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  24/06/2016

24jun

El reduccionismo de Twitter es contagioso. Alguien escribe, por ejemplo, «China gana a Estados Unidos la guerra de los superordenadores», y se queda tan ancho, convencido de que eso será suficiente. No estoy de acuerdo. Tras dedicar un buen rato a leer sobre el asunto, hasta llegar a la conclusión de que la noticia sobre el ranking de los Top 500, presentado esta semana en la conferencia de la ISC (International Supercomputer Conference) de Frankfurt, merece un poco más de respeto… y de extensión.

No es novedad que el primero de la lista sea un superordenador chino: el Tianhe-2 encabezaba la tabla desde 2013 con un rendimiento de 33,86 petaflops. Toma el relevo el Sunway Taihu Light, cuya performance teórica es de 125,4 petaflops. Lo realmente nuevo es que, por primera vez, hay más máquinas chinas que estadounidenses en el ranking. Todo lo cual es un síntoma de que se trata de un reto geopolítico, en el que dos potencias invierten cuantiosas sumas para alcanzar una hegemonía que tiene valor propagandístico.

Mucho ha cambiado el ranking, que se publica desde hace 23 años. Y seguirá cambiando: la próxima cabeza de lista debería ser – a menos que China tenga guardada una carta secreta – en 2017 el sistema Summit, del laboratorio de Oak Ridge, construído por un consorcio entre IBM y Nvidia, que se espera tendrá 150 petaflops. Esta es precisamente otra lección del ISC: la abundancia de consorcios y alianzas, reveladoras de que ninguna marca que se precie puede permitirse el lujo de dar la espalda al mercado de HPC (high performance computing).

Entre los Top 500 figuran 167 máquinas instaladas en China (eran 109 hace sólo seis meses) mientras el número de las estadounidenses ha bajado en un año de 233 a 165. Europa, como conjunto, está representada por 105 superordenadores – sin variación en un año – de los que 26 están en Alemania, 18 en Francia y 12 en Reino Unido. España aporta uno a la lista, el Mare Nostrum del Barcelona Supercomputing Center (BSC). Japón, que desde siempre ha sido protagonista de la tecnología HPC, aporta 29 máquinas, entre ellas el K de Fujitsu, instalado en el centro de investigaciones Riken, cerca de Tokio. El Super K está previsto para 2020.

Repasando el ranking, he observado que a diferencia del Tianhe-2, que se basaba en un híbrido de procesadores de Intel, su sucesor el Sunway etc. se basa en una arquitectura propia sobre un procesador chino de 256 núcleos, del que hasta ahora no se tenía noticia. Este me parece un detalle relevante, porque refleja que China está en camino de ser autónoma en el diseño y fabricación de procesadores, lo que a medio plazo tendrá consecuencias sobre un segmento menos sofisticado, los servidores corporativos. No es menos cierto que ha sido empujada a ello por la prohibición de Washington a que Intel siguiera entregando a China procesadores que tuvieran como objetivo la construcción de superordenadores.

Puede resultar sorprendente, pero IBM ha perdido hace tiempo su perfil dominante en el mercado de HPC: es sólo el 5% del ranking mientras HP, con 127 máquinas, eleva su porcentaje al 28,4%. Cray, recuperada su independencia tras desprenderse de Silicon Graphics, tiene un 12% de las máquinas representadas en la tabla y un 19,8% de la capacidad instalada. Y así podría seguir hasta aburrir, pero lo dejaré aquí.


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