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  29/05/2019

29 de mayo 2019

Poco ha durado la alegría de los accionistas de Qualcomm. Exactamente del 16 de abril al 21 de mayo. Tras el acuerdo con Apple que puso fin a una larga batalla judicial, la cotización de la primera subió 23%. Desde que se conoció la sentencia desfavorable a Qualcomm en el proceso iniciado por la FTC (Federal Trade Commission), su acción ha vuelto a caer un 17%. Hasta ayer.

La jueza Lucy Koh, concida por haber presidido otros juicios célebres sobre patentes, ha sentenciado que Qualcomm es culpable de infringir capítulos clave de la ley antimonopolio. En 233 páginas de argumentación, ha logrado algo que ni los competidores ni los reguladores de medio mundo habían conseguido hasta ahora: promover un cambio radical del modelo de negocio de Qualcomm. Si se aplicara el criterio judicial, la compañía se vería obligada a rebajar sus royalties, a renegociar los contratos firmados y a ceder su propiedad intelectual en condiciones razonables a los competidores. El impacto en su cuenta de resultados es imposible de calcular en este momento, pero sería elevado.

Obviamente, Qualcomm recurrirá en todas las instancias a su alcance, por lo que el desenlace tardará años en llegar. Cabe entonces  preguntarse qué habría hecho Apple si la secuencia entre ambos juicios hubiera sido la inversa, como durante un tiempo se creyó que ocurriría. Probablemente, a disgusto, se hubiera allanado a negociar un acuerdo, puesto que no tenía alternativa de suministro de un módem con el que equipar su iPhone 5G, previsto para el año próximo.

En sus conclusiones, la jueza deja escrito que “la demandada ha mantenido durante años una conducta  que resulta excepcional en la industria. Se ha negado a vender sus chips a los fabricantes de móviles [cita a Motorola, Samsung, Lenovo y Huawei, además de Apple] que no aceptasen firmar un contrato de licencia sobre la totalidad de su cartera de patentes [con independencia de que usaran o no esa propiedad intelectual]; para reforzar su posición no ha vacilado en cortar o retrasar las entregas de software ni en amenazar con retirar el soporte técnico a sus productos”. En cuanto a sus competidores directos (menciona a Samsung, Broadcom y Mediatek) se ha negado a negociar con ellos licencias sobre su propiedad intelectual.

Según dicta la sentencia, Qualcomm deberá someter a la FTC una propuesta de correctivos a la situación descrita, así como un mecanismo de verificación de cumplimiento durante los próximos siete años. Ahora está en manos de la comisión solicitar la aplicación cautelar de la sentencia o – lo más probable – dejarla provisionalmente sin efecto hasta que se resuelva en apelación.

Ya he descrito en este blog el deterioro de las relaciones entre Qualcomm y Apple, de modo que no insistiré. Pero me parece interesante observar que la jueza reflota una cláusula del llamado Marketing Incentive Agreement (MIA) en virtud de la cual Qualcomm ha reembolsado a Apple una parte de los royalties recibidos a cambio de la exclusividad contratada, estipulando que ese pacto caducaría automáticamente si algún producto de Apple incorporase un chip de banda base (módem) de otro suministrador.

También rescata la jueza Koh un episodio hasta ahora conocido sólo parcialmente: Qualcomm aceptó indemnizar a Samsung para que esta retirase su denuncia por prácticas anticompetitivas. Como secuela de ese trato, los smartphones Galaxy destinados a ciertos mercados integran desde entonces procesadores Snapdragon mientras en los otros mercados llevan los  Exynos de Samsung.

El modelo de negocio de Qualcomm Inc, se transparenta en su cuenta de resultados. La mayor parte de sus ingresos procede de la venta de chips (su rama QCT) pero obtiene el grueso de sus beneficios de QCL, titular de la cartera de patentes. La llave maestra se resume en un  lema, ´No license, no chips´, que aplica a rajatabla. Por cierto, la cuantía a pagar por las licencias se define por el precio final del producto (con un tope de 400 dólares) y no por el coste de las partes suministradas por Qualcomm.

Esta anomalía siempre se ha argumentado por la necesidad de financiar el esfuerzo de I+D que se necesita para mantener el ritmo de innovación adelantándose a las necesidades de la demanda. Esta tesis es, al parecer, compartida por la administración Trump: el departamento de Defensa ha querido influir desde fuera al declarar que Qualcomm es un “campeón nacional” indispensable en el desarrollo de la tecnología 5G. En cuanto al departamento de Justicia, se personó en el proceso para advertir a la jueza que si diera la razón a la FTC [agencia formalmente independiente] provocaría más perjuicios que beneficios” en la capacidad competitiva de Estados Unidos. El recurso de Qualcomm deja este argumento en manos de un tribunal superior.

Lo que me lleva inevitablemente al contexto actual, marcado por la hostilidad de la administración federal contra Huawei y los efectos de la así llamada guerra comercial con China. Baste recordar que la FTC inició el proceso contra Qualcomm en 2017, durante la transición entre Obama y Trump, con una proporción dentro de la comisión que desde entonces se ha invertido a favor de los republicanos.

Prácticamente dos terceras partes de los ingresos de Qualcomm se originan, directa o indirectamente, en China, lo que significa que la compañía está expuesta a circunstancias políticas que no puede controlar. Al mismo tiempo, desde Washington se le asigna un rol esencial en la defensa de la primacía estadounidense en las comunicaciones 5G.

Es cierto que Huawei tiene una (relativa) autonomía, ya que sus smartphones llevan chips de diseño y producción propios. Pero, en comparación, las demás marcas chinas integran chipsets Snapdragon, aunque por el momento no se han visto afectadas por las medidas arancelarias de Donald Trump.

De ello podría deducirse que Qualcomm ha podido hasta ahora proteger su modelo de negocio gracias a un monopolio “natural” que ni siquiera Intel ha podido romper. Bueno, alternativas hay: Samsung tiene sus Exynos, Huawei sus Kirin así como MediaTek tiene sus Helio. Aun así, la ventaja adquirida por Qualcomm en las tecnologías 5G se antoja decisiva. Tecnológicamente, sin duda, pero sus accionistas acaban de descubrir un factor inesperado, la repentina incertidumbre jurídica.


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