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  23/11/2016

23Nov

Es de agradecer que Chuck Robbins, CEO de Cisco, no recurriera a los clichés exculpatorios de uso habitual en el sector para con ellos disimular los problemas que revelan las cuentas del primer trimestre de su año fiscal 2017. En lugar de ello, Robbins se sinceró con los analistas – y luego con algunos periodistas a quienes atendió por teléfono – al decirles que «en este momento, podría identificar aquí o allá alguna dosis de optimismo [pero en muchos casos] se trataría de inversiones que no nos benefician directamente; en todo el mundo prima una situación de incertidumbre que sin duda tendrá impacto. Podría ser positivo o podría ser más duro».

Uno de esos factores hoy ambiguos – lo dijo Robbins y lo confirman las noticias de los últimos días – sería la revisión de las reglas de neutralidad de las redes, que podría impulsar la administración Trump. Sobre la perspectiva de que esta facilite la repatriación de fondos que Cisco tiene aparcados fuera de Estados Unidos, la CFO Kelly Kramer dijo que en tal caso el dinero se usaría para reducir el monto de la deuda, posiblemente elevar la autocartera e invertir en inversiones estratégicas. «Reconozco que esa reforma fiscal nos daría mayor flexibilidad».

Los ingresos de Cisco en el trimestre cerrado a finales de octubre sumaron 12.352 millones de dólares, un incremento del 1% sobre un año antes. En realidad, cayeron nominalmente un 3%, pero si se detraen las desinversiones del año anterior, el saldo pasa a ser positivo.

La gran mancha en los resultados trimestrales ha sido el negocio de switching, que cayó un 7% [3.715 millones], e incluso peor secuencialmente. Se trata de un golpe severo por tratarse del 30% de la facturación total. Los únicos segmentos que han arrojado saldo positivo han sido los routers de nueva generación [un éxito de la plataforma ACI] y la seguridad. Todos los demás cerraron en rojo, incluídos los de colaboración y servidores.

Aunque el CEO aleccionó a los analistas [y a la prensa, me imagino] para que no se deje influir demasiado por los trimestres individuales, el consejo se quedó corto, ya que él mismo pronosticó que en el conjunto del año fiscal [agosto a julio] los ingresos totales sufrirán un retroceso de entre -2% y -4%. Como detalles tranquilizadores, agregó que el cash flow sigue siendo robusto, lo que permitirá recompensar a los accionistas con un aumento del dividendo.

Actualmente, el mayor riesgo radica en la desaceleración de inversiones de los proveedores de servicios (vulgo: operadores), cuyas compras a Cisco cayeron un drástico 12% y, a tenor de lo que dijo Kelly Kramer, no se espera que mejoren en el segundo trimestre y quizás en todo el ejercicio. El mercado de las telecomunicaciones – explicaron Robbins y Kramer – atraviesa una fase de consolidación, incertidumbre regulatoria y «ciertos retos seculares» (sic). Todo ello combinado ha hecho que clientes importantes de Cisco redujeran sustancialmente su capex mientras tratan de interpretar lo que el futuro depara a su negocio. No deja de ser paradójico, cuando los estudios publicados por la propia Cisco indican un tremendo crecimiento del tráfico, en particular de vídeo, por las redes de los operadores.

La de Robbins no deja de ser una descripción realista. Los operadores de todo el mundo están – con distintos grados de compromiso – evaluando las arquitecturas de red virtualizadas, basadas en SDN y NFV, un comportamiento que descoloca a los vendedores tradicionales de hardware y favorece la aparición de nuevos competidores cuyas raíces están en el software.

La tendencia se ha puesto crudamente de manifiesto en los recientes resultados de Nokia y Ericsson, cuyos ingresos de redes cayeron el 12% y el 19% respectivamente. Ciertamente, sus circunstancias son distintas a las de Cisco, que vive su propia transición con una oferta más diversificada que aquellas. Qué efecto podría tener esta situación en el pacto de Cisco y Ericsson, es una de las incógnitas del momento.

A pesar de todo, Robbins se declaró «muy satisfecho» con la evolución de Cisco hacia convertirse en compañía de software y servicios con un modelo de ingresos recurrentes, eje de su propuesta estratégica con la que se ganó el puesto de sucesor de John Chambers, frente a candidatos más aferrados al modelo tradicional. La diversificación está en marcha, y el CEO puso mucho énfasis en destacar los progresos en el área de seguridad, que considera prioritaria, con un crecimiento del 11%. Aunque, en una visión de conjunto, sólo aporta 540 millones de dólares, el 4,7% del total. A Chuck Robbins le queda un camino accidentado en su segundo año al mando.


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