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  11/11/2013

11Nov

A quien no sepa de estadísticas, puede parecerle un sarcasmo que el Índice de Producción Industrial (por primera vez en ascenso desde junio de 2010) haya coincidido con el colapso de Fagor Electrodomésticos. Con un modelo social ejemplar – aunque sólo en Mondragón – y sin haber tenido nunca miedo a la globalización, la cooperativa vasca es el último eslabón de una larga cadena de la desindustrialización en España. Cuando allá por el 2002 empezaron las deslocalizaciones, y luego las reestructuraciones, muchos cotorreaban sobre una sociedad en la que todos nos venderíamos servicios unos a otros; que fabriquen los polacos o los chinos, y luego se gasten los beneficios en España.

The Economist ve en el modelo cooperativo de Fagor una antigualla, pero no atribuye su caída a ese factor sino a que incluso en el caso de encontrar una improbable salida financiera, le hubiera sido difícil sobreponerse al desplome prolongado del consumo. Y prolongado quiere decir que va para largo. No se adivina qué impacto pueda tener el argumento si prosperasen los contactos para que la empresa china Haier compre al menos una parte de los activos de Fagor.

De un tiempo a esta parte se prescribe insistentemente una receta: reindustrializar para superar la crisis. El objetivo europeo sería que la industria represente el 20% del PIB (actualmente es del 15%, y en España del 13%), que podría alcanzarse gracias a la drástica reducción de los costes laborales y al recorte de plantillas. ¿Y eso cómo se hace? Moody´s prevé que el débil crecimiento de la zona euro en 2014 vendrá de las exportaciones, pero a la vez advierte que los sectores con capacidad exportadora no tienen como objetivo crear empleo sino mejorar su propia competitividad. Por si no quedara claro, un documento de la Comisión Europea recuerda que «el papel de la política industrial [deberá centrarse en] adaptarse al cambio estructural, antes que en tratar de miitigar los efectos negativos que la reestructuración ha tenido sobre el empleo».

Escuchemos ahora el diagnóstico de Julio Balaguer, socio de la consultora PwC: «la industria es lo que da estabilidad a un país, es lo que genera empleo de calidad, como demuestra el hecho de que el 80% de los dos millones de sus empleados son fijos, a diferencia de los servicios […], y sin industria tampoco se crean servicios de calidad». Un punto crítico – dice Balaguer – es la inversión: «salvo en el automóvil, las inversiones llevan tres años paradas, y las multinacionales no han traído a España ningún proyecto de envergadura, porque sus filiales «no han conseguido convencer a sus casas matrices de que España no es Grecia».

Un cronista veterano, que hace un mes escribía «saldremos de la crisis un 30% más pobres», nos aleccionaba ayer sobre la inminencia de un «nuevo efecto riqueza» [sí, una comida con el ministro puede producir efectos alucinógenos]. Veamos los hechos: el tipo de interés de la deuda ha bajado al 4%, la prima de riesgo anda por los 230 puntos básicos, el Ibex35 disfruta de un subidón, una parte de la banca ha devuelto por anticipado los fondos prestados por Frankfurt, qué bien. Pero también es un hecho que el mercado interior se ha desplomado, y que «el desempleo no bajará del 15% en el plazo de veinte años, porque en gran parte es estructural y no tiene remedio», según observa Jaume Llopis, profesor del IESE. Más vale tomar los indicadores sin gaseosa.


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