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  19/09/2014

19Sep

Hay mucho de teatro en la salida a bolsa de Alibaba, marcada en la agenda de hoy. Es normal, ya que apunta a ser la más voluminosa de la historia, en principio estimada en 24.000 millones de dólares. Según Michael Moritz, socio de Sequoia Capital, que discretamente ha acumulado un paquete de acciones (que no venderá hoy), esta operación «es el mejor ejemplo de que las piezas del tablero de ajedrez global se están reordenando [y que] durante la próxima década dos epicentros van a concentrar el flujo de inversiones: China [Shanghai y Hong Kong] y Wall Street». Según este legendario inversor, las compañías chinas llevan ventaja estratégica, porque les resulta más fácil competir en Occidente que a las compañías occidentales penetrar la coraza del mercado chino.

De Alibaba, su modelo de negocio y su ´emblemático` líder, Jack Ma, este blog se ha ocupado anteriormente, aunque quizá debería haberlo hecho con más frecuencia. Es oportuno recordar que dos de las grandes tendencias del mercado global son la emergencia de los consumidores chinos y el auge del comercio electrónico; Alibaba está exactamente en la intersección de ambas. Pero hoy toca hablar de las implicaciones de su desembarco en Nueva York tras haber renunciado a presentar la OPV en Hong Kong.

Una de esas implicaciones tiene que ver con Yahoo, que posee un 22,4% y planea vender 121 millones de acciones, equivalentes al 4,9%; si se asume la hipótesis de un precio de salida de 68 dólares por acción, la empresa que preside Marissa Mayer habrá resuelto sus problemas financieros por una buena temporada [los operativos son otra historia]. Algo parecido podría decirse del grupo japonés Softbank, con un 34%.

Un ángulo digno de análisis que supera mi entendimiento es el efecto que puede tener sobre el flujo de inversiones, en un momento en el que la renta variable está perdiendo peso como instrumento de financiación de las empresas. La OPV de Alibaba sirve de recordatorio de que la crisis ha reducido el papel de los mercados bursátiles, a pesar de las apariencias: es verdad que el índice S&P 500 ha alcanzado niveles récord, y un aumento de salidas a bolsa: 795 OPV en todo el mundo entre enero y agosto, según Dealogic, por valor total de 152.500 millones de dólares. Muy lejos de las cifras de 2007, año en que tocaron máximos.

Hay dos aspectos complementarios. La mayoría de las transacciones son protagonizadas por empresas tecnológicas, que se caracterizan por tener activos volátiles, a diferencia del mecanismo tradicional que financiaba inversiones en capital fijo. Secundariamente, esto genera una concentración que tiende a secar la fuente tradicional de recursos para las empresas medianas, que sí contaban con las bolsas como instrumento favorito.

La presidenta de la SEC (comisión de valores de EEUU), May Jo White, ha advertido de una aparente crisis of equities: está declinando, ha dicho, la fortaleza de las bolsas que le toca supervisar, como principal mecanismo de distribución de capitales. A su lado, han aparecido otros instrumentos, como los préstamos bancarios (baratos gracias a la política monetaria de la Fed) y los diversos tipos de fondos de inversión. Resumiendo porque se me acaba el espacio: por un lado, florecen los espacios de liquidez alternativos, por otro los activos financieros crecen más rápidamente en las economías emergentes que en las desarrolladas.

Y en esas estamos, cuando llega un ambicioso empresario chino – y más que llegarán – dispuesto a absorber recursos de los mercados de capitales que, hasta ahora, se consideraban faros del capitalismo mundial. Viene al caso un estudio de McKinsey, según el cual la cuota de activos financieros en acciones cotizadas caerá del 28% al 22% antes de 2020, creando lo que llama un equity gap entre la demanda de los inversores y las necesidades de crecimiento de las compañías. Otro día hablaremos de los planes de Alibaba, un nombre que le viene que ni pintado.


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