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  4/04/2014

4Abr

Asombra leer que el gobierno británico ha llegado a un acuerdo in extremis con Microsoft por el que pagará 5,6 millones de libras a cambio de prolongar durante un año el soporte a su base instalada de Windows XP. No se ha informado sobre el número de ordenadores afectados – serían decenas de miles, principalmente en la «agencia tributaria», según Nick Heath – pero se ha colado la idea de que el gasto es en realidad un ahorro, porque el «precio estándar» del soporte sería de 20 millones (!).

Asombra, por tanto, que unos funcionarios responsables no se enteraran a tiempo de algo que Microsoft (y los fabricantes, por la cuenta que les tiene) vienen propagando a los cuatro vientos: que la garantía del viejo sistema operativo caducará el próximo martes, 8 de abril. No es un azar que ocurra en martes: ese día, Microsoft distribuirá su acostumbrado tuesday patch, para corregir vulnerabilidades detectadas en las demás variantes de Windows, pero en la lista no estará XP. Quizás el parche dé pistas a los hackers acerca de sus puntos débiles, ya lo sabremos.

Si esto pasa en Reino Unido, qué pensar de otros gobiernos que no tienen idéntica potencia económica y tecnológica. Vaya por delante que no hay constancia de cuántos ordenadores del sector público español aún funcionan con XP. Unos cuantos, me temo, pero no en la Agencia Tributaria.

Según un informe de Gartner, en 2013 había en el mundo una base instalada, en números redondos, de 2.000 millones de PC, el doble que la de 2008. Es sólo una aproximación, claro. Con algo más de precisión, sabemos que 9 de cada 10 funcionan con Windows (el resto son Mac OS, Linux, etc). En España el porcentaje sería algo menor: 82,7%, el «sabor» más usado es Windows 7, que en menos de cinco años ha arrebatado el 54% de cuota mundial (y el 48% en España).

Sería una progresión normal si no fuera por la resistencia de los usuarios a abandonar Windows XP, que aguanta pese a su antigüedad. A la ´provecta edad de 13 años`, Windows XP sigue controlando el 18,6% de los PC que en marzo pasado se conectaron a Internet, según cálculos de StatCounter [otras fuentes apenas difieren]. La proporción es algo mayor en España (21,4%). Dicho redondamente: una quinta parte de los PC que se usan – probablemente serán más en la base instalada total – no han respetado el ciclo de vida decretado por Microsoft. Una porción no calculable de esos resistentes son, en la práctica, usuarios de copias piratas, otro buen motivo para que la compañía quiera acabar cuanto antes con la rémora.

Hay quien sostiene que Microsoft debería decretar el soporte perpetuo de todas las variantes de Windows. ¿Es ingenuidad o estupidez? La clave del asunto es que lo que bloquea la adopción de Windows 8 no es tanto el debate sobre el interfaz y el menú de inicio (que también) sino el hecho de que Windows XP sigue vivo en un 10% en las empresas y un 30% entre los consumidores, según estimaciones que no sé de dónde salen. O sea que, aun sin crisis y sin la competencia de las tabletas, la demanda de PC – y consiguientemente de licencias – estaría deprimida por culpa del superviviente XP.

La muerte programada de XP está llevando más tiempo del previsto, y la industria muestra cierta ansiedad comprensible. Lo que no tengo nada claro es que la estrategia del miedo sea un incentivo para reactivar las ventas de PC. Si en las próximas semanas no se pusiera en evidencia algún fallo de seguridad masivo en la base instalada (¿300 millones de PC?) de Windows XP, la renovación será lenta. O más lenta de lo que conviene. A menos que Satya Nadella se atreviera a dar un paso hacia la gratuidad de Windows, como ha hecho Apple con su Mac OSX. No caerá esa breva: son miles de millones de dólares.


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