pesimismo para el gasto en TI en Europa», dijo el lunes Peter Sondergaard, vicepresidente de Gartner, ante la audiencia de un simposio que la consultora organiza, este año como el pasado, Barcelona. Ninguno de los 4.000 asistentes – muchos de ellos con rango de CIO – hubiera dicho lo contrario, por lo que la advertencia sonaba superflua. Claro que Sondergaard afinó su pronóstico: el declive será del 3,6% en la región EMEA y del 5,9% en Europa Occidental. Sin embargo, EMEA volverá a crecer un poquito, el 1,4% en 2013, pasando de 1,138 billones a 1,154 billones de dólares [trillions, en inglés]. En 2016 habrá acumulado un 9,6% en cuatro años [1,247 billones].

En la ingeniosa terminologia acuñada por Gartner, «el nexo de fuerzas» que determina las prioridades del gasto en TI consiste en la confluencia e integración de cloud, móvil, social y big data, «que crearán una nueva capa de información en nuestra economía, capaz de generar nuevos empleos, nuevos ingresos, y van a requerir nuevas capacidades laborales». Muchos presentes se preguntarían por la coherencia entre tan auspiciosa expectativa y la mediocre realidad de las cifras conocidas, pero nadie tiene ganas de viajar a Barcelona para perder el apetito.

Sondergaard lleva tiempo diciendo que el protagonismo en 2012 corresponde al «gasto en dispositivos móviles, el único capítulo brillante en la industria de las TI este año». En Europa Occidental, su crecimiento se prevé en el 8%, en contraste con la caída del 5% en el gasto en PC portátiles. Con un poco de paciencia, en 2016 dos terceras partes de la fuerza laboral europea usará un smartphone o una tableta, y esto reactivará el mercado de las TI gracias a una nueva forma de comprar [y vender] software; los proveedores establecidos tendrán que reescribir sus aplicaciones para los nuevos entornos. Que el futuro nos pille preparados.

6 de noviembre, 2012

Vodafone ha hecho una interpretación drástica de los problemas de su negocio en España: en tiempos de recesión, y esta va para largo, el consumidor se guía por un criterio casi único, el gasto mensual, y la fidelidad a su operador es lo que menos le importa. Así se ha descalabrado el mercado español, y las cifras de Vodafone desnudan las cicatrices: entre enero y agosto, ha experimentado una pérdida neta de 364.312 líneas por efecto de la portabilidad; que equivalen al 52% de las que han ganado Yoigo (286.090) y los operadores virtuales (412.042). Para alguien que tiene el 28% de cuota de mercado, esto entraña un declive lento pero seguro de los ingresos. La decisión tomada ha sido tan drástica como la interpretación de los números, que pesan sobre las cuentas del grupo.

Las tarifas conocidas como “de tallas” estaban bien construídas para una situación competitiva anterior, cuando se suponía que la batalla de la portabilidad era entre los tres grandes. Pero está visto que el desafío viene de abajo, y aquella ingeniosa táctica de retención hay que cambiarla. Han sido reemplazadas por una nueva estructura tarifaria cuyo rasgo principal no es el empaquetamiento de servicios, que también, sino una rebaja sustancial de precios que aspira a contener la sangría. Son tarifas planas, ilimitadas sin confesarlo (no habrá mucha gente que hable 6.000 minutos por mes), sujetas a una nueva segmentación de los datos. Tal vez Vodafone se precipitó al seguir a Movistar en la táctica de eliminar subvenciones: ahorró millones en costes de captación, pero se privó de un instrumento que hubiera hecho daño al líder.

En realidad, la clave no está en la tabla de tarifas, que se irán ajustando a la baja, sino en su impacto sobre los resultados de la compañía. Detener las fugas, primer objetivo, serviría de poco si se consigue sacrificando ingresos generados por sus propios clientes; lo ideal sería volver a captar clientes de sus competidores, pero desde luego que estos no van a quedarse quietos.

Último elemento de la noticia: la voz móvil ha perdido relevancia. Nacho del Castillo lo ha clavado con esta frase: “el proceso tiene mucha similitud con el que se produjo en la telefonía fija, donde las llamadas de voz pasaron de ser el ingreso fundamental a convertise en un apéndice de las tarifas planas ya sea en ADSL o en fibra. En la telefonía móvil, la transición ha sido más lenta, pero parece inexorable”.


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