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  26/02/2014

Operadores en la cornisa

Esta crónica parte de una premisa: el Mobile World Congress no es una feria de gadgets. Habrá anuncios, algunos de impacto, pero en lo esencial el evento es un punto de encuentro empresarial del más alto nivel. ¡Si hasta viene Mark Zuckerberg! Uno de los asuntos centrales será el mismo del 2013, pero agravado: mientras el tráfico por las redes crece y no para de crecer, los operadores se las ven y se las desean para responder a la demanda y rentabilizar su inversión. El desfase se origina en que los servicios tradicionales de voz decrecen: en la era de «todo IP», los terminales (ciertos fabricantes) y los contenidos y servicios (los llamados over-the-top) se llevan la parte del león.

De seguir así las cosas, los operadores podrían quedar relegados al rol de transportistas. Son, es cierto, un eslabón imprescindible, pero tienen que encontrar nuevas fuentes de ingresos para escapar a esa condena.

No es fatalismo. Abundan los estudios al respecto. Uno de ellos estima que los ingresos generados por servicios de voz, mensajería y datos en movilidad en los cinco grandes mercados europeos (Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España) descenderán en 20.000 millones de euros en los próximos cinco años, a razón del 4% anual (los operadores son un poco menos pesimistas: calculan un declive medio del 2% anual). Según Chris Barraclough, que firma esas cifras, «los operadores necesitan un cambio radical: recortar costes es importante, pero no suficiente, no resuelve el problema del descenso constante de los ingresos». Europa solía representar un tercio del capex (inversiones de capital) mundial en telefonía móvil, pero la proporción ha caído a un 20%, mientras en Estados Unidos se mantiene constantes: con un 4% de la población mundial, invierten una cuarta parte de 100.000 millones de dólares anuales.

Dureza competitiva, presión regulatoria, nuevos rivales que van por libre… son quejas conocidas, sumadas a la reticencia de los inversores ante el sector. Y sin embargo, no pueden echarse atrás. Los operadores europeos han puesto sus esperanzas en las redes de cuarta generación (4G/LTE) como medio para revertir la tendencia. Los consultores dudan – y la experiencia les da la razón – de que puedan convencer a los consumidores para pagar más por servicios de mayor calidad y velocidad.

Ericsson, segundo suministrador de redes de telecomunicaciones, estima que el 60% de los usuarios de telefonía móvil de todo el mundo tendrán acceso a redes 4G en 2018, lo que les permitirá disfrutar de mejores dispositivos y de un alto consumo de datos, especialmente vídeo.

Con esa finalidad, los operadores pujaron en subastas de espectro radioeléctrico e iniciaron el despliegue de nuevas redes. La realidad es que en ningún país europeo donde funcionan redes 4G – desde Suecia a España – rigen tarifas diferenciales con respecto a la 3G. Apunta Simon Weeden, analista de Citigroup: «después de años de tarifas deflacionarias, los operadores móviles europeos esperaban recuperar cierto nivel de precios en la transición a la 4G. No ha sido así».

Weeden sugiere que un modelo razonable sería que la 4G fuera uniforme para los usuarios de alto consumo, y variable en las tarifas planas más bajas. Es el modelo vigente en Estados Unidos, donde los operadores han arrebatado a los europeos el liderazgo en esta tecnología; por no hablar de Corea del Sur y Japón, que ya no se despliegan redes 3G. La idea de precios diferenciales no suscita consenso en Europa, entre otras cosas porque todos suponen que algún competidor lo romperá con tal de ganar cuota de mercado. Robin Bienenstock, de Bernstein, cree que no funcionarían.

En Reino Unido, donde el regulador otorgó el privilegio de salir antes con 4G al operador EE (alianza de de Orange y Deutsche Telekom), este sacó ventaja inicial a Vodafone y O2 (filial de Telefónica). Olaf Swantee, su consejero delegado, rechaza las críticas: «cuando creas una diferencia real, acabas rentabilizándola». La verdad es que los socios de EE han tenido que abandonar la idea de sacarla a bolsa, porque los inversores mostraron poco interés a la vista de los resultados económicos de la apuesta. Dicho de otro modo: la presión financiera se ha superpuesto a las buenas intenciones de los reguladores, cuya prioridad es favorecer a los consumidores.

Uno de los temores que expresan los directivos del sector es el peligro de que las telecomunicaciones acaben siguiendo la pauta del transporte aéreo. Gervais Pellissier, director financiero de Orange, recuerda que ese sector se ha polarizado entre primera clase y low cost. La compañía francesa, que se enfrenta a un rival – por buen nombre Free – especialista en bajar las tarifas, promete que invertirá lo necesario para mantener su estatus de servicio premium. Vittorio Colao, consejero delegado del grupo Vodafone, se apoya en la metáfora aérea para afirmar «[…] quien tiene una flota de aviones espera que los billetes cubran los costes del servicio que presta». Los analistas coinciden con ambos directivos, pero insisten en que hace falta algo más que resistencia: lo que los operadores necesitan es diferenciarse, quizá concentrarse. Y convencer al consumidor.

[publicado en La Vanguardia]


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