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  8/05/2015

«Chuck [Robbins] is an execution machine»

Pues eso. «Chuck es una máquina de ejecutar», dijo este lunes John Chambers del hombre que a finales de julio le sucederá como chief executive officer de Cisco, Chuck Robbins. ¿Qué menos que un elogio así en estas circunstancias? Pero la elección de las palabras, aunque suenen formales, nunca son inocentes. Se puede interpretar, por ejemplo, que Robbins no será un mero heredero, sino que lo han elegido para dar – o acentuar – un viraje sin que cruja ninguna cuaderna del barco. Desde que Cisco pagó el pato de la burbuja de las puntocom, Chambers dio varios golpes de timón para ponerla en la dirección del viento. A Robbins le tocará coger el timón, ajustar el rumbo y probablemente soltar lastre.

Chuck Robbins y John Chambers

Chuck Robbins y John Chambers

En el lenguaje usado por las corporaciones, ´ejecutar` significa apuntar directamente a los resultados, perseguir un objetivo definido, y suele implicar que habrá que tomar medidas desagradables. Ya se verá si este es el caso. Si, después de dedicar 16 meses a seleccionar un nuevo CEO, el consejo hubiera querido subrayar el continuismo, habría escogido a Rob Lloyd, a quien desde hace tiempo era visto y escuchado, dentro y fuera de la compañía, como CEO in pectore.

Hay hipótesis para todos los gustos, pero tal vez sea mejor empezar por una pregunta simple: ¿por qué se va Chambers? La respuesta obvia (tiene 65 años y lleva 20 en el puesto) no lo explica todo. Cisco es uno de lo que alguien ha llamado «los cinco jinetes de las TI» y el último en cambiar de CEO: desde hace dos años, lo han hecho IBM, Intel y Microsoft, y también Oracle recientemente. Salvo en este último caso, muy especial, el nuevo/a CEO no ha sido quien se esperaba.

Últimamente, muchos analistas venían dando la tabarra con la débil performance de la acción; era cuestión de tiempo que se manifestara una corriente crítica entre los inversores. El retorno de una acción de Cisco ha sido del 69% en los diez últimos años, comparado con el 125% del índice S&P 500 y con el 175% del mismo índice para las empresas tecnológicas. Es verdad que los ingresos se han recuperado – un 7% en el segundo trimestre del año fiscal, quizás un 5% en el tercero, cuyos resultados se conocerán el miércoles 13 – pero es poco para la ansiedad de Wall Street en estos tiempos. En una palabra: cuanto antes se hiciera el relevo, mejor.

Vale. Entonces, ¿por qué Robbins? Es sólo un detalle, pero parte de la misma casilla que ocupaba Chambers al ser escogido en 1995: VP mundial de ventas. Su rango será el mismo, pero el tablero es otro: la fuerza comercial de la compañía la forman hoy 20.000 personas en 87 países, este será el ejército al mando del nuevo comandante en jefe. Lo que se empieza a discutir estos días es el nombre de las batallas, las prioridades de Robbins, ya que ha sido recibido como ejecutor. «Hará lo que sea necesario hacer», zanjó Chambers la cuestión.

El tablero es otro, porque las fichas enemigas amenazan las posiciones de Cisco. Chambers había definido una ambición que se antoja gigantesca: ser la compañía número uno de las TI. Pero, de momento, sólo es líder en su métier original, el networking, e incluso en este ha perdido piezas de peso. Aliados de antaño – Dell, EMC, VMware – se han convertido en adversarios, y la atrevida irrupción de Huawei ha hecho destrozos.

Tercera línea de interrogantes: ¿cuáles serán las prioridades de Robbins? Naturalmente, ha dicho poco en su primera conferencia con los medios: «nos enfrentamos a una nueva ola de digitalización, la IoT [raro que no dijera IoE, como impuso Chambers a los suyos]… «Se nos presenta la oportunidad de una repetición de los 90 con la revolución digital que está ocurriendo». Otra pista verbal: «conectividad y convergencia [para] fusionar las aplicaciones con la infraestructura». El discurso previsible. Y ha dicho – como es lógico ahora – que aún no está seguro de cuáles serán esas prioridades por las que se le pregunta.

El colega Arik Hesseldahl ha resumido en cuatro puntos lo que, según él, va a hacer Chuck Robbins una vez ocupe el despacho de John Chambers. El objetivo genérico será elevar la cuota de la compañía en el gasto en TI que harán las compañías (y los gobiernos) en el nuevo ciclo económico. Para ello, tendrá que invertir en software, que es lo que subyace en una cartera de productos y servicios como la que pretende ofrecer al mercado. Es un salto necesario porque por ese flanco atacan los rivales que pretenden arrebatarle el dominio de los equipos de red, y también por ahí necesita reforzarse para que su oferta Intercloud sea creíble. El centro de datos será uno de sus campos de batalla; como se ha visto ayer en Cisco Connect, en Madrid, en los próximos meses hablará mucho de Fast IT, su nuevo eslogan.

Como ya venía haciendo en los últimos años, Cisco tendrá que invertir intensamente en seguridad, una categoría que Robbins califica como «una oportunidad arquitectónica significativa», frase que hay que entender en el sentido de arropar sus soluciones – de red o de datacenter – con las máximas garantías para diferenciarse de sus competidores. Ya es llamativo que la comunicación de Cisco insista en atribuir a Robbins la paternidad de la compra de Sourcefire, que Chambers firmó en 2013.

Si se trata de invertir, Cisco disfruta de una confortable tesorería, dotada de 53.000 millones de dólares [en buena medida atracado fuera de Estados Unidos]. Tiempo atrás, en entrevista con este blog, recordaba John Chambers haber adquirido 168 compañías; la lista, en la que hay de todo, sigue creciendo, y el futuro CEO perseverará en esa línea.

Lo anterior entronca con otro asunto polémico. En enero, el consejo de Cisco aprobó destinar 6.300 millones de dólares a la compra de acciones de la compañía, como muestra de su disposición a satisfacer a accionistas críticos. Algunos comentaristas sugieren – no se sabe con qué fundamento – que Robbins planteará que, en el próximo año fiscal, el flujo de caja se destine a otro fin más eficaz: inversiones y adquisiciones.

El pronóstico de Hesseldahl contiene otros dos elementos en clave interna. Según él, las adquisiciones de Chambers han creado disfunciones en la estructura de la compañía, dañando su eficiencia. Desmantelar los silos internos, es el nombre que da Arik a esta tercera prioridad. Aunque no lo dice así, conviene recordar que cuando Chambers se vio de cara ante la aparición de SDN (software-defined networking) como estrategia común de sus rivales, optó por llamar a antiguos empleados para que formaran una empresa, comprometiéndose a comprarla luego, con tal de desarrollar una respuesta a esa ofensiva. Cuarta prioridad posible, en este esquema: pese a varias reorganizaciones, puede que Robbins se sienta con las manos libres para hacer otra, más allá de los límites que Chambers no quiso traspasar.

Lo que probablemente no hará Robbins será asumir el perfil público de Chambers como eficaz evangelista de Internet en los grandes foros internacionales: pocos son los políticos que no han recibido la visita del CEO de Cisco. Otra cosa es que Chambers decida, como se ha dicho tantas veces, cruzar la línea y descubirse vocación política. Esto sí que es un futurible.


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