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  3/04/2014

3Abr

Me complace decir que este blog tiene un buen número, creciente, de suscriptores en América Latina, a los que no siempre puedo dedicar la información específica sobre sus mercados. Lo menciono porque hoy vuelvo sobre un asunto que no desaparece de mi radar, gracias a la bondad de mi amigo Paco. La reforma de las telecomunicaciones en México sigue su curso legislativo, con la tramitación de los proyectos de «leyes secundarias», y esta vez el conflicto ha estallado entre el presidente Enrique Peña Nieto y el megamillonario Carlos Slim.

El envite es de los grandes. A través de subsidiarias de su grupo América Móvil, Slim controla algo así como el 80% del mercado mexicano de telefonía fija (Telmex) y el 70% de la telefonía móvil (Telcel). No extraña pues que la legislación lo defina como operador dominante – «agente económico preponderante» – para sujetarlo a una regulación asimétrica que pretende favorecer la competencia. Ahí está el quid de la cuestión: para que ese objetivo se cumpla, el regulador Ifetel se ha anticipado al ordenar una rebaja media del 37% en las tarifas de interconexión que las empresas de Slim cobran a sus competidores por acceder a la ´última milla`. El grupo ha hecho de la medida un casus belli, calificándola de «expropiatoria», tras lo cual ha iniciado el procedimiento legal de petición de amparo contra la decisión del regulador.

Las cifras en juego justifican el alboroto: el mercado mexicano de telefonía se estima en 375.000 millones de pesos (20.900 millones de euros), siendo la móvil el 66% de esa cifra. El valor bursátil de América Móvil, pese a una caída de la cotización desde que empezó el proceso de reforma, equivalía el viernes pasado a la semana pasada a 52.000 millones de euros.

Hay un segundo aspecto, tanto o más polémico que el anterior. El proyecto de ley secundaria [reglamento] que Peña Nieto ha enviado al congreso, impediría al conglomerado de Slim acudir a la licitación de nuevas licencias de televisión en abierto, lo que según este constituye un bloqueo a la apertura del mercado a la competencia, «en detrimento del interés de los consumidores».

Tiene guasa que Carlos Slim, durante décadas fue un firme sostén del poder político de cada momento, haya recibido en este conflicto el apoyo del líder de la izquierda radical, Andrés López Obrador, y de la prensa que le es afín. Según dicen mis colegas de la prensa mexicana, la paradoja no debería sorprenderme: al apoyar la postura de Slim, López Obrador trataría de debilitar a Peña Nieto para impedir que saque adelante su otra gran iniciativa – sin duda de mayor peso histórico – que es la reforma del sector petrolero, abriendo la posibilidad de que empresas extranjeras compartan con el grupo estatal Pemex la explotación de yacimientos de oro negro.

Volviendo a Slim: esta vez, los dolores de cabeza de Slim son domésticos, sin relación con sus filiales latinoamericanas ni con sus incursiones en los mercados europeos, que comparativamente parecen aguas mansas. Por otro lado, sin relación aparente con estas cuestiones – bueno, algo tendrá que ver – la filial mexicana de Telefónica tiene un nuevo CEO: se trata de Carlos Morales Paulin [a quien le interese: lo entrevisté en 2012 cuando ocupaba un puesto directivo en Telefónica Digital].


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