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  29/01/2013

29Ene

Un buen amigo me ha recomendado la lectura retroactiva de un artículo del sociólogo Holm-Detlev Köhler, publicado en El País el 4 enero. Lo he recuperado, tratando de entender mejor las noticias sobre Alemania, cuyas empresas, tan orientadas a la exportación, habrían perdido la confianza en una próxima recuperación de la eurozona, al tiempo que esperan el impulso que vendrá de China y Estados Unidos (al menos, es lo que cuentan compañeros que la semana pasada estuvieron en Davos).  

El texto de Köhler se propone desmitificar la noción de que el éxito económico de Alemania (relanzado por Schröder y prolongado por Merkel) se deba a unos hábitos sociales de austeridad, de supuesta matriz ideológica luterana. «Fueron los sindicatos – según el sociólogo – los que convencieron a las empresas a renunciar a la flexibilidad  externa o ajuste vía despidos, y negociaron una amplia gana de medidas de flexibilidad interna [entre ellas] la exitosa solución del kurzarbeit (trabajo corto) que permite a las empresas la puesta en práctica de reducciones temporales de tiempo de trabajo para capear las tormentas sin deshacerse de su capital humano». Vale la pena leerlo [ya digo, El País 4/1, La cuarta página], pero no quisiera dejar de transcribir un párrafo significativo.  

«Simplificando, un empresario alemán aprovecha los momentos de coyuntura económica expansiva para invertir en nuevos equipamientos y tecnología, que le permiten mejorar la productividad de su empresa y la competitividad de sus productos, y en tiempos de crisis pacta con los sindicatos medidas de reducción de jornada y de formación continua, que le permiten retener mano de obra cualificada. Mientras, un empresario español [notabene: Köhler es profesor en la universidad de Oviedo] contrata en épocas boyantes mano de obra barata a través de contratos temporales, lo que no le permite mejorar ni en productividad ni en competitividad, y después opta por el despido masivo y se aprovecha de la crisis para exprimir a los empleados restantes. Por eso la productividad aumenta en Alemania en tiempos de crecimiento y desciende durante las crisis. Justo lo contrario que en España, donde los pocos trabajadores que quedan deben trabajar mucho más que antes».

Se me ha agotado el espacio, amigos, pero confío en que sea suficiente como motivo de reflexión, y ojalá que de debate con los lectores, que últimamente echo en falta.


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