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  22/08/2012

Muchas gracias por su llamada, señor Kwon

La “guerra termonuclear” que el difunto Steve Jobs prometió lanzar contra Android, se ha quedado en una batalla jurídica convencional contra Samsung – Google no ha sido siquiera mencionada – en una treintena de tribunales de cuatro continentes. Tras los alegatos finales, hoy se inician las deliberaciones del jurado que ha de pronunciarse en el juicio de San José (California). Deben dirimir, esencialmente, dos cuestiones: 1) si Samsung ha copiado elementos fundamentales del interfaz de usuario patentados por Apple, con el objeto de salir de su “crisis interna de diseño” y competir con la saga del iPhone, luego en el iPad; 2) si Apple ha infringido cinco patentes registradas por Samsung.

Las dos partes reclaman compensaciones económicas. El monto reclamado por Apple ha sido estimado en unos 2.800 millones de dólares, mientras la compañía coreana ha calculado prolijamente que Apple debería pagarle 422 millones.

Los testimonios ante el tribunal han revelado que en octubre de 2010 – es decir, en vida de Jobs – Apple ofreció a Samsung un acuerdo de licencias genérico sobre patentes registradas a su nombre, según una tarifa de 30 dólares por smartphone y 40 dólares por tableta. Samsung rechazó la oferta, por considerar que el precio era elevado y porque, en todo caso, no se garantizaba que abarcara las patentes que Apple califica ambiguamente de “intocables”.

Aquella conversación frustrada no se limitaba al sistema operativo Android, sino que abarcaba también modelos Symbian, pero dejaba de lado los Windows fabricados por Samsung. Curiosamente, esta revelación ha permitido conocer la existencia de un precedente, un “acuerdo de no agresión” entre Apple y Microsoft, sorprendente a la vista de que en los productos de ambas compañías no hay, que se sepa, tecnologías comunes.

En una estimación oficiosa, la tarifa de royalty calculada por Apple sobre sus patentes equivaldría al 5% del precio de los productos supuestamente infractores de Samsung, mientras que esta reclama mucho menos, un 2,4% por sus cinco patentes en cuestión. En ambos casos, se trata de hipótesis máximas, y bien pudiera suceder que el veredicto determinara que ambas partes tendrían que pagar alguna cantidad a la otra. Sería la salida “ni vencedor ni vencido”, que en cierto modo favorecería más a Samsung que a Apple.

Promemoria: en el curso del juicio se ha sabido que desde 2010 y hasta junio de 2012, Samsung vendió en Estados Unidos 21,2 millones de smartphones que generaron unos ingresos de 7.500 millones de dólares, así como 10,1 millones de tabletas por valor de 644 millones de dólares. Estas cifras podrían ser tenidas en cuenta por el jurado al estimar el supuesto perjuicio sufrido por Apple. De otro lado, Apple ha vendido desde 2007 un total de 85 millones de sucesivos modelos de iPhone, por valor aproximado de 50.000 millones de dólares y, desde su lanzamiento en 2010, 34 millones de iPad por los que ingresó 19.000 millones de dólares.

Estos números enmascaran apenas una realidad del mercado: el iPhone va perdiendo atractivo, y su progresión de ventas se nutre más de la expansión geográfica que del lanzamiento de nuevos modelos. Samsung y otros fabricantes han ganado terreno, pero el próximo iPhone, que se conocerá en septiembre, probablemente los superará en prestaciones. La espera tiene un coste: la cuota de Apple en los smartphones ha bajado del 23 al 17%, mientras la de Samsung subía del 29 al 32%.

Lo anterior significa, según algunos comentaristas, que Apple debería revisar su política de modelo único (con matices, pero único) y, en lugar de un lanzamiento anual esforzarse por construir un catálogo para pelear en todas las capas del mercado. Desde luego, esta no es la estrategia que Tim Cook heredó de Steve Jobs.

Si el desenlace del juicio fuese nítido (un ganador inequívoco), las consecuencias para la industria no serían las mismas si ese ganador fuera uno u otro. Si Apple impusiera su punto de vista, habría que prepararse para una ofensiva de gran alcance contra todo el que se atreva a imitar tal o cual rasgo de sus productos; es probable en tal caso que los fabricantes que siguen la estela de Android, tuvieran que subrayar sus diferencias de trade dress – concepto que expresa la apariencia del producto final e incluso su empaquetamiento – para desmarcarse de eventuales litigios. Si Samsung ganara el pulso, es previsible que en el mercado florezcan más ´clones` sin temor a sanción, diagnostica Michael Gartenberg, analista de Gartner.

Por esto mismo, en cierto modo más importante que el veredicto del jurado – que puede ser enmendado en la sentencia, y esta recurrida a su vez – lo que realmente podría sentar un precedente para la industria es el documento de más de 100 páginas que la juez Lucy Koh ha escrito a modo de instrucciones, para que los jurados sepan responder las preguntas del complejo cuestionario sobre el que han de articular el veredicto.

Con un detalle que puede resultar fundamental: el veredicto tiene que ser unánime, no necesariamente en todos los asuntos que han planteado las partes. Aquí viene la gran cuestión: ¿el veredicto es vinculante? No. La juez puede considerar que los jurados no han actuado racionalmente, y las partes también pueden pedir expresamente [judgement not withstanding] que las conclusiones del jurado sean sustituídas por las de la propia juez.

Ocurre que la juez Koh, designada en 2010, tuvo antes una carrera como abogada especializada en patentes y propiedad intelectual. Junto con su colega Richard Posner – que hace poco rechazó sendas demandas cruzadas de Apple y Motorola, tachando de ridículos los argumentos presentados – pertenece a una corriente jurídica crítica con la vigente ley de patentes, que la interpreta en términos más económicos al señalar el riesgo de que se la use para proteger posiciones de monopolio y precipitar litigios en cadena que, a la postre, elevan los costes para los usuarios y limitan el impacto social de la innovación.

Porque esta es, en definitiva, la cuestión genérica que se dirime en este juicio crucial, con independencia de cómo se llamen las partes: el sistema estadounidense de patentes, ¿promueve o frena la innovación? Es un debate intelectual pendiente, que puede reactivarse. Y en este debate, los jueces están siendo mucho más audaces que los legisladores.

Entretanto, el coro que suele jalear a Apple – y a su santificado fundador – como la mayor fuerza innovadora de nuestro tiempo, ha seguido las sesiones del juicio de San José con una óptica bicolor: innovación o copia. Puestos a la defensiva y en territorio hostil, los abogados de Samsung han tratado de demostrar que las innovaciones del iPhone – que nadie en su sano juicio negaría – son el resultado de combinar trabajos previos de otras empresas [prior art], entre ellas Sony, LG y la propia Samsung. Por cierto, este es el mecanismo típico por el que se rige la innovación.

Según ha trascendido, el nuevo CEO de Samsung, Kwon Oh-hyun, ha llamado esta semana a su colega de Apple, Tim Cook, una formalidad aconsejada por la juez Koh, pero de la que no se esperan cambios en las posiciones respectivas. Y esto, pese a que ambas empresas están ligadas por valiosos intereses: por ejemplo, Samsung no sólo es el primer proveedor de componentes para Apple, sino que está ampliando su factoría de Austin para aumentar su capacidad de producir procesadores para este su principal cliente. Inevitablemente, habrá que volver sobre el tema en los próximos días, semanas y meses. ¿Acaso años?


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