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  7/03/2014

7Mar

Sería banal que pretendiera resaltar la importancia del papel de los directores financieros o chief financial officers. No sé lo que pasa en otros sectores, pero en este del que me ocupo, varios del gremio han dejado su puesto en los últimos tiempos, por lo general antes o después de la salida del CEO al que han servido como escuderos. El caso más reciente ha sido el de Mark Loughridge en IBM. Pero la inconbustible Cathie Lesjak ha visto desfilar tres CEO sucesivos en HP; lo contrario ha ocurrido en Microsoft, que en pocos años ha tenido tres CFO antes de acertar (eso dicen) con Amy Hood como rótula en la transición de Ballmer a Nadella. Esta semana se ha sabido que Peter Oppenheimer deja idéntico puesto en Apple, y la noticia ha despertado interrogantes. Es lógico: la empresa vale 475.000 millones de dólares en bolsa, y estas cosas no pasan en silencio.

La trayectoria de Oppenheimer ha sido singular porque la de Apple lo es. Con él sale del comité ejecutivo otro veterano que vivió toda la segunda era de Steve Jobs. Ingresó como controller en 1996 y alcanzó el puesto de CFO en 2004, desde entonces las ventas de Apple se multiplicaron por 21. Más directamente relacionado con su labor está el hecho de que deja la tesorería de la corporación en unos 142.000 millones, una vez descontada la deuda. Este tesoro es el origen de los cotilleos en torno a su inesperada partida.

Me cuenta Mario Kotler que en los restaurantes de Cupertino se habla desde hace tiempo de discrepancias entre el CFO y el CEO de Apple, que giraban en torno a la política de recompra de acciones, a la que Tim Cook ha accedido para ganar tiempo ante las exigencias de los inversores activistas, pero que ni así ha conseguido que la cotización remonte. Es probable que lo que a Mario le dijeron entre chuleta y chuleta cenando en Faultline, no sea del todo fiable, pero él me asegura que Jobs nunca hubiera aceptado el órdago de bucaneros como Carl Icahn y que, en esta materia, Oppenheimer seguía al pie de la letra el guión del fundador, y obedecía a regañadientes el del discípulo.

No es que me conmueva en absoluto el futuro de Oppenheimer. Al fin y al cabo, se lleva su bonus y sus opciones de muchos millones, a los 51 años de edad. Pero llama mucho la atención que su dimisión haya sido tan comentada en la prensa financiera como el nombre de su sustituto: un veterano es reemplazado por un recién llegado, es el resumen en titular. El nuevo CFO nació en Italia, se llama Luca Maestri y es descrito por un analista como «acérrimo partidario de asegurar el retorno de valor a los accionistas» [para sostener el precio de la acción, se entiende] en sus anteriores empleos, el último de ellos en Xerox. No tengo opinión formada, pero era impensable que Cook no moviera otra ficha (ya van dos) para formar su propia cuadrilla con gente que no trabajó con Steve Jobs.


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