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  21/05/2012

21May

La última vez que este blog se ocupó de la OPV de Facebook fue el 9 de mayo, pero el pasado fin de semana tuvo muchas visitas la entrevista del año pasado a Javier Oliván – responsable de expansión internacional y estrategia móvil – que publiqué a mediados del año pasado, y eso quiere decir que el asunto despierta interés. El problema es que de momento no tengo nada nuevo que decir sobre la aventura bursátil de Mark Zuckerberg & Co, hasta que vea el comportamiento de la acción en las próximas sesiones. No obstante, he recibido mensaes alusivos como estos: 1) “Empiezo a estar harto de Facebook”. Yo también. 2) ¿cómo explicas el desbordante entusiasmo de El País, tan distinto del escepticismo de la prensa anglosajona? Por papanatismo. 3) “¿Por qué no te mojas sobre el futuro de Facebook en bolsa?” Porque no soy broker ni inversor, sólo periodista.

Dicho esto, he encontrado un hilo común para las tres cuestiones que me plantean. La formidable operación financiera de Facebook ha sido perfectamente orquestada, con un precio de salida calculado de modo que maximiza la plusvalía de los accionistas existentes y mantiene vivo el interés de nuevas camadas de inversores, al menos hasta que se puedan juzgar los resultados del primer trimestre. En algún momento, Facebook tendrá que justificar un valor bursátil que es 108 veces superior a sus ingresos de los últimos doce meses.

El hecho de que hacia el final de la primera sesión la cotización cayera por debajo del precio inicial y tuviera que ser sostenida por los bancos implicados, no es inusual, pero puede verse como un signo de que la operación es un artificio. No quiero decir que Facebook no tenga futuro; para empezar, cuenta con 16.000 millones y acciones frescas para comprar muchas cosas. En realidad, la principal amenaza para Facebook es el aburrimiento. ¿Quién ha dicho que no me mojo?


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