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  23/10/2017

¿Qué aporta (y qué no) el iPhone X al mercado?

Noviembre se presenta complicado para Apple. El 2 de noviembre presentará sus resultados del cuarto trimestre que cierra su año fiscal. En el acto se sabrá si – tal como anticipan algunos analistas – ha perdido el segundo puesto en el ranking mundial a manos de Huawei, que viene arrasando; lo que no es óbice para que las cuentas de Apple sean buenas o muy buenas. Al día siguiente, viernes 3, pondrá a la venta el iPhone X, de cuyas innovaciones espera que estimulen un ´superciclo` que marcará el próximo ejercicio de la compañía. La división de opiniones entre los analistas es llamativa, pero las acciones de Apple, levemente a la baja, valían el viernes un 33,5% más que en enero.

Todo gira en torno a dos cuestiones unidas entre sí: la incertidumbre que rodea al iPhone X y la medida en que su aparición inminente está afectando las ventas de los iPhone 8 y 8+. Tras el anuncio del 12 de septiembre, las primera impresiones fueron prudentes y desde entonces el entusiasmo se ha enfriado. Como la principal innovación del modelo estrella es el reconocimiento facial, muchos comentaristas han concluído que el éxito del nuevo modelo – e indirectamente de toda la familia iPhone – va a depender de la disposición de los consumidores a pagar el sobreprecio que la tecnología conlleva.

En las ocho semanas que habrán transcurrido desde el anuncio hasta la disponibilidad del iPhone X, otras marcas han presentado smartphones que rivalizan con Apple en innovación, diseño, prestaciones y precio: el Pixel 2XL de Google, los Mate 10 y 10 Pro de Huawei, a los que habría que sumar el Galaxy Note 8 de Samsung, que también se ha anticipado. Tanto ha tardado Apple después de anunciar el iPhone X a bombo y platillo, que los nuevos smartphones de Huawei estarán en las tiendas un día antes, a un precio más asequible que los 1.159 o 1.320 euros que costará el iPhone X (según tenga 64 ó 256 GB).

El analista Brian White, de Drexel Hamilton tiene una actitud muy positiva hacia Apple. Considera que con el iPhone X, la compañía entra en una fase de rentabilidad reforzada gracias a un smartphone que le aportará un margen superior al de sus competidores. Pero White añade otros detalles: en China – un mercado crucial para la marca de la manzana – los modelos presentados en septiembre ya se venden con descuento, un mes después de su anuncio. Señal de que la demanda flaquea. Cauto, el analista se pregunta si Apple habrá acertado en el escalonamiento de sus modelos de este año. Economic Times, una publicación de Taiwán, informa de que los proveedores de componentes han recibido un nuevo aviso de pausar las entregas a Apple, para no sobrecargar la cadena de suministro.

«Nuestra tesis – escribe White – es que veremos más señales de volatilidad logística en los próximos dos trimestres, con lo que el año fiscal 2018 exigirá que Apple tenga otras cartas que jugar». Porque, si se cumple la regla, en junio del año próximo las ventas del iPhone X bajarían como consecuencia del ruido sobre el siguiente modelo. ¿Qué debería tener este para seguir tirando del bolsillo de sus fieles?

Tampoco hay que exagerar. Es difícil imaginar que Apple venda menos de 250 millones de iPhones en 2018, por lo que las dudas se concentran en la mezcla de modelos: sorprendentemente, en muchos mercados los 7 y 7+ (del 2016) se están vendiendo mejor que sus sucesores de este año, y no todos los consumidores estarán preparados para pagar el precio del último modelo cuando hay tantas alternativas dentro y fuera de la marca.

La innovación principal del iPhone X con respecto a sus competidores (y a sus hermanos) es la tecnología de reconocimiento facial que incorpora y, como principal ventaja, desbloquea el aparato sólo cuando su propietario lo mira de frente. La tecnología detrás de Face ID es muy compleja, motivo por el cual Apple ha decidido no introducirla hasta estar segura de que no tendría sorpresas desagradables.

En cuanto al desfase entre el anuncio y la disponibilidad, parece deberse a problemas en el desarrollo de la cámara TrueDepth, que proyect más de 30.000 haces de luz infrarroja para crear un modelo matemático del rostro del propietario y lo compara con el modelo almacenado. Apple ha tenido el tino de asegurar que los datos y el procesamiento del modelo residen en el iPhone y en ningún caso subirán a la nube. También ha aclarado que su tecnología está tan perfeccionada, que la confirmación de identidad no se verá afectada por cambios en el rostro (barba, peinado, maquillaje). No queda claro si habrá que quitarse las gafas, sobre todo si son de sol.

La integración de los dos chips que permiten el reconocimiento facial en el ensamblaje final del smartphone está resultando más lenta de lo deseable, a tenor de los informes publicados. Hasta el punto de que se ha puesto en duda si habrá stock suficiente para cubrir la demanda, seguro que elevada, de las primeras semanas.

Si se plantean dudas a más largo plazo es, sobre todo, porque se ignora el valor que el comprador potencial va a otorgar a Face ID. Una parte del público fiel a la marca ha decidido que las novedades de los iPhone 8 y 8+ son suficientes, mientras otros esperan a ver publicados los análisis del X antes de decidirse. En todo caso, se comprende que para celebrar el décimo aniversario del primer iPhone la compañía decidiera echar el resto con un alarde tecnológico.

Si la tecnología que hay detrás del Face ID está tan perfeccionada como dice Apple, servirá de base para lanzar nuevos servicios de autentificación segura, y es previsible que los futuros modelos de la marca – incluyendo el iPad para entornos corporativos – la integren. Pero si los consumidores no le concedieran el valor que justifica su precio, Apple podría enfrentarse a un serio problema. Si en noviembre y diciembre se mantuvieran vigentes los problemas de abastecimiento, la situación podría ser alarmante.

Daniel Ives, analista de GHB Insights, prevé un notable incremento de la facturación y el margen de beneficio – los dos factores que importan y que el consumidor no ve – debido a que el precio medio habría aumentado en el año fiscal 2018 de 725 a 800 dólares. Claro está que, de cumplirse este pronóstico, las acciones de Apple cotizarían al alza, desde los 156 dólares del viernes hasta 180 dólares, hipótesis que Ives comparte con sus clientes. Hay quien apuesta más alto.

Con todo, el mayor problema que preocupa a Tim Cook, CEO de Apple, no es tecnológico. Los mercados estadounidense y europeo están saturados y muchos consumidores no ven motivos suficientes para cambiar de modelo de iPhone ni para pasarse de Android a IOS. Otro factor clave es la necesidad de penetrar más a fondo el mercado chino, el indio y otros de la región Asia Pacífico, en los que un iPhone es objeto de deseo pero vive rodeado de marcas cercanas muy poderosas.

Finalmente, aunque ya parece normal que un smartphone de la nueva cosecha cueste más de 1.000 euros, no estará de más recordar que los modelos premium no representaban más del 20% del mercado total cuando el tope era de 600 euros. El nuevo Huawei Mate 10 o el Galaxy S8 de Samsung tienen precios razonables y siguen siendo premium desde el punto de vista de las prestaciones.

El tiempo dirá si la escalada de precios de Apple ha sido una estrategia acertada; probablemente no tenía otro remedio ante el asalto de competidores con tanta capacidad innovadora como ella. A todo esto, puede que en el cuartel general de Samsung se estén frotando las manos: se calcula que por cada iPhone X que venda Apple, la compañía coreana le facturará 110 dólares. Si, por ejemplo, en los próximos tres meses se vendieran 25 millones de unidades – un volumen no excepcional – Samsung ingresaría 2.750 millones de dólares. ¿Se han peleado durante años en los tribunales para acabar así?

[informe de Lluís Alonso]


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