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  18/02/2012

Francisco Román

Presidente Ejecutivo de Vodafone España

Después de años de crecimiento desbocado, el mercado de la telefonía móvil ha llegado en España (y no sólo en España) a un punto de inflexión, magnificado por la crisis. Se aproximan nuevos retos, como la entrada en servicio de la cuarta generación. El modelo en el que se ha apoyado ese desarrollo, se ha basado en tarifas rentables, competencia aguda entre operadores y fuerte subvención a los terminales, dando como resultado una de las ratios de penetración más altas de Europa: 121,7 líneas por cada 100 habitantes, según el informe de diciembre de la CMT. El cuarto pilar del modelo es la regulación, que cada operador alaba o critica según las circunstancias que le afecten.

Francisco Román
Francisco Román

En su conjunto, el modelo parece revisable en España (y no sólo en España). Por haber vivido desde dentro el ciclo descrito, Francisco Román es un interlocutor idóneo para conversa sobre estas cuestiones. Vodafone es el segundo operador global por número de clientes y por ingresos. Cuando se acerca la fecha en que Barcelona acogerá nuevamente el Mobile World Congress, a partir del 27 de febrero, una conversación con Román es un imperativo de actualidad. Desde el primer minuto, aun antes de encender la grabadora, ha subrayado que el ímpetu del mercado es el fruto de la liberalización, que empezó precisamente con la llegada de Vodafone (entonces Airtel).

La primera pregunta será muy directa: ¿está agotado el modelo sobre el que se ha basado la telefonía móvil en España?

Sería muy fuerte decir que está agotado. Hemos vivido varias oleadas, empezando por GSM y luego con 3G, las distintas tecnologías que permiten dar banda ancha móvil, y todo esto en una infraestructura básica que es lo fundamental para ofrecer el servicio. En paralelo se ha ido evolucionando en la oferta de terminales; ahora para todo el mundo es algo corriente, pero hace no tantos años nos extrañaba poder conectar a Internet y transmitir datos. Hoy, los smartphones son un dispositivo deseado por personas muy diversas, con una penetración muy alta, que en nuestro caso alcanza al 33% de la base de clientes de Vodafone España. Las velocidades se han multiplicado… todo esto es espléndido. Hay una fuerte competencia, que básicamente se da entre grandes operadores que han apostado por el país, y que hemos sostenido unos niveles de inversión que hemos extraído de nuestros ingresos. Pero los tiempos han cambiado […]

A eso me refiero: el avance de la tecnología da vértigo, y el mercado es cada día más competitivo, de acuerdo ¿Qué espera de la regulación?

Es por demás evidente que el mercado ha madurado, pero vivimos una crisis económica profunda, un contexto que no podemos soslayar. Es natural que nos preguntemos si el modelo vigente, con sus grandes ventajas, es el mejor. No es que lo diga yo, es algo que se discute en todo el mundo: si el modelo deseable es uno que promueva el mayor número de competidores o debería primar la inversión para que sea sostenible la competencia.

Un punto controvertido son las subvenciones a los terminales, que por razones comerciales han dado lugar a una situación perversa ¿Se puede dar marcha atrás?

Efectivamente, hemos llegado a un punto en el que los operadores destinamos a subvenciones una cantidad comparable a nuestras inversiones en infraestructuras. El subsidio tiene la ventaja de que favorece la rotación de terminales, lo que incentiva el uso de servicios más avanzados, y la desventaja de que no se aprecia el valor real del dispositivo, por lo que acaba siendo un elemento muy oneroso de la competencia entre compañías.

Tengo entendido que el peso relativo de las subvenciones en las cuentas de los operadores se mantiene o incluso ha aumentado.

Dedicar entre el 15 y el 30%, que es la media española, a subvencionar terminales, desafía cualquier ecuación económica que pretenda asegurar la inversión y la rentabilidad. Cuando, como consecuencia de la bajada constante de los precios de voz, resulta que hay una contracción en los ingresos, el hecho de que crezca el peso relativo de los subsidios, no es una buena noticia. España está varios puntos por encima de la media europea, y esto desafía cualquier ecuación económica. No voy a ponerme dramático, pero entre todos tendremos que ir encontrando un modelo para el futuro.

¿Qué quiere decir `entre todos´?

No estoy sugiriendo un acuerdo entre operadores, que además de no ser conveniente está prohibido. Desde mi concepción de lo que es un mercado, no tendría sentido que unos agentes se sienten a una mesa para cambiar el modelo, les guste o no. Lo que digo es que, como consecuencia de las nuevas necesidades, de las posibilidades tecnológicas y de las capacidades de las empresas, el modelo irá evolucionando, y lo veremos pronto.

¿Qué implicaría en la manera de competir?

Cualquiera entiende que lo que usted llama la manera de competir tiene que ser sostenible financieramente. En una compañía como Vodafone, con una visión de largo plazo, tenemos que seguir invirtiendo recurrentemente, para ampliar nuestra capacidad y mejorar nuestro servicio. Las cosas no son tan simples como un equilibrio teórico entre la oferta y la demanda, y esa complejidad está creando escollos de insatisfacción entre los clientes. En mi opinión, lo que ha ocurrido en este sector es que la relación con los clientes se ha hecho innecesariamente compleja que puede haber generado confusión, e incluso sobreventa.

¿Es una autocrítica?

Creo que es lo que ha ocurrido. A toro pasado está muy bien decirlo, pero la verdad es que el sector no lo ha visto venir. Las expectativas se han disparado, y no siempre los operadores hemos estado a la altura. Es una lección que a nosotros nos ha llevado a simplificar: Vodafone tiene hoy tarifas sencillas e inteligibles y, por supuesto, competitivas.

Periódicamente aparece la sombra de nuevos actores, como Google por ejemplo, que no se sabe bien si son amigos o adversarios de los operadores. Vittorio Colao [consejero delegado del grupo Vodafone] ha sido muy crítico al respecto.

Hemos pasado de un mundo que controlábamos a otro en el que se introducen asimetrías que estimulan la entrada de nuevos actores. Es natural que se abran nuevas ventanas de oportunidad, pero creemos que el papel central seguirá correspondiendo a los operadores; lo que desde luego no nos parece defendible es que unos cuantos hagan negocio con la inversión de unos pocos.

¿Quiere decir que desestabilizan el modelo?

Quiero decir que, además de la crisis, tenemos que manejar una ecuación con muchísimas variables. Tenemos necesidad de acertar en la relación oferta/demanda, en la respuesta a las expectativas, en las necesidades de inversión, y sí… también en la forma de competir con actores de mucha riqueza. Digo riqueza en el sentido de que todo lo que enriquece aumenta las variables de la ecuación. Y el hecho de que no tengamos respuestas a todo no debería inquietarnos, porque lo importante es que hay enormes posibilidades.

Me quedo con la idea de la ecuación económica ¿Contempla atenuar el nivel de inversión?

Lo fundamental es la apuesta por los datos, para la que hace falta liberar recursos y destinarlos a inversión. Dentro de nada vamos a empezar a desplegar LTE. Aquí tengo que hacer una apostilla que me parece importante: es bueno que en España estemos los que estamos, operadores fuertes por su dimensión y por su capacidad de inversión.

Mi pregunta era más precisa.

Todo está relacionado. Este sector necesita inversión fuerte, mantenida en el tiempo y previsible. Por esto subrayo la importancia de que en España haya competidores consolidados y con apuestas a largo plazo, con una vocación por las economías de escala. Nuestra compañía tiene varias cosas positivas, y una de ellas es que sólo sabemos competir, porque nacimos para eso, para competir. Otra es la dimensión global, de la que se derivan economías de escala y el aprendizaje simultáneo en múltiples mercados. Esto se traduce necesariamente en una inversión alta y recurrente, de largo recorrido. Vodafone tiene músculo financiero, no tiene un apalancamiento excesivo sino razonable, digerible por los mercados; nuestras ratios financieros son sanas. Y esto no le pasa a todo el mundo.

Quisiera volver a un asunto del comienzo, la regulación […]

Podemos discrepar en tal o cual aspecto que afecte a nuestro negocio, pero creo que lo importante es que el regulador se enfoque hacia el futuro, porque vamos – o estamos ya – en un mundo más impreciso e indefinido, con altos riesgos de confusión. Lo que esperamos es que la regulación ayude a que se den las características de inversión, innovación y competencia en el futuro. Lo que no vale es tener, aquí o en cualquier otro país, un regulador mirando por el retrovisor. En el terreno político, yo creo que Europa necesita más integración, no menos.

¿Más integración en la regulación de las telecomunicaciones? Ese sí que es un debate peliagudo […]

Es importante que exista una regulación a nivel europeo y que se trasponga localmente. Lo que no impide reconocer las peculiaridades de cada mercado, porque así son las cosas. Ni siquiera los competidores son los mismos en cada mercado, ni tampoco las necesidades de los clientes son iguales. En los mercados tecnológicos, la inversión está muy centralizada: se diseñan productos para venderlos en todo el mundo, y el gasto e inversión en cada país está asociado a la comercialización y al soporte. En nuestro sector no es así: la inversión es muy local, y por tanto hay que dar a la regulación local la importancia que tiene, pero creo que es palmaria la necesidad de un marco europeo.

Hay un asunto relacionado con la inversión, que es el espectro […]

Muy oportuno. El espectro es fundamental, está en la raíz de lo que estamos hablando. Porque es finito y, aunque avancen las técnicas de modulación de frecuencias, y la tecnología nos permita explotarlo mejor, seguirá siendo finito. Esto es lo que explica la necesidad de la regulación, que un operador global como Vodafone no pueda competir en todos los mercados, porque necesita una licencia que es una cesión de soberanía que un país le tiene que dar. Y cuando se habla de inversión, no hay que olvidar los esfuerzos que se hacen para adquirir el espectro.


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