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  6/11/2013

6Nov

Algún día conoceremos (o no, que diría Rajoy) los entresijos del «golpe de estado» dentro del consejo de BlackBerry, que ha tenido dos consecuencias inmediatas: el abandono de la única oferta de compra que tenía sobre la mesa, y la destitución de Thorsten Heins como CEO de la compañía. Mientras entre ellos se aclaran, lo que vemos es un juego de apariencias.

Aparentemente, el fondo de inversión canadiense Fairfax, que posee un 10% de BlackBerry, estaba dispuesto a reunir 4.700 millones de dólares para hacerse con el 100%, y el plazo para ejecutar la oferta vencía el lunes 4. Al llegar la fecha, Fairfax retiró su oferta, pero al mismo tiempo accedió a prestar a la compañía 1.000 millones de dólares, en forma de un bono convertible en acciones.

Aparentemente, BlackBerry no necesita el préstamo, porque cuenta con una liquidez de 2.600 millones, pero la conversión del bono equivaldría a un 16% de su valor bursátil, lo que de hecho convertirá a Fairfax en dueño de una cuarta parte de la empresa, y por consiguiente en árbitro de cualquier solución que pudiera aparecer.

Aparentemente, la maniobra confirmaría que la oferta de Fairfax era un recurso para ganar tiempo, pero no ha sido suficiente: ninguno de los presuntos interesados en comprar Blackberry – total o parcialmente – ha presentado una oferta formal. Y, también aparentemente, la lista era numerosa.

Aparentemente, los cofundadores de la compañía, Mike Lazaridis y Doug Fregin, buscaban financiación para presentar su propia oferta, con el objetivo teórico de salvar la condición canadiense de BlackBerry. Si este era el plan B, hasta ayer no había señales de su existencia real.

Aparentemente, Thorsten Heins habría insistido en salvar el componente hardware de BlackBerry – los célebres dispositivos con los que se identifica la marca – pero no era esto lo que interesaba a los presuntos compradores, sino otros activos: su red de servidores corporativos BES 10 y su cartera de patentes. El desacuerdo habría precipitado la defenestración de Heins.

Aparentemente, este sería el origen de la designación de John Chen como nuevo chairman y temporal CEO. Los antecedentes de Chen – cogió una empresa al borde de la quiebra, Sybase, la revalorizó y acabó vendiéndola a SAP a buen precio – sugiere una lectura creíble: Chen sería el alfil de quienes piensan que la salvación de BlackBerry no está en sus ´icónicos´ dispositivos sino en su servicio a empresas y gobiernos. Incluso así, queda por ver si podría sobrevivir como empresa independiente o está abocada a negociar una oferta de compra idónea.

Aparentemente, pese a que el perfil de John Chen se asocia al software para movilidad, se ha apresurado a declarar que no tiene intención de desprenderse de la rama de hardware: ¿qué otra cosa podría decir en estas circunstancias?

Bajo tantas capas de apariencias, subyace un hecho: durante varios años, quienes han dirigido BlackBerry se han empeñado en negar el colapso de su modelo de negocio y, en consecuencia, cometieron errores estratégicos que ahora se pagan. Lo más fácil para un cronista sería hacer leña del árbol caído, y conozco quien disfruta de practicar ese  ejercicio. Me consta que pocos comparten mi opinión, pero sigo creyendo que es posible que alguien sepa aflorar el valor intrínseco que alberga la compañía, aceptando el riesgo de que deje de ser canadiense.


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