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  10/09/2014

10Sep

[Puede parecer un detalle nimio, pero Mario Kotlerm que ha estado allí, me advierte de que el evento de Apple no ha sido en la venerable sala de prensa de Cupertino sino en un cubículo sin ventanas construído ad hoc en los jardines del Flint Center, no casualmente el mismo lugar donde Steve Jobs presentó el Macintosh, hace 30 años] Que conste el símbolo.

Probablemente la de anoche haya sido la más resonante presentación de Apple en años. Por las expectativas previas y porque se han cumplido casi todas. Sería una temeridad por mi parte resumir en un comentario de urgencia tal aluvión de anuncios.

Desde mi distante punto de vista, el eje conductor de cualquier análisis debería ser qué impacto tendrán sobre algo que es a la vez fortaleza y vulnerabilidad de Apple: el enorme peso que el iPhone tiene en sus ingresos y en sus resultados. El ciclo de este producto genial con el que Steve Jobs revolucionó el mercado en 2007, no puede prolongar indefinidamente su curva ascendente, y la solución no está en encontrar otro gadget que cumpla esa función – el iPad no lo es, y no lo será el Apple Watch – sino en extender campo de acción de Apple hacia una oferta de servicios que – apoyándose en los dispositivos – reúnan tres condiciones: forjar alianzas, ser monetizables y reforzar la fidelidad de los usuarios de la marca. Les prometo que es mi interpretación del acuerdo firmado con IBM pero lo que quiero señalar ahora es que Apple inicia un cambio de modelo de negocio, que se irá manifestando gradualmente.

La fidelidad de que goza Apple es un buen tema de conversación. Si fuera cierto que Apple ha ordenado a Foxconn y Pegatron fabricar una remesa de 68 millones de unidades de iPhone [sumados los modelos 6 y 6 Plus], es razonable suponer que espera vender 40 millones en el resto del año. Por lo bajo.

También es razonable preguntarse quiénes serán esos 40 millones de compradores. Un estudio de WDS atribuye a Apple un 76% de retención en los cuatro grandes mercados analizados, lo que significa que tres de cada cuatro usuarios cambian sistemáticamente un iPhone por otro iPhone. El porcentaje de Samsung es más bajo pero aun así notable, 58%; ninguna otra marca se acerca a esos niveles de lealtad. Yendo al detalle, el estudio estima que hay un 15% de los usuarios de Apple que migran a Samsung, y un 16% de los de Samsung que migran a Apple. Como es sabido, la ventaja (relativa) de la marca coreana es la diversidad de su portfolio, y la debilidad (relativa) de Apple es su concentración de oferta.

Si lo anterior les suena interesante, fíjense en este otro dato, calculado por Pacific Crest: en 2013, la mitad de los iPhone vendidos fueron a reemplazar un modelo anterior (engordando de paso el mercado secundario); en 2014 la proporción subirá al 70% y en 2015 al 80%. Una fidelidad asombrosa, realmente, pero contradictoria: no se puede vivir eternamente de la renovación mejorada de un producto estrella.

Tengo a mano este análisis de Andy Hargreaves, de Pacific Crest: «esperamos que Apple gane cuota gracias al ciclo ascendente del iPhone 6; sin embargo, las ventas a nuevos usuarios de la marca van a declinar más allá de esta fase, lo que podría provocar un descenso en unidades durante el año fiscal 2016». Hargreaves, contradiciendo a sus colegas – que por gran mayoría recomiendan comprar acciones ya mismo – opina que el potencial de ganancia a medio plazo dependerá de que Apple acierte a recortar el papel dominante del iPhone. Me gusta la tesis.


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