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  12/12/2017

Anil Menon

Presidente de Smart+Connected Communities. Cisco Systems

La noticia no podría ser más oportuna: Bill Gates se propone invertir 80 millones de dólares en la compra de 25.000 acres (10.000 hectáreas) en Arizona para promover el desarrollo de una ciudad inteligente. Se publicó una semana antes de abrir sus puertas en la Fira de Barcelona, otra edición del congreso Smart City Expo. La coincidencia ofrecía una ´percha` para iniciar la conversación con Anil Menon, quien desde 2009 dirige la división Smart+Connected Communities, de Cisco. Lo que en principio era eso, una ´percha` se convirtió en un preludio a su descripción sobre cómo ha ido evolucionando la estrategia en esta amalgama que va adquiriendo rasgos de mercado específico.

Anil Menon

Bill Gates tiene intención de promover una smart city que se levantará desde cero. Hemos sabido de proyectos de ciudades ´inteligentes` ex novo en China y Arabia Saudi, y en esta exposición se muestran soluciones para digitalizar servicios en las ciudades existentes, en las que vive la mayoría de la humanidad ¿Dónde está el mercado? 

Su observación remite a mis primeros tiempos a cargo de este negocio de Cisco: empezamos por relacionarnos con promotores inmobiliarios involucrados en desarrollos urbanos en Oriente Medio y en China, pero pronto comprendimos que su concepción no era la nuestra. Por lo que he leído, el proyecto de Bill Gates tiene más características de comunidad residencial que de lo que nosotros entendemos por smart city; aunque, necesariamente, sus servicios tendrán que basarse en el despliegue de tecnologías digitales.

Pues eso, ¿cómo evolucionó la visión de Cisco desde aquel enfoque inicial? 

El siguiente paso fue un giro hacia el concepto de greenfield, cuyo ejemplo clásico es Songdo, en Corea del Sur. Son ciudades construídas desde cero, con la ventaja de partida de no tener infraestructuras previas, nada que reemplazar; ni siquiera tenían residentes [risas]. Acerca de su pregunta inicial, creemos que las mayores oportunidades de mercado no están en ese modelo sino en lo que se conoce como brownfield, las ciudades preexistentes que necesitan ser digitalizadas, transformadas, puestas al día. Generan una economía propia, tienen una cultura que las singulariza, están vivas y, por lo tanto, es relativamente sencillo descubrir qué quieren sus ciudadanos.

[…] no es lo mismo levantar una ciudad en el desierto que reemplazar la infraestructura de Barcelona o Madrid. Y el perfil de la inversión es otro.

Desde luego. Pero hay problemas adicionales: las grandes urbes han generado satélites, a veces llamadas ciudades-dormitorio. En estas tienden a centrarse los esfuerzos gubernamentales; por razones de políticas socales, suele dedicárseles más atención que a la decadencia de los distritos históricos. En algunas hay trasvases sociológicos y de recursos económicos. Una planificación zonal deberia equilibrar esos roles; lo que quiero decir es que la cuestión de la ´inteligencia` de las ciudades puede requerir un tratamiento regional que no es fácil gestionar.

Recuerdo que nos conocimos en Barcelona  hace seis años; usted acompañaba a John Chambers y nos presentó Jordi Botifoll. Imagino que desde entonces Cisco habrá tenido aciertos y errores

Muchos errores y algún acierto

¿Qué lecciones ha aprendido?

La primera vez que vine a Barcelona, a este congreso sobre smart cities, el público era escaso, me tocó hablar ante un centenar de personas. Me han dicho que este año hay 17.000 asistentes registrados; ayer había más de 500 escuchando mi ponencia […] Ya nadie piensa que smart city es un concepto válido para ciudades y países ricos. Copenhague o Barcelona,  pero no México o Jakarta. Hace pocos años, imperaba la idea de que una ciudad era inteligente si tenía wifi a disposición del ciudadano. El mensaje ha cambiado en todos los sentidos: una ciudad que merece el adjetivo smart debe digitalizar su iluminación, sus aparcamientos, el control de tráfico […]

Estos días, en este pabellón, se exhiben cientos de soluciones verticales

La verticalidad no es nuestra concepción de una smart city. Se comete un error cuando se dota de inteligencia a uno u otro servicio por separado. La iluminación urbana es uno de los que más ajustes requiere en función del cambio en las condiciones, lo que implica que para hacerla inteligente, hay que recoger y procesar mucha información […] lo mismo se puede decir del aparcamiento: no es lo mismo que llueva o no, que haya un accidente o una aglomeración. Si la iluminación y el aparcamiento tienen capacidad para reconocer circunstancias cambiantes, trasladarán la información a quien corresponda para que regule las señales de tráfico […] El mayor de los errores, y el más extendido, consiste en pensar que las smart cities son una categoría tecnológica. ¡No, no! Hay que centrarse en el ciudadano, no en la tecnología.

Si ese es el enfoque, ¿quién es el interlocutor?

Ahí ha dado con otro error corriente. Se tienen más en cuenta los intereses inmobiliarios y mucho menos a aprender de los funcionarios municipales. O, por otra parte, al prestar demasiada atención a los funcionarios, puede descuidarse la opinión de vecinos y comerciantes, o no se te pasa por la cabeza hablar con los sindicatos. Son errores que se cometen cuando falta una visión holística que aborde los problemas horizontalmente.

La configuración urbana es diferente en Estados Unidos y Europa o en América Latina. ¿Tiene Cisco una visión norteamericana y otra europea de lo que debería ser una smart city? ¿Hay otra propiamente asiática?

Cisco tiene una visión global.

¿Global quiere decir homogénea?

No, en absoluto. No hay una experiencia que encaje universalmente, pero algunos principios son válidos si se adopta un punto de vista horizontal: estándares abiertos, regulación flexible… La aplicación de estos principios depende de cada país, de cada ciudad, de realidades específicas.

¿Qué tiene de específico Europa?

El pensamiento más avanzado en la disciplina que llamamos smart cities viene de Europa. Es lógico, porque se ha dedicado mucho tiemp a la reflexión sobre cómo modernizar las ciudades europeas, más antiguas, con tramas urbanas complejas, generalmente sin crecimiento horizontal, con un patrimonio histórico… todo ello a la vez que se preserva la calidad de vida de los ciudadanos. En mi opinión, el concepto de sostenibilidad está más arraigado en Europa que en otros continentes. Hay países emergentes, como India, Indonesia o México, cuyo enfoque dominante es que sus ciudades están presionadas por las demandas de una clase media en rápido crecimiento.

Se trata de economía antes que de soluciones tecnológicas.

Muchas de las discusiones giran en torno a la viabilidad económica de una ciudad por comparación con otras: cómo atraer inversiones, cómo retener talento, cómo promover las startups… lo que no está para nada disociado de los servicios al ciudadano: cómo evitar el colapso de la circulación, cómo tratar los residuos urbanos. Es también una cuestión económica en la medida que poco más puede hacerse con el modelo convencional de financiación a través de impuestos.

¿Las soluciones son trasladables de una ciudad a otra?

Como he dicho, hay unos principios comunes. Cisco tiene una plataforma para ciudades conectadas, que puede adoptar formatos distintos según los casos. Cuando vengo a Europa, mis conversaciones son distintas que en mi país [India], donde está la segunda sede de este negocio de Cisco. La actitud de las autoridades es distinta, y la de los ciudadanos también. En Europa, es ineficaz el argumento de la reducción de costes, porque es interpretado inmediatamente como una amenaza para el empleo público; no se trata de hacer lo mismo con menos recursos, sino hacer más con los mismos recursos. Obviamente, en el mundo menos desarrollado, la cuestión presupuestaria es más aguda.

La estrategia de Cisco ha evolucionado desde un planteamiento centrado en la conectividad hacia una propuesta de plataforma de servicios. ¿Con qué resultados?

Desde que lanzamos la plataforma Kinetic, ya tenemos 30 ciudades que la están usando y otra decena en fase de despliegue; además, hemos dado respuesta a 65 peticiones para evaluarla. Debo precisar que la prestación de servicios urbanos inteligentes corresponde a nuestros partners, como  Ferrovial o Telefónicq, por ejemplo. En Cisco no somos expertos en agua, iluminación, limpieza o tráfico, pero sabemos bastante de infraestructuras digitales. Aparece una dificultad que resolver: cómo poner de acuerdo a los departamentos que tienen competencias sobre esas áreas, con normativas y presupuestos separados. Para ser inteligente, una ciudad tiene que cambiar mucho en su funcionamiento. Francamente, pocas están preparadas. También nuestros partners tienen que completar el cambio de mentalidad, desde un modelo clásico de capex a otro basado en la compartición de ingresos.

Un atributo importante de las smart cities es la seguridad. Se da el caso de que Cisco es un actor importante en el mercado de ciberseguridad. ¿Cómo se compaginan los dos negocios?

Nuestra plataforma incorpora una capa de seguridad. No es sólo que sea importante: la seguridad es una precondición para cualquier iniciativa de smart city. Los ciudadanos han de sentirse seguros. Hace unos años, el alcalde [Xavier] Trías, me dijo que Barcelona sería una smart city cuando los ciudadanos pudieran bailar con seguridad en la calle. Era su definición, y creo que puedo suscribirla. Para que así sea, el espacio urbano debe ser limpio, luminoso, transitable…y sobre todo seguro. Este ha sido desde el primer momento el sentido de nuestra colaboración con el ayuntamiento, y la razón por la que funciona aquí nuestro centro de excelencia en proyectos de smart cities.

 


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