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  29/04/2013

29Abr

Me han pedido que explique mejor por qué Apple, pese a disponer de una tesorería de activos líquidos por valor de 145.000 millones de dólares [en bancos o en títulos realizables de inmediato] ha decidido emitir bonos de deuda, que un titular ingenioso ha bautizado como iBonds. Como he dicho, no es un caso excepcional. Y como no soy experto en ingeniería fiscal, recurro a fuentes externas, que confirman lo dicho: la clave está en que endeudarse es barato, en todo caso mucho más barato que tributar por la repatriación del dinero radicado fuera de Estados Unidos.

Supongamos que Apple decide repatriar 30.000 millones, pagando al fisco una tasa del 26%: recuperaría unos 22.000 millones con los que comprar acciones propias. Ahora supongamos que las adquiere a 440 dólares por acción (una prima razonable sobre la cotización actual), lo que le permitiría absorber un 5% aproximadamente para su autocartera. Si, en cambio, tomara prestados 30.000 millones, recompraría el 7%. Ahora bien, gracias a la excelente calificación que merecen sus bonos, pagaría un tipo de interés de entre el 2,5% y el 3%, y además podría desgravar parcialmente esos intereses. El fruto previsible de la maniobra sería un alza de las acciones. Negocio redondo. Porque el dinero que se queda fuera sigue generando intereses que engordan el tesoro.

Pero Apple no es una empresa financiera, advierte Nacho G: ¿qué sentido tiene esta maniobra? Dos en uno: remunerar a sus accionistas y devolver a la acción el brillo que ha perdido en los últimos meses. Según el programa de buyback anunciado, entre agosto de 2012 y diciembre de 2015, la compañía habrá recomprado unos 60.000 millones de dólares en acciones ordinarias, valor que sumado al incremento ya aprobado del dividendo, completaría los 100.000 millones que Tim Cook ha prometido devolver a los inversores antes de finales del 2015.

Mientras tanto, Apple seguirá generando cash – es verosímil que dos tercios se queden fuera de Estados Unidos, pero esa es otra historia – con lo que podría dedicar tan ingente cantidad de dinero a comprar empresas o invertirla en desarrollar nuevos productos que le ayuden a compensar la erosión de márgenes que inexorablemente sufrirán los actuales. A partir de aquí, la interpretación es libre: Nacho opina que si Apple tiene que recurrir a trucos financieros para sostener el valor de sus acciones es porque a) sabe que no volverán a trepar hasta los niveles que alcanzaron el año pasado, y b) premiar con dinero a los accionistas es una manera de decirles que se ha quedado corta de ideas innovadoras. En las dos hipótesis, que son exclusivamente suyas, el lector lamenta, que Apple se convierta en «una empresa como las demás».


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