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  22/11/2013

22Nov

Si no fuera por unas lágrimas de Bill Gates y la voz turbada de Steve Ballmer, la junta de accionistas de Microsoft no habría aportado nada a la historia de la compañía. La historia estaba cambiando a muchos kilómetros, en Finlandia, donde otra junta general, la de Nokia, aprobaba la venta a Microsoft de su división de móviles. Este será una de las claves del futuro que se abre ante Microsoft; la otra, que por ahora dispara rumores, es la inminente sustitución de Ballmer después de 18 años como CEO. La noticia está al caer, y toda la compañía la está esperando.: Alan Mulally, Bill Gates, Microsoft, Stephen Elop, Steve Ballmer, Tony Bates

¿Hay novedades? Ninguna que sea fiable. Por inercia, algunos cronistas siguen con el tamborilillo de la (presunta) short list de candidatos a suceder Ballmer. Dicen que sus fuentes les han dicho esto o aquello, pero sus crónicas son repetitivas y banales. Como esta, sin ir más lejos. Confieso que tengo una única fuente en Redmond [y no es española) a la que no pienso consultar porque sé que no sabrá nada de un asunto reservado al inalcanzable sanedrín.

En general, desde el inicio del proceso hay dos líneas posibles para buscar la persona adecuada: outsiders o insiders. Otra forma de verlo es una antinomia más delicada, entre alguien que conozca bien la empresa desde dentro, lo que es un mérito y a la vez podría arrastrar conflictos latentes, con varios nombres conocidos del equipo que rodea a Ballmer, o alguien que, viniendo de fuera, sea un integrador. Entre las dos categorías, el ´tapado` pudiera ser Tony Bates, que viene de Cisco pero se ha adaptado admirablemente al ambiente de Microsoft, y además ocupa un puesto vagamente definido, como si estuviera en lista de espera.

Pero las crónicas insisten en Stephen Elop, que se fue y volvió, un personaje que ha estropeado su imagen de directivo fiable al cobrar una cifra poco explicable a la luz de su incapacidad para salvar a Nokia del incendio. A pesar de ese antecedente, o tal vez por eso mismo, es jaleado por los sospechosos habituales que predican la segregación de Microsoft. Una «solución» demasiado drástica ahora que la compañía parece haber recuperado una cierta estabilidad. Otros han escrito que si Elop fuera el elegido, se desmembraría pronto el equipo que Ballmer deja tras la reestructuración de julio, por el descontento que su ascenso provocaría. Puede ser, no lo sé, pero esta opinión certifica uno de los dilemas de la sucesión de Ballmer: seguir la hoja de ruta que deja trazada o desvirtuarla con un heredero que no la respete.

Por eso se insiste en que el favorito sería un supergestor, Alan Mulally, CEO de Ford y amigo personal de Ballmer, a quien le ponen dos pegas, ser ajeno a la industria de las TI, y su edad (68), que impediría un mandato largo. Cada desventaja podría invertirse, si se piensa que lo que Microsoft necesita es alguien que ponga orden con modos de restaurador. Si es lo que se busca, coincide con el perfil de Mulally, acreditado en Boeing y luego en Ford. Poco más se puede decir para satisfacer la curiosidad que rodea el asunto. No más de media docena de personas han de conocer ya el desenlace. ¿Por qué agitarse con adivinanzas?


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