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  1/07/2013

Windows 8.1, la segunda oportunidad

Había muchas esperanzas puestas en Windows 8 en octubre, cuando Steve Ballmer lo presentó en sociedad. Dos, principalmente: 1) ayudaría a tender un puente entre las tabletas, que arrasan, y los PC que pierden peso, y 2) revitalizaría las ventas de la industria. Esperanzas incumplidas hasta ahora, por lo que el pasado miércoles un Ballmer menos eufórico abrió una nueva fase en la historia de su sistema operativo, con una primera y relevante actualización de Windows 8. Cuentan que internamente se discutió si llamarla Windows 9, propuesta rechazada porque pudiera sugerir una retirada apresurada, o Windows 8.1, el nombre con el que finalmente llegará al mercado en el último trimestre.

Steve Ballmer

Steve Ballmer

Windows 8.1 añade muchas e importantes novedades, pero su intrahistoria ofrece detalles sabrosos como este: tres semanas después de la presentación de octubre, Steven Sinofsky, el áspero directivo que había encabezado su desarrollo, dejó abruptamente la compañía, siendo reemplazado por Julie Larsson-Greene. ¿Acaso hay mejor indicio de que algo no funcionaba desde el primer día?

Oficialmente, seis meses después de su aparición, de Windows 8 se habían vendido 100 millones de licencias. Pero como la cifra no encaja con la caída de ventas de PC – que llevan incorporada una licencia – ha dado pie a pensar que los fabricantes han aceptado apuntarse masivamente licencias a sabiendas de que, llegado el momento, recibirían una actualización gratuita, sin la cual aquellas no tendrían valor como activo. Por otro lado, los datos de que se dispone sobre las activaciones online de Windows 8 revelan que han sido muy bajas, y la noticia de que una actualización estaba al caer, lógicamente habría tenido una influencia negativa.

Larsson-Greene no vaciló en abrir la caja de la autocrítica, todo un cambio en las costumbres de la compañía. Según dijo, y esto ocurría en diciembre, Windows 8 tenía un problema de «curva de aprendizaje», una manera de admitir que Microsoft (o Sinofsky) se equivocó al forzar la adopción brusca de un interfaz táctil con carácter universal que sigue la misma pauta del mosaico usado en Windows Phone, y condenar a segundo plano la interacción convencional, el modo escritorio. Para aquellos consumidores que se han habituado al uso de tabletas, tal vez no presente problemas de adaptación, aceptó la nueva jefa de Windows, pero a otros puede provocarles rechazo.

Hoy, lo importante es que Microsoft ha sabido rectificar, pero en la discusión entre sustituir radicalmente el interfaz o mantener el botón de Inicio – parece una minucia, pero ha sido clave – la compañía ha gastado un tiempo precioso, y en ese proceso ha desconcertado a la industria. Los fabricantes han clamado por un enfoque menos drástico, pero saben que este no es el principal factor que contrae las ventas de PC. El principal factor es que la demanda de tabletas ha invadido parte del espacio que durante décadas ocuparon los portátiles. En los hechos, se trata de una disputa entre dos categorías de dispositivos por apropiarse de una fracción de la renta disponible de los consumidores, por ahora decantada en favor de las tabletas.

Carolina Milanesi, respetada analista de Gartner, apunta la urgencia para Microsoft de prestar atención a los consumidores, porque forman la clientela en la que Windows es más vulnerable a las deserciones: si se suman las ventas de portátiles y tabletas, Windows puede dejar pronto de ser mayoritario. Ha de enfocarse en el consumidor – opina Milanesi – no sólo porque son muchos millones de compradores potenciales, sino porque son ellos los que polinizan las empresa.

Esta puede ser una razón por la que Microsoft ha elegido su conferencia anual de desarrolladores, Build, que la semana pasada se ha reunido en San Francisco, para presentar oficialmente Windows 8.1; los necesita para arropar la novedad con aplicaciones que enriquezcan la experiencia de usuario. En realidad, los creadores de software conocían desde el 2011 las virtudes que tendría Windows 8, pero han dudado de su aceptación por parte de la masa de consumidores. Microsoft tiene interés en demostrar que ha entendido el mensaje, y que es capaz de actualizar su sistema operativo no de higos a brevas, sino con la frecuencia que es corriente en Apple y Google con los suyos.

No basta con la repetitiva alusión de Ballmer a que en todo el mundo hay una base instalada de 670 millones de PC susceptibles de ser sustituidas por nuevas máquinas basadas en Windows 8: muy pocos de esos millones de unidades son realmente capaces de acoger el más reciente de sus sistemas operativos, por lo que la demanda pasa a depender de otros factores. Los fabricantes, con explicable unanimidad, ven el asunto con otra óptica: el verdadero tapón de la demanda es la supervivencia de Windows XP, nacido en 2001 y que aún representa casi un tercio de la base instalada total; Microsoft cesará de darle soporte en abril de 2014, por lo que el relevo está en la agenda.

Aunque Milanesi opine que debería darse prioridad a los consumidores, la estrategia inmediata de las marcas líderes coincide en que este es el momento de dirigirse a las empresas. La unanimidad se diluye cuando hay decidir qué sistema operativo prevalecerá: ¿pasar por una fase intermedia con Windows 7 (cosecha del 2009) o saltar directamente a Windows 8.1? Es un asunto que merecerá tratamiento específico en este blog, pero no el único de los dilemas planteados en este momento.

La industria del PC habla mucho últimamente de ´factores de forma`, de convertibles, híbridos, 2-en-1, etcétera, de modo que en los próximos meses habrá en el mercado diseños de lo más variados. Significativamente, Microsoft ha reformulado su menú de requisitos a los fabricantes, para permitirles que sigan fórmulas originales. La hibridez no despeja la incertidumbre sobre la demanda: un informe de Gartner estima que las ventas de tabletas igualarán en 2014 las de PC, mientras las de dispositivos híbridos sumarán sólo 2,5 millones de unidades, una fracción pequeña comparada con las tabletas. La misma tendencia apunta IDC.

Las tabletas forman una categoría en la que Windows ha estado increíblemente ausente, y en la que ahora procura – insegura del apoyo de las marcas – competir con Apple y Android, que dominan el paisaje. Es la razón por la que Windows 8 fue concebido como sistema operativo que vale tanto para portátiles como para tabletas, y por la que varias novedades de su actualización 8.1 acentúan esta dualidad.

Es demasiado tarde para salvar la contribución de Windows a las cuentas del año fiscal que Microsoft ha cerrado al acabar junio, pero podría ser un comienzo alentador para el que empieza hoy; la pena es que lo mismo se dijo hace un año y las cosas no han mejorado desde entonces.

[publicado en La Vanguardia el 30/06]


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