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  19/02/2014

19Feb

No sé de nadie a quien le extrañe que Microsoft escogiera como nuevo CEO a Satya Nadella, nacido en India. Buena señal y buena lección. Lo que no impide que llame poderosamente la atención el que en las empresas estadounidenses del sector TI haya tantos ingenieros de esa procedencia, que por lo general después de graduarse en su país han pasado por alguna universidad americana. Es el caso de Satya Nadella, sin ir más lejos.

El párrafo anterior tiene sólo el propósito de introducir al lector en una charla que tuve en diciembre con Sandeep Singhal, partner de un fondo de inversión que tiene sedes en Mumbai y Menlo Park, especializado en actuar como puente entre emprendedores de India y la comunidad tecnológica de Silicon Valley. Su cartera acumula una docena de compañías en distintos grados de desarrollo. Salvando las distancias, es un caso similar al de ciertas iniciativas que promueven la presencia de empresas españolas en California.

En su opinión, India tiene una enorme reserva de talento tecnológico, con la virtud añadida de una comprensión del mercado global. Lo que me sorprendió fue la afirmación de que India sería una mezcla perfecta de China e Israel. «Cuenta con un enorme mercado interno, y en este sentido se parece a China; cualquier proyecto de inversión tiene de entrada asegurada una escala. También puede compararse con Israel, porque muchas de las pequeñas compañías que nacen en India sólo podrán evolucionar si aciertan a ser reconocidas en el mercado más evolucionado, el de Estados Unidos».

Hablabamos de CloudByte, una startup de almacenamiento, sobre la que escribiré mañana. Cuando su fundador, un ingeniero de NetApp en India, presentó el proyecto a Singhal y sus socios, le/se plantearon una pregunta: ¿puede esta tecnología ser la base para construir algo que pueda competir globalmente? Se daba la circunstancia de que, además del talento, India destaca por sus bajos costes; «algo que en Estados Unidos no podría hacerse por menos de 10 millones, en India lo hacemos por 3 millones». Y no se trata sólo de la inversión inicial, me dijo Singhal: «la ventaja de coste es todavía mayor cuando se trata de introducir mejoras en el producto, de las que dependerá alcanzar el éxito, incluso más que de la innovación original»

La combinación entre India y el Silicon Valley fertiliza las iniciativas empresariales. «No creo que las personas que trabajan en las grandes empresas indias de servicios, como Infosys, Tata Consulting y otras, sean las que van a construir la próxima generación de nuevas compañías de TI. Veo más posibilidades en las que trabajan en India para multinacionales como Microsoft, Google, EMC, NetApp o VMware, que cuentan con centros de desarrollo en Hyderabad, Pune, Chennai o Bangalore. […] Esta gente trabaja en proyectos globales, y muchos tienen en la cabeza un proyecto personal, que necesitará financiación».

Financiación, e internacionalización, «para lo que es importante tener una antena en Silicon Valley; por eso abrimos esta oficina en Sand Hill Road [carretera donde se concentra la mayoría de los fondos de inversión del valle] y que nos ha sido extremadamente útil para apoyar proyectos de individuos que querían marcharse de Sun, de Veritas o de Symantec».

Ese tópico geoestratégico que predica la conveniencia de reforzar el papel de India para frenar a China es, en opinión de mi interlocutor, una necedad. India podría tener ciertas oportunidades en la fabricación con valor añadido, gracias a que cuenta con el componente de ingeniería, pero francamente no veo mucha capacidad emprendedora en ese campo». Interesante comentario.


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