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  4/04/2017

4Abri

Si 2017 fuera un año normal, los nuevos miembros de la familia Galaxy – secuencialmente bautizados S8 y S8 Plus – deberían haberse presentado en el Mobile World Congress. El mercado mundial da claras muestras de saturación, por lo que competir en el segmento de gama alta equivale a llevarse una fracción, relativamente pequeña pero rentable y mediática, del mercado. En esta franja premium, los consumidores suelen ser fieles a una marca, pero cuando la abandonan puede que sea para siempre.

No es 2017 un año normal. No lo es para Samsung, que necesita redimirse del desastre del Note 7, con la urgencia de anticiparse al golpe de efecto que prepara Apple con su próximo iPhone, el del décimo aniversario. Ojo, la marca de la manzana también tiene un problema: desmentir a quienes dicen que con el iPhone 7 se ha repetido a sí misma. Por si fuera poco, hay un tercero en discordia, Huawei, que empuja con  voluntad de subir a la segunda posición en 2018 y a la primera en 2021: el caso es que a finales de febrero, la marcha china aprovechó la debilidad de Samsung para causar sensación con su smartphone P10.

Permítase un apunte sobre el mercado. Según IDC, Samsung (22,8%) y Apple (11,7%) cubren una tercera parte de la demanda mundial, seguidos por Huawei (9,3%). Estas cifras son demasiado genéricas, porque a) Samsung tiene un extenso catálogo y Apple sólo compite en la gama premium, y b) el mercado chino representa el 53% de las ventas de Huawei [un año antes era el 60%] con fuerte progresión en Europa y nula presencia en Estados Unidos.

Este es, creo, el contexto en el que analizar la presentación de los nuevos Galaxy en Nueva York el pasado día 29. Cuando, dentro de un par de semanas, se publiquen los resultados del trimestre, ya se verá. De momento, ya tenemos un par de datos significativos: Huawei ha reconocido que su desaceleración en 2016, explicándola por la caída de márgenes y el incremento de inversiones en su división de consumo. Tal vez sea más interesante saber que Foxconn ha anunciado un descenso de beneficios por primera vez desde que salió a bolsa en 1991, en su caso debida a la contracción de órdenes de Apple.

En general, puede decirse que los consumidores ya no se excitan con el hardware de un nuevo smartphone [ni con las aplicaciones, pero esta sería otra historia]. Queda por ver qué influencia tendrán los elogios que se han escrito estos días.

Los directivos de Samsung están convencidos de que aún se puede hacer mucho para atraer a los consumidores con novedades en lo más obvio, el formato. Lo que lleva a su apuesta por las pantallas curvas y la ratio de aspecto Infinity Edge (18.5:9] en estos dos nuevos modelos. Cuando podía pensarse que los smartphones habían alcanzado el máximo tamaño aceptable, Samsung ha encontrado la manera de sorprender: en estos dispositivos, toda la superficie es pantalla.

«La gente quiere pantallas grandes, pero no quiere móviles grandes», explicó durante la presentación D.J.Koh, cabeza de la división de móviles de la compañía. Curiosamente, dicen, una pantalla de 5,8 sin bezel deja la misma impresión que un S7 de 5,1 pulgadas. ¿Valdrá la misma regla para el S8+, de 6,2 pulgadas?

Estas características – opinan mis amigos ´gadgetólogos` – pueden jugar a favor de Samsung en la competencia que se avecina. Según ellos, atentos a los rumores circulantes, el próximo iPhone también tendrá 5,8 pulgadas, sin bezel y esconderá el ID Touch. Las incógnitas por aclarar son: ¿qué dispositivo van a reemplazar los nuevos Galaxy? ¿Otro modelo de la misma marca, otro Android o quizás un iPhone? ¿Seguirán otras marcas el mismo camino, banalizando estas innovaciones? La canibalización aparece como la mejor salida en un mercado saturado. Aunque algunos predican por ahí la proximidad de un «superciclo» que cambiaría las tornas.

No hay duda de que la apariencia marca diferencias sustanciales. Pero puede que sean igualmente valiosas ciertas funciones ya conocidas en  modelos anteriores: carga inalámbrica, resistencia al agua, distintas formas de desbloquear el móvil. En síntesis: sin perder la continuidad, Samsung ha renovado su hardware para mejorar la llamada ´experiencia de usuario`. Hasta con la batería – asunto delicado – se ha atrevido: según dijo Koh, una nueva química asegura más duración y evita una prematura degradación.

Otro signo es el énfasis puesto en el asistente personal Bixby, cuya utilidad dependerá de su cualidad de deep learning, por tanto de que sea usado intensamente y de las complicidades de terceros. Pero, para mi gusto – ya que no he visto ni tocado un S8 – lo más destacado es el accesorio DeX, que transforma el smartphone en un PC, así como Samsung Connect, una aplicación a través de la cual los usuarios podrían activar dispositivos IoT. Son intentos de algo que Samsung puede permitirse: articular un ´ecosistema` de productos bajo su marca.


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