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  20/01/2014

UHD / 4K TV: la oportunidad se llama premium

Los hábitos adquiridos durante una larga guerra de precios entre las cinco grandes marcas de televisores no van a cambiar: todas persisten en la tarea de convencer a los consumidores de que vuelvan a comprar, renunciando al ciclo de reemplazo tradicional. La economía no ayuda, y los fabricantes necesitan restaurar, o siquiera mantener, sus márgenes. Una vez constatado que la televisión en 3D no era argumento suficiente para reanimar las ventas, la industria se ha pasado el 2013 promoviendo la ultra-alta definición (UHD), también llamada 4K. Se anunció en el CES de Las Vegas hace un año, se materializó en la IFA de Berlín en setiembre, y ha vuelto a presentarse en el CES 2014.

Samsung, LG, Sony, Panasonic y Sharp, marcas principales del mercado mundial, en ese orden, apuestan por esta categoría superlativa, con la que pretenden seducir a aquellos consumidores que pueden dedicar 5.000 euros, como mínimo, a comprar una nueva tele para su salón. Son caros de necesidad, porque para dar el rendimiento visual que se espera de ellos, tienen que tener una pantalla superior a las 55 pulgadas (1,3 metros en diagonal), y también porque no cualquiera tiene un salón de esas dimensiones.

En principio, todas las marcas prometen que no reventarán los precios, por lo que – si cumplen – esta categoría premium debería actuar como cebo para que el consumidor, tras haberse extasiado ante un UHD/4K acabe saliendo de la tienda con un televisor HD, sin duda magnífico pero más acorde con su poder adquisitivo. Los analistas de mercado creen que pasará por lo menos un par de años antes de los UHD/4K se pongan a tiro. Para entonces, suponen, la tecnología OLED estará en condiciones de tomar el relevo como arma suprema, aunque no se espera que sea asequible antes de otros dos o tres años más. Esta sería la dinámica dual del mercado, pero podría alterarse por otra circunstancia: China es hoy por hoy el primer mercado para estos televisores de muy alta gama: un 87% de los casi 2 millones de unidades vendidas en 2013.

La tecnología llamada 4K ofrece una resolución de 3840 x 2160 (8,3 millones de elementos), que multiplica por cuatro los pixeles de un televisor HD. Es más de lo que el ojo puede apreciar, explicaba Ron Martin, director de los laboratorios de Panasonic en Hollywood, durante una presentación en Berlín. «Pero los humanos deseamos que lo que vemos parezca natural; 4K facilita a los cineastas capturar y restituir una paleta creativa más amplia, y una ratio de cuadros por segundo que vaya más allá de los 24 fotogramas que durante décadas han sido estándar en el cine».

¿Puede el ojo humano ver la diferencia? «La experiencia de la televisión es a la vez envolvente e inmersiva, y el papel de los creadores es maximizar el impacto de esa experiencia», responde Martin. Por un lado, la diferencia no es tan abismal como lo fue en su día el paso de la resolución estándar a la alta definición; por otro, la resolución no lo es todo: la percepción de calidad visual en un contenido depende de la distancia y, por tanto, del tamaño de la pantalla. Esta es una razón por la que estos televisores son de gran formato; otra es que sólo así la diferencia entre el coste y el precio deja al fabricante un margen que justifica la innovación.

La resolución es sólo una de las razones por las que el usuario atribuye un plus de calidad a esas imágenes en movimiento. Por esto, 4K es un subconjunto de UHD, y los fabricantes usan una u otra terminología sin dar mayores pistas de su significado. Se ha mejorado mucho la tecnología de los colores, la ratio de cuadros por segundo es más alta y el rango dinámico son otros factores que pesan tanto o más.

La European Broadcasting Union (EUB) ha publicado los resultados de un test según los cuales los usuarios reconocen que el más importante para ellos es la ratio de cuadros o frame rate. Pero ¿cómo llevar esa conclusión al terreno que pisan los especialistas en marketing?

No es casual que haya sido necesario acelerar estas cualidades para sacar de un apuro a la industria, consternada ante la comprobación de que la TV 3D no provocaba olas de entusiasmo. Lo cierto es que se venden muchos televisores dotados de 3D – el 18% del total en 2013 – y los compradores no son indiferentes a la novedad, pero no están dispuestos a pagar un plus por ella. El verdadero cambio de los últimos años ha sido la generalización de los televisores retroiluminados por LED, que han pasado del 24% en 2010 al 71% en la actualidad. Tan alto porcentaje implica que se han banalizado, por lo que no influyen sustancialmente sobre el precio final.

Quizá por haber confiado demasiado en la TV 3D, la industria no ha planificado la llegada de UHD/4K con suficiente antelación, como hiciera como la HD. En los 90, mucho antes de que apareciera en el mercado la alta definición, la UIT ya tenía preparada una recomendación para estandarizar el formato. En el caso de UHD/4K, la cuestión está en mantillas. En realidad, la ultra-alta definición no es un salto tan enorme como en su día lo fue el advenimiento de la alta definición. Por tanto, desde un punto de vista industrial, es más cómodo que dar otro nuevo salto – demasiado largo – hacia la tecnología OLED.

No se entienda de lo anterior que UHD/4K es un paso oportunista. Hay tres vías de avance tecnológico en marcha, inseparables de la estandarización de HEVC (High Efficiency Video Coding). Una vía lleva a soportar una codificación de contenidos 4K a entre 24 y 30 frames por segundo, lo que permitirá explotar contenidos HD en una pantalla UHD. Una segunda trata de ser atractiva para la programación deportiva, y pone más énfasis en la frame ratio que en la resolución: 1080p a 60 cuadros por segundo y más tarde a 120, que posteriormente podría subir hasta la auténtica 4K a 60 frames. Y, por fin, hay otra que – dependiendo del ancho de banda disponible – facilitará a los proveedores de servicio pasar del streaming HD a una todavía hipotética UHD a través de Internet.

Estas disquisiciones no impiden que los televisores UHD/4K ya estén en el mercado, y que funcionen como reclamo con un marketing adecuado. Pero la experiencia de la televisión es un ´ecosistema` que no funciona si no hay contenidos, y no los hay porque no se ha definido un estándar de compresión que estimule la producción. Estos problemas no se resolverán por sí solos ni se resolverán pronto, pero los fabricantes se han liado la manta a la cabeza y han acelerado la marcha tecnológica, con el fin de paliar el descenso paulatino de la demanda y el (menos paulatino) deterioro de sus márgenes.

Hay otra forma de ver estas cuestiones: como disputa industrial entre Corea y Japón. Samsung y LG ocupan las primeras plazas del ranking, tras relegar en la década pasada a Sony, Panasonic y Sharp. Los dos fabricantes coreanos se han convencido de la imposibilidad de fabricar pantallas OLED en formatos grandes y a precios aceptables por el mercado, y por ello han decidido lanzarse a por la ultra-alta definición, con un ingrediente adicional, las pantallas curvas que – dicen – acentúan en el usuario la sensación de estar inmerso en el contenido.

Hace bastante tiempo que los televisores de Samsung no son el primer capítulo de su cuenta de resultados, pero el gigante dispone de una capacidad industrial, logística y de marketing que le adjudica la primacía en el mercado. La sorpresa que se reservaba para el 6 de enero era un televisor UHD con pantalla curva de 110 pulgadas. ¿Precio? No disponible todavía.

LG rivaliza con su compatriota por tener la mejor tecnología de pantallas; un día antes había presentado su modelo mayor en UHD, pero se quedó corto por 5 pulgadas de diferencia. Tampoco dio a conocer el precio, pero insiste en que se sepa que su modelo es «el más curvo». ¿Tiene importancia? Los primeros comentarios subrayan que sí, pero matizan que mucho depende del ángulo de visión.

Sony, que años atrás fue líder del mercado, tiene como asignatura pendiente enderezar las pérdidas de su división de TV, y revitalizar la marca persiguiendo, también ella, al consumidor premium como medio indirecto para recuperar la reputación entre quienes no disfrutan de ese estatus. Su estrategia propugna un ´ecosistema` UHD, que comprenderá cámaras de vídeo – y más adelante smartphones – para que los usuarios puedan crear sus contenidos propios. Sony fue el primer fabricante en presentar televisores OLED (eso sí, en formato pequeño) pero ha aparcado esa tecnología.

En otra peripecia de la industria japonesa – muy dañada durante años por la paridad del yen – Panasonic ha anunciado el cierre de su última fábrica de televisores de plasma, para concentrar sus fuerzas en la tecnología 4K, que también aplica en otros productos de la marca. En los últimos meses ha lanzado dos modelos, de 55 y 65 pulgadas respectivamente; el segundo se ofrece en Europa a 6.000 euros.

Muy problemática es la situación financiera de Sharp, que apostó fuerte para dotarse de la mayor capacidad de producción de paneles de última generación, antes de toparse con el estallido de la crisis y la caída de la demanda. No obstante, acaba de jugar una carta interesante: su televisor Aquos Quattron Plus se sitúa a medio camino entre los 1080p de rigor y la UHD, mediante el truco de los subpixeles: duplica la resolución vertical de una pantalla de alta definición cortando los pixeles por la mitad, y usa una fórmula matemática para duplicar la horizontal. Según la documentación publicada, permite ver 16 millones de subpixeles [una pantalla 4K suma 24 millones], a un precio estimado de 3.000 euros, en una pantalla de 70 pulgadas.


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