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  9/01/2013

La caja tonta quiere ser inteligente

¿De qué recursos puede echar mano la industria para revitalizar las ventas de televisores, estancadas o en retroceso en la mayoría de los mercados? Las promesas de más resolución y más tamaño ya no bastan como disparadores de la compra; en consecuencia, el parque instalado no se renueva al ritmo que a los fabricantes les gustaría. Por esta y otras razones, la atención se desplaza hacia la interactividad: dotar al televisor de conexión a internet, asociarlo con otros dispositivos y arroparlo con aplicaciones. Es lo que se conoce como Smart TV, un concepto que lleva años promoviéndose pero que ahora parece urgente, porque ya se perfila la sombra de un competidor temible, llamado Apple.

A juzgar por lo que esta semana se verá en el CES de Las Vegas, quienes mejor han comprendido esa necesidad son los gigantes coreanos, Samsung y LG. En la práctica, no sólo ellas, sino todas las marcas de postín tienen modelos «inteligentes» en sus catálogos, pero sólo las dos citadas han hecho de Smart TV el eje de su marketing para este año. No por ello dejarán de presentar sus televisores de Ultra Alta Definición (4K2K),ni dejarán de predicar las virtudes de la fase tecnológica siguiente, OLED. Pero la urgencia es otra, cerrar el paso a la presunta entrada de Apple en su mercado.

Las previsiones avalan la estrategia de centrarse en la conectividad: un 85% de los televisores que se venderán dentro de cuatro años serán de la categoría Smart TV, según Gartner: pasarán de 69 millones en 2012 a 198 millones en 2016 (en 2013 serán 108 millones). Sin embargo, los analistas coinciden en que la conexión a internet es un motivo endeble para espolear la demanda, y como prueba esgrimen que, aunque ´inteligente` la mayoría del parque instalado de Smart TV se usa de la manera más convencional, como una «caja tonta» cualquiera.

Por otro lado, puesto que los fabricantes no controlan los contenidos básicos – y dando por supuesto que una batalla de precios no altere la ecuación – necesitan añadir funciones que diferencien su marca de las de sus competidores. El problema es que, procurando la diferenciación, cada cual ha diseñado su plataforma para que sea incompatible con las demás, y por esta vía el televisor podría diluir la universalidad que ha sido su característica durante décadas.

Hay otro problema que resolver: desde el punto de vista de su prestación clásica, la vida útil de un televisor ronda los ocho años, pero la tecnología de internet corre mucho más rápido, de modo que un televisor comprado en 2012 habrá envejecido funcionalmente en 2015. Se puede contemplar su actualización por software, pero ¿a qué precio adicional? Samsung no ha revelado cuál será el precio de su Evolution Kit, que ha anunciado en Las Vegas.

Por definición, un Smart TV ha de tener capacidad para buscar en internet un contenido de video y mostrarlo en pantalla; puede o no incluir un navegador e incorporarlo en el propio televisor o en un accesorio separado, pero la evolución está en que se pueda añadir aplicaciones disponibles en una tienda online, gestionada por el fabricante o por terceros. Otras funciones típicas incluyen la interactividad con programas en vivo y – esto es realmente nuevo – opciones de conexión con otros dispositivos, como smartphones y tabletas, para mover contenidos de unos a otros. En pocas palabras, lo que se avecina es un enorme cambio en los modelos de negocio.

El discurso estándar de los fabricantes sostiene que el consumidor «quiere tener una relación más directa con el televisor», lo que en buena lógica debería conducir a la personalización de las propuestas de contenidos, para que el televisor le ofrezca opciones ajustadas a la información que se va recogiendo sobre los gustos, preferencias y hábitos de uso de cada individuo u hogar.

¿Qué está ocurriendo con los televisores conectados en España?, se pregunta retóricamente el portavoz de una marca de primera fila. «De las diez aplicaciones más ´clicadas` (sic), seis son locales; el destino preferido es YouTube y el uso dominante son las redes sociales, pero no podemos confiar en que la gente seguirá en la tele una pauta de adicción a Facebook o Twitter que tenemos en los móviles; hace falta algo original». El representante de una marca rival reconoce que «la experiencia de usuario es todavía limitada, porque los interfaces de navegación son imperfectos, están apegados al modelo de mando a distancia convencional, pero esto va a cambiar este mismo año».

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Samsung promete dar un vuelco al interfaz de sus televisores conectados, con la posibilidad de controlar el aparato mediante la voz o el reconocimiento de gestos. Teniendo en cuenta que este fabricante es líder mundial en venta de televisores y smartphones, y el número dos en tabletas, se espera que anuncie un smart hub cuya función sería facilitar la comunicación entre esos dispositivos y el televisor. Si alguien tiene bazas – y muchas ganas – para entrar en la batalla con Apple, es Samsung.

LG no pierde pisada a su compatriota y rival. Esta semana anuncia – además de la consabida escalada de alta resolución – un nuevo interfaz organizado en carpetas, que los usuarios podrán usar para disponer en el televisor de sus aplicaciones favoritas. Ha rediseñado el mando a distancia dotándolo de un software de reconocimiento de voz y de movimientos; la tercera novedad será una variedad de opciones de conectividad entre dispositivos para compartir contenidos.

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Los nuevos televisores LG vendrán de serie con On Now, un servicio que – dice el fabricante – hará más fácil la selección de contenidos disponibles bajo demanda. También serán compatibles con la nueva versión de Google TV, prometida para este año, cuyo nuevo software ha sido diseñado para ofrecer una mejor integración con YouTube y facilitar las cosas a los desarrolladores interesados en crear aplicaciones en Android para la próxima generación de televisores ´inteligentes`.

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Las marcas japonesas se han quedado en segunda fila del movimiento; tienen en catálogo televisores conectables, pero no están preparadas para seguir el impulso de sus rivales coreanas. Así, LG ha sabido atraer a Panasonic y Toshiba a una alianza – que había creado en junio del año pasado con Philips (TP Vision) – para desarrollar un interface común. Su nombre es inequívoco a la hora de saber quién marca el paso: LG SmartAlliance. Como adherentes, incluye a Qualcomm e IBM.

Debido a su trayectoria y su catálogo, es lógico que Sony tenga su propia agenda, que iba a exponer ayer Kazuo Hirai, su presidente. El año pasado, anunció que sus contenidos propios podrían ser compartidos por sistemas de audio, móviles, tabletas y portátiles de la marca. No ha habido nuevos anuncios desde entonces, y en ningún momento se mencionó Smart TV, pero ahora se comenta en Hollywood que Sony está en «negociaciones activas» con al menos dos proveedores de contenidos para licenciar su programación en el mercado estadounidense.

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Google TV fracasó en 2011 y no ha cumplido sus promesas de 2012. Tras vender la división Motorola Home, su estrategia despierta suspicacias. Pero la versión 3.0 aparecerá en 2013, y varios fabricantes de televisores – LG, Sony y Vizio – y de set-top boxes – Asus, TCL – harán en el CES anuncios sobre esta plataforma, que ofrece una experiencia mejorada de YouTube, búsqueda por voz y la función Send to TV, para transferir vídeo de un dispositivo Android al televisor.

Tanta agitación se debe al rumor persistente sobre un producto que Apple lanzaría a finales de año, presuntamente denominado iTV. Es la razón por la que Intel ha decidido saltar otra vez al ruedo. El fabricante de chips ha hecho durante años varios intentos fallidos de labrarse un espacio en la televisión interactiva, pero ha cambiado de estrategia. No será en el CES, sino probablemente en febrero o marzo, cuando anuncie una nueva plataforma, con la que pretende, aparentemente, facilitar a las emisoras de TV el diseño de servicios propios, para evitar que «un tercero» las subordine – como les ocurrió a los sellos discográficos – para vender video bajo demanda y aplicaciones a través de una tienda online.

[una versión abreviada de esta crónica se publicó en La Vanguardia del 6/1]


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