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  10/02/2014

10Feb

Este fin de semana me he reencontrado con la prensa mexicana, tan colorista y al mismo tiempo más comedida que la española cuando escribe sobre las empresas de su país. Para alguien como yo, que lleva años sin visitar México, tenía interés en indagar sobre el rumor acerca de las negociaciones entre Telefónica y la empresa local Iusacell, que debería conducir a una «fusión» valorada en unos 6.000 millones de dólares, según leo en El Financiero. Mi amigo Paco tuvo que explicarme detalles relativos al rumor, que él da por veraz. Le creo, porque sé de sus amistades.

Para entender de qué se trata, antes es preciso saber que en México hay 102 millones de clientes de telefonía móvil y menos de 20 millones de líneas fijas, un desfase que dice mucho de la estructura del mercado. Durante décadas, los dos negocios han estado monopolizados por las empresas Telmex y Telcel, adscritas al grupo América Móvil, controlado por Carlos Slim. Telefónica entró en el mercado mexicano en 2001, y ha llegado a conquistar una cuota del 19% del mercado de telefonía móvil, mientras que Telcel controla el 71%. Iusacell, propiedad conjunta de los dos grupos que controlan la televisión en el país (Televisa y TV Azteca), tiene el 7%, lo que significa que incluso fusionadas aquellas serían minoritarias frente al todopoderoso Slim. Las habladurías dicen que en una fase posterior, podría estar en venta Nextel, cuarto operador con un irrelevante 3%.

Tras haber crecido mucho en 2011 y 2012, Iusacell está sufriendo una sangría de clientes, y sus propietarios parecen interesados en replegarse a su negocio natural, la televisión, en el que se sienten amenazados por los proyectos de Slim, que acumula activos y derechos exclusivos de retransmisión (los del Mundial de Fútbol, por ejemplo). Este juego de rivalidades cruzadas se ha encrespado en el contexto político actual. Una de las grandes reformas lanzadas por el presidente Enrique Peña Nieto (PRI) e incorporadas a la constitución es la del mercado de telecomunicaciones, en espera de las llamadas «leyes secundarias» [que en España llamaríamos reglamentos]. Contemplan múltiples aspectos, entre ellos un nuevo reparto de espectro y el despliegue de una red pública de banda ancha a escala nacional, que sería explotada por concesionarios privados, previsiblemente los tres grupos mencionados. Con un matiz: tanto Slim como sus rivales de Televisa y Azteca, aspiran desde las posiciones actuales, a operar sobre esa infraestructura sus respectivos proyectos de televisión por Internet, una novedad en el país.

En este forzoso replanteo del mercado, América Móvil ha hecho saber que en 2014 va a invertir 10.000 millones de dólares en México y Brasil, sus dos prioridades. Por su lado, el presidente de Telefónica de México y Centroamérica, Francisco Gil Diaz [ex ministro de Hacienda] ha declarado que las inversiones de su empresa están condicionadas al contenido de las «leyes secundarias» pendientes en el parlamento.

En espera de conocer los resultados finales de 2013 [se presentarán el 27 de febrero] los ingresos de Telefónica en México ascendieron a 1.178 millones de euros entre enero y setiembre (0,3% de aumento) con un ebitda en caída del 31%. Estas cifras permiten entender por qué necesita ganar volumen para estar mejor preparada frente a la inminente recomposición del segundo mercado más importante de América Latina, en el que la penetración de la telefonía móvil es todavía del 87%.

Es uno más – y no el menor, desde luego – de los muchos frentes en los que la compañía española tropieza con Carlos Slim, últimamente interesado en instalarse como operador en Europa. De mis lecturas y un par de llamadas telefónicas, creo haber entendido que a Slim no le disgusta la instauración de un duopolio en la telefonía, siempre que le sea útil para reforzar otro de sus conflictos permanentes, el que mantiene con Televisa, otro polo de poder económico (y político) en México.


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