publicidad
  26/07/2021

Proyecto JEDI: mucho bocado para un comensal

La sigla, premeditadamente, se ha prestado a titulares tópicos, pero ha pasado muy malos momentos. Un año y medio después de adjudicar el contrato a Microsoft el proyecto JEDI (Joint Enterprise Defense Infrastructure) volverá a ser licitado, esta vez sin alusiones a Star Wars: se llamará JWCC (Joint Warfighter Cloud Capability). No mola, pero el cambio de nombre es relevante: lo que en origen aparentaba que el Pentágono quería emular la experiencia de las nubes corporativas, no disimula la naturaleza militar. Sus servicios cloud van a sentar las bases sobre las que la defensa estadounidense construirá sus nuevas herramientas digitales para sacar pecho frente a China.

Aparentemente, Microsoft ha salido perdiendo, pero ha sabido encajar con elegancia la ruptura de un contrato que, entretanto, le ha servido para estrechar vínculos con el departamento con más capacidad de gasto tecnológico del gobierno federal. Ha salido ganando su rival AWS, cuya persistencia ha logrado reabrir el dossier y, a la postre, meterse otra vez en carrera. El prestigio del Pentágono ha salido dañado por la polémica, pero se puede atribuir a los dislates del expresidente.

En realidad, la cancelación del contrato tiene como antecedente un camino tortuoso. En JED han confluido todas las polémicas imaginables, técnicas y/o políticas. El perdedor, Amazon Web Services (AWS) llevó a los tribunales la convicción de que la adjudicación de JEDI estaría viciada por las interferencias del entonces presidente, Donald Trump, cuya enemistad hacia Jeff Bezos es notoria por su condición de dueño del diario The Washington Post.

Aquella demanda preventiva obligó al Pentágono a abrir una auditoría y detener durante meses la tramitación. La investigación interna confirmó que la adjudicación había sido correcta, a excepción de un fallo menor en la evaluación de las ofertas. Las dos partes presentaron alegaciones. En ausencia de pruebas concluyentes, la Administración Trump dispuso que los funcionarios convocados como testigos se abstendrían de declarar.

Una jueza federal rechazó las mociones del departamento de Defensa y de Microsoft que pedían desestimar como carentes de fundamento las alegaciones de AWS, pero se hacía cada día más evidente que tras un obstáculo vendría otro. Algo indeseable para el Pentágono, interesado en unificar cuando antes sus más de 500 nubes actuales. ¿El objetivo? Que todo el personal de las fuerzas armadas tuviera acceso en tiempo real a las aplicaciones basadas en esa nube único, dando pie a un despliegue masivo de inteligencia artificial. Pero, como AWS no estaba dispuesta a aceptar la victoria de su adversario, las cosas pintaban mal para todas las partes.

La otra razón por la que se ha optado por cancelar el contrato es puro pragmatismo. El Pentágono, como muchas grandes empresas, ha tomado conciencia de que es más sensato no poner todos los huevos en la misma nube (sic) cuando el resto del mundo se inclina por el modelo multicloud. La argumentación oficial apunta que el escenario tecnológico ha cambiado de tal modo que el concepto de JEDI se ha quedado obsoleto [¿tan pronto?] y, por ello se hace necesaria una nueva licitación, abierta a más proveedores.

La decisión tiene contrapartida, porque la integración de proveedores dispares añade un problema nuevo: que las tecnologías de uno hablen con las de otro, con las nubes existentes y con los sistemas on-premise del Pentágono. Los retos de interoperabilidad son mayores, puesto que se necesitará una plataforma que permita el acceso a estos servicios en un formato común con garantías de integridad. Sólo así podría mantener un único flujo de trabajo para la mayoría de los servicios cloud, en lugar de trabajar con silos para las diferentes plataformas.

Está previsto que en octubre el departamento de Defensa identifique al grupo de licitantes habilitados y que hasta la primavera del 2022 no se tome una decisión sobre los adjudicatarios. Porque esta vez serán varios: más de uno, seguro; más de dos, probablemente. Por otra parte, JWCC tendrá una duración contractual de cinco años en lugar de diez, de modo que nadie podrá decir que se ha perdido un tiempo precioso. Tampoco se ha anticipado la cuantía presupuestada para el nuevo proyecto, que en cualquier caso será de varios miles de millones de dólares.

A nadie le cabe duda de que Microsoft y AWS volverán a pujar por el contrato. La primera habrá adquirido experiencia suficiente sobre los sistemas del Pentágono como para presentar una oferta ganadora, pero sería ilusorio pensar que, después de lo ocurrido, AWS pueda quedar fuera del contrato. Por cierto, adelantándose a la eventualidad, la filial de Amazon ha abierto recientemente un campus cerca de Washington DC que se especializará en prestar servicios cloud a organismos federales.

Es posible que el tercero del ranking, Google Cloud, ya no sienta las presiones éticas de parte de su plantilla y esta vez decida participar en un concurso de carácter militar. Oracle, que tanto batalló por no haber sido tenida en cuenta en JEDI, se ha preparado a conciencia para presentarse a la segunda ronda. Por su lado, IBM – descartada para competir por JEDI – tiene sobrada experiencia con el departamento de Defensa, a la que añade las nuevas capacidades que le aporta la adquisición de Red Hat.

Entretanto, algo fundamental ha cambiado: ha desaparecido el “factor Trump”. Conviene recordar que Oracle [la afinidad de Larry Ellison con el anterior presidente es bien conocida] denunció en su momento que un empleado de Amazon que trabajó para el Pentágono en 2016 y 2017 pudo favorecer a su antigua compañía, a la que volvió posteriormente. Un juez declaró inconsistentes esas alegaciones, pero una auditoría descubrió otra carambola. Sally Donnelly, asesora del entonces secretario de Defensa, James Mattis, recibió un millón de dólares por la venta de una firma de consultoría a otra que mantenía relaciones comerciales con Amazon. No sería para tanto, si no se hubiera desvelado que Connelly acompañó a Mattis en una cena en la que, presuntamente, se habló del contrato JEDI, en trance de adjudicación.

La auditoría exculpó a Donnelly y los hechos han demostrado que Mattis no dio trato preferencial a Amazon, pero al menos dos senadores afines a Trump siguen insistiendo en que el departamento de Justicia debería investigar el comportamiento de Amazon.

Con respecto al malogrado proyecto JEDI, quedan flecos por atender. Por ejemplo, en cuánto se compensará a Microsoft por los costes que la compañía ha desembolsado mientras daba por firme el contrato. Sólo se ha dicho que Microsoft deberá entregar una propuesta de conclusión del contrato para recuperar “algunos de los costes”. Aun sin esa cláusula, le ha sido provechosa la relación: Microsoft se ha asegurado un acuerdo par proporcionar cascos de realidad aumentada al ejército, un contrato que en las primeras estimaciones se valora en 22.000 millones de dólares a lo largo de diez años. Más de doble del contrato cancelado.

[informe de Pablo G. Bejerano]


Contacto Suscríbete RSS


Sobre el autor. Copyright © 2024 El dominio norbertogallego.com es propiedad y está administrado por Diandro SL. B85905537. Creative Commons