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  7/06/2011

Apple explora, pero controla

El ambiente de los últimos días se había excitado tanto, que muchos esperaban más: una revolución jobsiana que pusiera el mercado patas arriba. Otros aplauden, convencidos de que la auténtica revolución está encerrada en las tres novedades que Apple presentó anoche en San Francisco: Mac OSX, iOS5 e iCloud. Aristotélicamente, la virtud está a medio camino: Steve Jobs, que hace años proclamaba que todos los dispositivos se conectarían para formar el centro de la vida digital, ha llevado esta ambición a “la nube”, manera contemporánea de decir que el verdadero centro de la vida digital será un servicio gestionado por Apple a través de sus servidores remotos. ¿Es poco o es mucho?

A priori, ya se conocían bastantes detalles de los dos nuevos sistemas operativos, de modo que la posibilidad de sorpresa se centraba en el tercer anuncio, iCloud. A la postre, muchas hipótesis han fallado: ciertamente, el nuevo servicio completa y da mayor alcance a iTunes, pero no es una revolución; recupera MobileMe, una idea que – se dice – Jobs nunca apreció por haber sido concebida durante su ausencia, pero está por ver si esta vez cala entre los usuarios.

Históricamente, Apple ha sido una empresa de hardware y de software, que sólo tardíamente ha prestado atención a los servicios. El más conocido de los suyos, iTunes, fue creado como una tienda, subordinado al interés primordial de hacer rentable la venta del iPod; más o menos lo mismo puede decirse de AppStore, la pieza maestra del éxito del iPhone. Steve Jobs dijo ayer que no hablaría de hardware sino de software, pero en el paquete metió un servicio que tal vez algún día llegará a ser la base del modelo de negocio principal de la compañia.

Muchos de los componentes del servicio en la nube mostrados anoche no son realmente nuevos. Google, Amazon y unos cuantos competidores ofrecen almacenamiento remoto de documentos y fotos, y proponen streaming de música para compartir en distintos dispositivos. Ahora llega Apple con su impronta y pone esas prestaciones en un servicio que tiene, de partida, la ventaja de su masa crítica de ordenadores, smartphones y tabletas, además de millones de usuarios de sus tiendas online. El control de su `ecosistema´, a menudo criticado por muchas razones, juega a su favor.

La música no tiene el protagonismo exclusivo, como pensaban hasta ayer mismo muchos comentaristas. Cuando, en 2009, Apple compró la pequeña compañía LaLa, el mundo interpretó que se aprestaría a reformular iTunes como un servicio de suscripción, pero no ha sido así. Durante un año, Jobs y sus lugartenientes han negociado con la industria musical, para llegar a unos acuerdos que, por lo dicho ayer, cambian poco el marco de los que ya estaban vigentes.

iCloud representa un desafío a Google Music y Amazon Cloud Drive, dos ofertas recientes de almacenamiento de música que no cuentan con la bendición de la industria musical y, por tanto, ven seriamente limitado su alcance. Más allá de este ámbito, compite directamente con Google, cuya oferta en la nube incluye servicios como Gmail, Calendar, Picasa  Docs, que permiten a los usuarios almacenar y editar el mismo documento o foto en distintos dispositivos. Con una diferencia que no es menor: la réplica de Apple sólo funciona – al menos inicialmente – en dispositivos de su marca. Un backup  automático forma parte del servicio.

Pero es inevitable volver a la música. En cierto sentido, iCloud puede definirse como una extensión de iTunes: los usuarios pueden descargar a sus múltiples (hasta diez) dispositivos todas las canciones que hayan comprado en la tienda de Apple, sin cargo extra,  y desde el momento del lanzamiento, sus colecciones serán automáticamente sincronizadas a tal efecto. Pero la sorpresa – fruto del acuerdo negociado con las discográficas – consiste en el «blanqueo»  de la música que hayan descargado por otros medios (legales o no): iTunes Match es una nueva función que hace un barrido de la colección del usuario para comparar sus copias con el catálogo de la tienda. Luego, sustituye las copias non sanctas por otras legítimas, pero el usuario no paga los 99 céntimos de rigor por cada tema, sino que le basta con una cuota anual de 25 dólares anuales para purgar el presunto pecado de piratería.


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