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  16/02/2016

16Feb

Cuando Jack Dorsey, cofundador de Twitter, volvió a la primera línea ejecutiva en la empresa del pajarito, parecía convencido de tener un plan para recuperar la relevancia y las cuentas. El plan no se ha evidenciado, y la situación empieza a parecer desesperada aunque no agónica. Los resultados anunciados la semana pasada hicieron que la cotización de Twitter cayera a su nivel más bajo desde la salida a bolsa: en 2015 ingresó 2.200 millones de dólares y perdió 521 millones, esta es la explicación.

Dorsey ha intentado calmar las críticas sosteniendo que las nuevas funciones de servicio van a corregir ese desastre de cifras. Incluso jugó con los números para demostrar que el número de usuarios activos mensuales (MAU) simplemente se ha estabilizado en 320 millones. Si con un MAU estabilizado se pierde dinero, qué pasará cuando decaiga? Este el problema: lo que en las redes sociales se conoce como engagement, cuánto tiempo le dedican los usuarios: esta métrica es decisiva para que los anunciantes deciden asignarle presupuesto publicitario, que viene a ser la madre del cordero.

En teoría, Twitter podría modificar su producto con la finalidad de generar nuevo crecimiento, pero hasta ahora no ha sido el caso. Quizás el nuevo Timeline despierte curiosidad entre los usuarios, pero de momento sólo ha provocado quejas. El año pasado, Twitter compró Periscope, una app para streaming móvil de vídeo, pero Facebook reaccionó integrando vídeo en What´sApp e Instagram. ¿Hay algo más que Dorsey podría comprar, que fuera el catalizador que necesita sin ser replicado por su competidor? El anterior CEO, Dick Costolo, no lo encontró y ahora le toca a Dorsey.

A 16 dólares por acción, la capitalización bursátil de Twitter se ha derrumbado: 10.800 millones la semana pasada, y detrayendo la tesorería se quedaría en unos 6.000 millones para empezar a negociar el precio. Ha resucitado un argumento recurrente: «con una acción tan barata, Facebook (o Google) podrían comprar Twitter sin esfuerzo». No me atreverìa a decir que no, pero ¿para qué? Sin necesidad de comprarla, Facebook podría seguir asfixiando su modelo de negocio. En cuanto a Google, ya tiene un acuerdo con Twitter que le permite sacar suficiente partido de la audiencia de esta. Vuelvo a lo de antes: ¿para qué?

Que una empresa cotice a bajo precio no la convierte en oportunidad a explotar. Tampoco el bajo precio ha sido un criterio que mueva las compras de Facebook. Cuando, en 2014, compró What´sApp todo el mundo pensó que 19.000 millones era un precio desorbitado [yo lo sigo pensando, pero admito que su valor podría aflorar un día]. Instagram le costó 1.000 millones, calderilla, y entre las dos compras Mark Zuckerberg ha construído una potente base de usuarios móviles con una ratio de tiempo de uso que atrae a los anunciantes. Twitter no tiene esa cualidad, y no sería barara por bajo que sea el múltiplo que se aplique. Algo más: el coste en nóminas y compensaciones es un tercio de sus ingresos, ratio altísima si se compara con la de Facebook.

Razonemos el párrafo anterior. Si la trayectoria de Twitter siguiera como hasta ahora, a la baja en todos sus parámetros, se volvería más barata, pero no menos problemática. Dificilmente llegará a ser rentable con la actual estructura y modelo de negocio: incluso si perdiera menos dinero, su cash flow sería inferior. Y esto es, al cabo, lo que importa a cualquier inversor.

Personalmente, hay otra cuestión que me interesa más. El sentido original de Twitter se ha desnaturalizado. No hablemos de la ´primavera árabe`, de ahí estos lodos, ni de las fantasías sobre el ´periodismo ciudadano`. Si hasta la asociación entre Twitter y TV, promovida por Costolo, ha perdido fuelle.

Veamos: si la audiencia se ha estancado y cada usuario pasa menos tiempo en Twitter, implica que la adicción se va diluyendo, tanto colectiva como individualmente; algo tendrá que ver el hartazgo ante el abuso de tuits corporativas que desvirtúan el principio de socialización. La última ocurrencia de Dorsey [un típico iluminado californiano] consiste en un robot o algoritmo que automatice la generación de tuits y retuits ´en ausencia` de los usuarios para enmascarar la menor afición de estos. Todavia en fase experimental, ya está provocando protestas.


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