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  22/03/2018

22Mar

Hasta anoche, había recibido más de una decena de mensajes relativos a mi comentario del martes sobre el proyecto de directiva europea Digital Services. Con una sola excepción, han sido tan respetuosos y ponderados como yo quería que fuera mi texto. La mayoría de esos lectores escribe que el modelo de estructuras fiscales diseñadas para ´optimizar` el pago de impuestos es legal mientras no se demuestre lo contrario.. Estoy de acuerdo. «Cada cierto tiempo, esas compañías son sometidas a inspección y el tema se salda con un acuerdo», observa Jesús con razón. Por su parte, Iñaki admite que la clave puede estar en un vacío legal: «cuando las normas aplicables se aprobaron, nadie imaginaba que la economía digital llegaría a ser lo que es. Una legislación pensada para activos físicos, se adapta mal a los bienes virtuales y servicios online», dice.

Varios lectores se preguntan por qué personalizo en Apple esas prácticas que usan otras empresas de todos los sectores. Les diré por qué me he centrado en Apple: porque sigue abierta la herida de la sanción dictada por la Comisión Europea tras constatar que había concertado – a juicio de la CE ilegalmente – obtener ventajas fiscales a cambio de establecer su sede europea en el país. No les oculto que tampoco me gustó nada que a Tim Cook se le calentara un día la boca y soltara aquello de «pura basura política europea». Dicho esto, no conozco ningún otro caso semejante, mucho menos una multa de 2.400 millones de euros.

Es verdad que muchos otros usan el mismo procedimiento. «Si coges la facturación de estas compañías en España – sugiere Jesús – verás que sólo aparece un porcentaje de ventas mínimas como comisión facturada a la matriz europea establecida en un país más benigno con los impuestos». Alguien menciona a Cisco, que facturaba sus ventas como empresa ´holandesa` hasta que cambió su domicilio fiscal a Reino Unido. Vamos, que las cosas en Europa no son tan distintas a lo que pasa en Estados Unidos con Delaware, un auténtico santuario fiscal que disgusta al resto de los estados de la Unión.

Siempre me agrada recibir mensajes y aportaciones de los lectores. Por ejemplo, Isabel me remite un artículo de Rana Foroohar, columnista del Financial Times que, sólo indirectamente relacionado con la cuestión fiscal, aprovecho para citarlo aquí. Se refiere al célebre tesoro que las empresas tecnológicas tienen aparcado fuera de Estados Unidos – mayormente en Europa – con el fin de ahorrarse el gravamen por su repatriación. Como se sabe, la reforma fiscal aprobada en diciembre por los republicanos ha aliviado mucho esa carga para facilitar el retorno al país de muchos miles de millones.

Dice Foroohar que ese dineral está invertido en bonos de compañías –europeas, por lo general – lo que permite «a empresas como Apple y Google, en un entorno general de bajos tipos de interés, invertir en deuda ajena de alto rendimiento a la vez que emiten deuda propia más barata», beneficiándose del diferencial.

Esta práctica es legal, faltaría más. Pero Foroohar escribe – en el Financial Times – que «en busca de algo que hacer con su excedente monetario, estas empresas han tomado posiciones en el mercado de bonos del mismo modo que lo hacen JPMorgan o Goldman Sachs. Con la diferencia de que se comportan como bancos de inversión sin serlo y sin estar reguladas como tales».

Del artículo del FT extraigo esta frase: «El 10% de las grandes compañías más ricas en propiedad intelectual – Apple, Microsoft, Cisco, Oracle, Alphabet – controlan el 80% de ese tesoro acumulado fuera de Estados Unidos. Como sus beneficios proceden principalmente de IP, pueden moverlos fácilmente […] Los ahorros transfronterizos han pasado de 100.000 millones de dólares en 2008 a 700.000 millones en 2016».

Cita la autora un informe económico de Credit Suisse que, tras practicar un ´análisis forense` (sic) de activos líquidos offshore de todo tipo de compañías, calcula que son equiparables al total de las reservas de divisas del banco central chino.

Si el famoso tesoro exterior no es tan líquido como se suponía, por consistir mayoritariamente en bonos – y suponiendo, que ya es suponer, que a estas empresas les importen las promesas de Donald Trump – el repatriar el dinero para invertirlo en proyectos dentro de Estados Unidos, exigiría vender los títulos en el mercado de bonos. Ante lo cual, advierte Credit Suisse, podría crearse un desequilibrio de rendimientos entre este mercado y el de acciones, que potencialmente perturbaría los planes de la Reserva Federal forzando una subida prematura de tipos para corregirlo. ¿Lo dejamos aquí?


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