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  1/07/2015

1Jul

A poco que se piense, no es difícil colegir cuál fue el destino del primer viaje de Chuck Robbins fuera de su país, a los pocos días de ser designado futuro CEO de Cisco. China, es la respuesta. En compañía del CEO saliente, John Chambers, Robbins viajó a Pekín en un serio intento de normalizar las relaciones con un mercado que lleva tiempo cerrando las puertas a los productos de la compañía. Ejemplo al canto: en el trimestre cerrado el 25 de abril, las ventas de Cisco en China cayeron un 20%, que es mucho caer si se compara con el 5,1% de aumento global en el mismo período.

Otro ejemplo: la cuota de Cisco en el mercado chino de routers, su producto de bandera, descendió al 9,4% tras haber sido del 21,2% hace un año. Como cualquiera podría imaginar, lo que Cisco ha dejado de vender coincide casi exactamente con las ventas adicionales de Huawei. No es esta una situación coyuntural, sino un proceso cuyo origen se remonta a las denuncias de Edward Snowden sobre el espionaje electrónico estadounidense a China.

Desde entonces, el gobierno de Pekin ha tomado represalias, y Cisco ha sido una de las víctimas. De los 60 productos de Cisco que en 2012 figuraban en la lista de compras autorizadas a las entidades gubernamentales, a finales del 2014 no quedaba ninguno. Que también se cayeran de la lista productos de Apple, Citrix o McAfee, no cambia nada sustancial: Cisco está en la mira de las autoridades chinas, y de poco ha servido que John Chambers se desmarcara, en carta dirigida a Barack Obama, de la estrategia de hostilidad contra China, que ha afectado el negocio de empresas estadounidenses.

De momento, Hahn Tu y Fredy Cheung, principales directivos de Cisco en China, han perdido sus puestos, aunque no se ha informado si se les ha asignado otro destino o han dejado la compañía. En su blog corporativo, Robbins ha sugerido la posibilidad de buscar fuera de la compañía nuevas caras para dirigir sus actividades en el mercado chino.

Por si fuera posible reparar los platos rotos, Robbins y Chambers se plantaron en Pekín, donde fueron recibidos por un viceprimer ministro, Wang Yang, y otros altos funcionarios. Durante la visita, firmaron un acuerdo con una denominada comisión nacional para el desarrollo y la reforma (NDRC es su sigla en inglés) y la asociación de universidades de ciencias (AUAS). Según se ha informado, Cisco se compromete a invertir en China una cantidad estimada en 10.000 millones de dólares durante los próximos diez años para “apoyar activamente los objetivos de desarrollo económico basado en la innovación”. Otra muestra de buena voluntad es que el programa académico de networking, que Cisco patrocina en los países donde opera, tendrá como socias en China a un centenar de universidades miembros de la AUAS.

Inversiones y educación son dos formas sibilinas de subrayar que para las autoridades chinas, el apaciguamiento tiene un precio. Ya se verá si los productos de Cisco se reincorporan al catálogo de compras públicas.

Antes que Cisco, otras compañías estadounidenses han tenido que pasar por el aro. IBM ha recibido estos días la visita de una delegación china que ha firmado un acuerdo de cooperación educativa durante los próximos cinco años, pero antes había capitulado ante el fabricante de servidores Inspur. Por su parte, Intel se ha asociado con sendas compañías chinas con las que compartirá tecnología que ayude a la aspiración china de configurar un polo de altos vuelos en la industria de semiconductores En la misma línea, HP ha anunciado la venta del 51% de su compañía H3C China (la antigua 3Com, que compró en 2009) a Tsinghua Unigroup, que gozará de la reserva del mercado chino y de un contrato para fabricar los equipos que HP venda bajo su marca en el resto del mundo. Ya lo dice la sabiduría popular: al que quiera celeste, que le cueste.


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