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  24/04/2014

24Abr

Hasta llegar al tercer párrafo, la historia me pareció descabellada, inverosímil. Luego, con la abundancia de testimonios, cambié de opinión. Este lunes, el suplemento FTfm del Financial Times citaba a Nick Finegold, cochairman del banco Espirito Santo: «es sólo cuestión de tiempo que los grandes grupos de Internet invadan el negocio de la gestión minorista de activos financieros». No quiere decir que Facebook o Google vayan a competir abiertamente en los servicios financieros. Quiere decir que podrían buscar alianzas para vender servicios financieros a su ingente masa de usuarios. «Se me hace imposible pensar en otro sector que sea más vulnerable al imperio que ha construído Google basándose en los datos de los consumidores», remacha Finegold.

No es un ejercicio teórico. Esa práctica ya existe en China, donde el líder del comercio electrónico, Alibaba, ha creado una empresa satélite para gestionar fondos de particulares en el mercado monetario. Su compatriota y rival Tencent – cuarta compañía de Internet en el mundo – ha hecho lo mismo uniéndose a un banco de Hong Kong. Viene que ni pintado un estudio en el que PricewaterhouseCooper (PwC) estima que el valor de los activos financieros gestionados en el mundo crecerá de 64 billones de dólares en 2012 a 102 billones en 2020 [son billones, no hay error] y prevé que China pasará a primer plano en consonancia con el interés de las autoridades de Pekin en internacionalizar el yuan y liberalizar el mercado de capitales.

Volviendo al principio, la señal de alarma ha sonado tras el anuncio de Facebook sobre el inminente lanzamiento de un sistema de transferencia de dinero entre sus usuarios europeos. La iniciativa podría ser imitada por Google, siempre atenta a los movimientos de su vecino, como una salida al poco exitoso Google Wallet. El texto sugiere que Amazon tendría planes similares y, de paso, recuerda que Tim Cook, en la última presentación de resultados de Apple, se declaró «intrigado por las posibilidades de negocio» que abren los pagos móviles.

El mencionado estudio de PwC dedica un capítulo crítico a la relación entre los servicios financieros y las TI. La mayoría de los profesionales que trabajan en el sector – dice – no saben usar más de 20 de los miles de funciones disponibles en un terminal de Bloomberg, lo que implica que se han habituado a trabajar con las mismas informaciones que usan sus competidores, en lugar de sacar más partido a la tecnología disponible. Los gigantes de Internet, en cambio, son extraordinariamente creativos en la capacidad de analizar los datos que revelan el comportamiento de los usuarios.

Los temores de Finegold ya no me parecen infundados: es evidente que la cartera de los gestores de fondos envejece, y en pocos años tendrán que tratar con una nueva generación, familiarizada con la tecnología. Hay otro factor que considerar: si Google o Facebook quisieran meterse en estos jardines, despertarían el celo de los reguladores, por lo que probablemente preferirán asociarse con compañías del sector financiero. No me vengan con historias sobre Big Data: está por demostrar que los usuarios – al menos los que tienen capacidad para invertir – vayan a tolerar el uso de sus datos personales y patrimoniales obtenidos en otro contexto.


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