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  20/03/2013

20Mar

Temprano llegaron los comentarios al post acerca del Galaxy S4; algunos lectores son escépticos acerca de una ruptura entre Samsung y Google (y yo también). Otros piden que me extienda sobre una alusión a los ciclos de producto de los fabricantes. Ángel y Ramiro [¿se habrán puesto de acuerdo?] hacen la pregunta con las mismas palabras: «¿cuál es el momento idóneo para lanzar al mercado un smartphone que pretenda competir con el iPhone y no morir en el intento?».

La premisa es evidente: desde 2007 Apple ha marcado la agenda de la industria. Hasta 2010, lanzaba un nuevo iPhone cada año a finales de junio o principios de julio; en los dos años siguientes lo hizo en octubre y septiembre, respectivamente. La secuencia, por tanto, se ha hecho predecible: los usuarios se han habituado a esperar, y los competidores han aprendido a contraprogramar. Estos, en lugar de batirse en vano contra el impacto mediático que genera Apple, simplemente han escogido otras ventanas, supuestamente más propicias a sus estrategias.

En 2011, Apple dio un viraje que descolocó a la industria, y mareó a sus más fieles: todos esperaban un iPhone 5 radicalmente nuevo, pero sacó el iPhone 4S, una táctica con la que ha conseguido mantener vivo lo esencial del diseño durante dos años (economía de escala) y destinar recursos a mejoras funcionales, manteniendo alto su margen. Era, en principio, una buena idea mientras estuviera en condiciones de dictar las reglas. Pero tenía dos inconvenientes: 1) la predictibilidad tiende a frenar la demanda del modelo anterior, y 2) desde que los dos coexisten, las ventas del 4S han vuelto a dispararse como alternativa de buena relación precio/rendimiento.

Hasta hace poco, todos asumíamos que en 2013 habría una alternancia equivalente: el próximo sería iPhone 5S, y así sucesivamente, pero no tiene por qué ser así. Las condiciones han cambiado realmente con la aparición del Galaxy S4: si, como se esperaba, el próximo iPhone apareciera ante el mundo como otro modelo intermedio, no faltaría quien dijera que Apple ha perdido energía innovadora. O incluso se interpretaría como una renuncia a competir frontalmente con Samsung.

2013 está siendo un año difícil para Apple [y no sólo por la sorprendente caída bursátil http://www.norbertogallego.com/pero-%c2%bfque-diablos-pasa-con-apple/2012/11/13/]: algunos analistas empiezan a recortar su entusiasmo incondicional y algunos cronistas admiten que tal vez no le vendría mal que un rival – que, en este momento, sólo puede ser Samsung – le bajara un los humos. Es curioso que, en este contexto, se haya apagado la cháchara sobre la entrada de Apple en la televisión, y que el supuesto proyecto iWatch fuera recibido con tibia curiosidad. Porque, la verdad, los resultados de Apple siguen dependiendo fundamentalmente del iPhone. Y como el iPhone es único, todo acaba dependiendo de su gestión del ciclo de producto.


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