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  30/09/2013

30Sep

Por lo general, aceptamos como normal que los Presupuestos Generales del Estado – antes una furgo, ahora un pendrive – no sean creíbles, y que su ejecución quede al arbitrio de las circunstancias, con mayor o menor grado de arbitrariedad. Los de 2014, que se presentaron este viernes, no es sólo que no son creíbles, sino que traducen el propósito consciente de prolongar la devaluación interna. Ya saben, ese concepto por el cual ya que un país no puede depreciar el euro, opta por depreciar los salarios. Según un colega que suele expresar lo que quiere transmitir el ministro de Economía, «lamentablemente, de esta crisis saldremos un 30% o un 40% más pobres de lo que éramos en el 2007». Atentos al adverbio.

La premeditada devaluación interna consiste en confiar que España será competitiva si aplica una una caída sistemática de la demanda (esto es, ser un 30% o un 40% más pobres) con la esperanza en que la recuperación ajena potenciará las exportaciones y permitirá que el PIB crezca el 0,7% en 2014. Si no he leído mal, el proyecto de PGE apuesta por un 5,6% de aumento de las exportaciones, que es apostar mucho.

Casualmente, la semana pasada el FMI subía a Internet una presentación de Reza Moghadam, su economista jefe para Europa, en la que expone la visión del organismo sobre las perspectivas de la eurozona. Su diagnóstico es, en resumen, el siguiente: la economía europea se va estabilizando, algo que ya se observa en los mercados financieros, pero no obstante la recuperación es débil y frágil por el lado de la demanda. «¿Cómo pasar de la estabilización a una recuperación genuina», se pregunta ayudándose de un cubo de Rubik.

«Con algunas excepciones – recita Moghadam con impecable labia académica – el exceso de endeudamiento es el mayor de los problemas». En crisis anteriores, sus efectos se atenuaban gracias a la inflación, que alentaba un aumento [fuera real o ilusorio] de renta de los hogares. En la crisis actual, como la inflación es un tabú, esa salida hay que excluirla, y el economista se queda a un palmo de evocar para Europa (o para algunos de sus países) un largo estancamiento a la japonesa.

La política económica aplicada estos años en Europa ha enfatizado la reducción del endeudamiento del sector público – consolidación fiscal – como primera prioridad, pero Moghadam advierte que la deuda de familias y empresas es el principal factor limitante del crecimiento, mucho más que la deuda pública. La bajada del coste de dinero, si persistiera, puede ayudar a las empresas a desendeudarse, «un proceso que apenas ha comenzado», nos dice. Esta sería la razón por la que, al igual que hacen las familias, las empresas no gastan, y por tanto en términos macro el ahorro crece. Una vez más, el dilema entre ahorro o inversión. Más difícil de resolver que el cubo de Rubik.


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