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  1/07/2016

1Jul

Muchos suscriptores han reaccionado a mis comentarios sobre el Brexit halagándome, algo que les agradezco pero, sinceramente, esperaba más debate. Puede que en lo fundamental estemos de acuerdo, porque sólo encuentro una discrepancia en quienes manifiestan su esperanza en que se encuentre alguna fórmula que permita rectificar en el parlamento de Westminster lo que votaron los ciudadanos. Si hay en Londres juristas y columnistas – entre ellos mi admirado Martin Wolf – que así lo sugieren, quién soy yo para contradecirlos desde esta meseta castellana. .

Entre la correspondencia recibida estos días, algunos lectores me envían lecturas. Iñaki, uno de ellos, recomienda un esquema de análisis publicado en Harvard Business Review, A CEO´s Guide to Navigating Brexit.

Con lectores así, todo es más fácil. Les había prometido comentar el impacto que la nueva situación británica – y por extensión europea – tendrá sobre los resultados de las empresas del sector TI. Antes, debo rectificar mi aseveración de que los directivos se han inhibido ante el Brexir: Steve C. me envía una carta publicada por el Times antes del referendo, en la que altos cargos británicos de Microsoft (Michel van der Bel), IBM (David Stokes), Accenture (Olly Benzecry), HP Enterprise (Andy Isherwood), SAP (Cormac Watters) y otros, advertian colectivamente que una eventual victoria del Leave abriría una fase de incertidumbre. Desde Tokio, el chairman de Fujitsu, Masami Yamamoto decía lo mismo a la BBC, recordando que Reino Unido es la primera base de su compañía en Europa. No es menos cierto que las reacciones ex post han sido escasas.

Aclarado este punto, voy con el impacto: casi sin excepción, será negativo en los próximos trimestres, por sencillas razones: la incertidumbre congela el gasto de los consumidores y la inversión de las empresas, e incluso la publicidad debería contraerse. Otra manera de verlo es indirecta: si ya es corriente que las empresas esgriman la volatilidad cambiaria como un factor que afecta sus cuentas, con más motivo lo veremos cuando la volatilidad tiene un fundamento tan fácil de entender. Cuánto durará, es imposible preverlo.

El pasado lunes, un analista de RBC Capital Market escribía a sus clientes: «asumo que las compañías de mi cartera reciben al menos el 15% de sus ingresos en libras o en euros, dos monedas que están siendo castigadas en su relación con el dólar». No obstante, al identificar algunas de las compañías de «su» cartera, el mismo analista, daría otras proporciones:

IBM recoge en Europa un 33% de sus ingresos, y RBC espera que sufra una merma del 1,3% atribuible al impacto cambiario, sin excluir las presiones operativas. A HP Inc. le atribuye un 20% de exposición en Reino Unido, y estima que – con independencia de otros factores, puntualiza, sufrirá un descenso del 1,2% en sus ingresos, la misma proporción que NetApp – para la que Europa representa un 30%. Apple, para la que la región pesa un 22%, tendrá un impacto cambiario adicional [es uno de los argumentos usados en las últimas conferencias con analistas] del 0,8%.

La fractura del mercado europeo es una mala noticia para las empresas que más presumen de globales: Alphabet/Google, Facebook y Amazon, y es forzoso entender que lo que más les molesta del Brexit es que Reino Unido ha sido desde siempre el país más favorable a los intereses de las empresas estadounidenses. Aparte de la dimensión del mercado insular, en él se han sentido al abrigo de los fastidiosos reguladores y guardianes fiscales que les crean problemas en el continente. Las tres han adoptado un perfil bajo – vamos, el silencio – antes y después del referendo.

Un asunto clave que podría afectarles, no sólo a ellas, es la regulación europea sobre protección de datos, aprobada en abril y que entrará en vigor en mayo de 2018. Cuando Reino Unido deje de pertenecer a la UE la imita o adopta otras reglas. A lo mejor serían más favorables para ellas, pero no hay duda de que perderán la simplicidad de operar con criterios comunes en toda Europa. Con un agravante: tras el lío de la anulación del Safe Harbor y la elaboración de urgencia de otro esquema aceptado al otro lado Atlántico (Privacy Shield), ¿quién adivinará cómo se restablecerá la normalidad en la transferencia de datos entre los 27 y el ex miembro de la UE a partir de 2019?

Es lógico pensar que no habrá discontinuidad, pero no pocas inversiones en centros de datos van a redirigirse a la vecina Irlanda, nuevo santuario para los proveedores globales de servicios cloud.

Les aviso que entre mis notas personales y las sugerencias de los lectores, acumulo una decena de incógnitas que el Brexit deja en el aire, pero esta serie no puede ser indefinida: debo dedicar atención y espacio a otros asuntos de interés. No lo tomen como un abandono del tema, porque va para largo.


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