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  8/03/2017

8Mar

No consta que Albert Einstein y Thomas J. Watson se hayan conocido personalmente, pese a ser coetáneos. 60 años después de su muerte, sus apellidos se han trasmutado en marcas registradas por Salesforce e IBM, con un común aroma a Inteligencia Artificial (IA), ese batiburrillo que tanto vale para denominar una disciplina científica (varias, en rigor) como para abanderar campañas de marketing.

El lunes, Virgina Rometty, CEO de IBM, y Marc Benioff, de Salesforce,  solemnizaron un acuerdo por el que ambas compañías van a combinar sus respectivas capacidades en IA. Al anuncio le han sobrado hipérboles, pero podría ser el primero de otros similares con otros protagonistas: toda la industria se ha apuntado a la moda de la IA – en una u otra acepción –  pero esta viendo que no será tan sencillo pasar del laboratorio al mercado: es previsible una onda de acuerdos más o menos sobre el molde del que une a IBM y Salesforce.

Según una declaración que el comunidado atribuye a Rometty, «dentro de pocos años, cada decisión personal o empresarial se tomará con la ayuda de la IA y de las tecnologías cognitivas». En ese plazo indefinido, la plataforma Watson afectará» (sic) a 1.000 millones de personas y su impacto se extenderá desde los coches conectados a la oncología, sin olvidar que también servirá para optimizar la recaudación de impuestos. Por su parte, Marc Benioff habría declarado que «la combinación de Watson y Einstein hará que las empresas sean más inteligentes», a lo que añadió un toque personal: IBM ha sido para él – dijo – la inspiración durante su carrera. Cosas que se dicen en según qué momentos: todo el mundo sabe que la inspiración de Benioff ha sido su tortuosa relación con Oracle, su antiguo empleador.

No hay que rascar muy profundo para descubrir que la integración de estas dos plataformas de AI es un noviazgo de conveniencia. Forzando la letra, puede decirse que Salesforce pasa a ser cliente de IBM en prestaciones de consultoría basadas en los ´conocimientos` de Watson, que van a alimentar la plataforma Einstein.

Se menciona un ejemplo, solo uno, pero seguro que habrá más: el ejercicio propone que una compañía seguros – usuaria de Salesforce – podría notificar a sus clientes de la inminencia de un tornado y aconsejarle cómo proteger sus activos asegurados. Para esto serviría la vasta información meteorológica que acumula Watson desde que IBM compró Weather Channel.

Tras el anuncio, Marc Benioff ha declarado a Andrew Nusca que «las dos compañías estamos alineadas por una misma visión de la inteligencia artificial, a la que hemos llegado desde distintas áreas de interés» [SaaS en el caso de Salesforce, ciertos mercados verticales en el de IBM]. Escépticos aguafiestas han comentado que Salesforce necesita agarrarse al  brazo de IBM para cambiar la pobre percepción pública que aqueja a Einstein desde que esta plataforma se anunció en la conferencia Dreamforce del año pasado. Un análisis elaborado por Deutsche Bank llega al punto de sostener que «Einstein es sin duda una idea intrigante, todavía en estadio estadio embrionario; un lanzamiento prematuro motivado por el marketing».

Desde luego, el acuerdo no carece de interés para IBM. Por un lado, atrae a su campo a Salesforce, tras la sonada ruptura entre esta y Microsoft;  por otro, la tecnología cognitiva de Watson no ha sido probada hasta ahora en la escala SaaS, en la que Salesforce ostenta el liderazgo. Queda excluído que el software de Watson – que sólo funciona en los sistemas de IBM – sea adaptado a los de Oracle que usa Salesforce, de manera que la duda es cómo se articulará el maridaje entre la nube de esta y la de IBM.  Un aspecto marginal del acuerdo es que IBM usará la plataforma de Salesforce en sus operaciones internas.

Para Benioff, el anuncio tiene un cierto efecto terapéutico. Hoy mismo se cumplen 18 años desde que fundó Salesforce. La acción está en alza, pero los accionistas expresan temor por la bulimia compradora del fundador. Este ha salido al paso prometiendo que no contempla ninguna adquisición importante en 2017; el año pasado, dedicó 5.000 millones de dólares a crecer inorgánicamente, y pudo ser mucho más. Tras la rabieta que sufrió cuando Microsoft se quedó con LinkedIn, Benioff estuvo a un paso de  comprar Twitter, e incluso se le adjudicó interés en Adobe. Lo cierto y real es que en la conferencia con analistas, insistió en que el mercado no está para aventuras.

 


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