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  22/03/2010

www.google.cn/cerradoporcensura

Según anticipa la prensa estadounidense, hoy se anunciará oficialmente que el 10 de abril, Google cerrará su buscador chino, dando por perdido el pulso que lanzó a las autoridades de Pekín. Si en estos tres meses ha habido negociaciones discretas, han fracasado, imponiéndose la voluntad gubernamental: la censura no es negociable. Como prueba, esta frase de la agencia oficial Xinhua: “la Tierra no dejará de girar porque Google se retire de China, y los usuarios chinos seguirán conectándose a Internet”. Ahora se puede entender mejor la precipitada salida en septiembre del presidente de la compañía en ese país, Kai-Fu Lee, para crear su propia empresa.

El origen aparente del contencioso mezcla dos elementos distintos pero vinculados: 1) la decisión de desobedecer la regla de filtrar los resultados del buscador google.cn para expurgar aquello que pudiera contrariar a las autoridades, y 2) los ataques masivos del pasado noviembre contra los servidores de Google fuera de China, que habrían sido responsabilidad de hackers chinos. Desde entonces se ha hablado mucho del primer aspecto, y se ha acallado el segundo, ciertamente de mayor calado político.

No está de más recordar que cuando Google entró en China, en 2006, aceptó aplicarse la censura, calculando de buena gana que era el único modo de capitalizar su presencia en un mercado en pleno crecimiento. Aquella concesión provocó controversia y puso a la compañía en la mira de los activistas de la libertad de expresión, pero el cálculo no era erróneo: había entonces en el país unos 3 millones de usuarios de Internet, que se han convertido en 384 millones. No hay cifras fiables sobre los ingresos que Google cosecha en China, pero se estiman entre 300 y 400 millones de dólares, algo así como un 2% de su negocio total.

En cualquier otro sector de la boyante economía china, el sitio de una empresa extranjera que decidiera no hacer negocios en el país, sería rápidamente ocupado por otra empresa extranjera, pero Google se encuentra en la excepcional situación de que no tiene competidores…extranjeros, pero abundan los candidatos locales para beneficiarse del vacío que dejará aquélla y practican lo que eufemísticamente se llama «autodisciplina» o – lo que tiene el lenguaje – «armonización de resultados». El líder del mercado es el buscador chino Baidu, muy por delante de la versión local de Google. Y los siguientes en el ranking de tráfico son los nacionales Sohu y SoSo, este último creado por la compañía Tencent, titular del popular sitio QQ de mensajería instantánea. Sólo en la quinta posición (1%) aparece Bing, de Microsoft, que podría ganar algunos puntos entre los internautas de la clase profesional, más inclinados a la impronta americana aunque sea con censura.

A diferencia de lo ocurrido en los países europeos, los competidores locales han sabido emular el modelo de Google, y el gobierno prefiere que sean ellos quienes controlen las puertas de entrada a Internet. Esto parecería avalar las palabras de Craig Mundie, director de estrategia de Microsoft, quien ha reprochado a Google su “conducta impetuosa”, subrayando que su compañía respeta la legalidad de todos los países donde opera. Argumento que, por cierto, utilizan los directivos de Google cuando se les interroga por la autocensura en los países árabes. Será en vano que los corresponsales en Pekín esperen de los hombres de negocio extranjeros una crítica a la política china en relación con Internet. Por su lado, las protestas de la secretaria de Estado Hillary Clinton parecen haber sido contraproducentes.

El gesto de Google tiene pros y contras. Entre los primeros, el deseo de apaciguar las críticas que últimamente recibe en los países occidentales. Por otro lado, priva de una herramienta a la parte más ilustrada de la sociedad china – incluso con censura, siempre se las ha arreglado para interpretar con desgana las normas – y cede el virtual monopolio a unos competidores notoriamente dóciles con el poder. A falta de conocer el desenlace, es posible que haya conseguido algo de las negociaciones: mantener un centro de I+D con ingenieros reclutados por Kai-Fu Lee, seguir vendiendo publicidad para sus buscadores en Occidente y la promesa de que no se tomarán represalias contra sus empleados en China, a los que Eric Schmidt exonera de responsabilidad en su decisión. Otra contrapartida que podría obtener, a cambio de no agitar más las aguas, sería cierta garantía de que no será bloqueado el acceso a su buscador en inglés.

Sería ingenuo no ver en este conflicto aspectos de largo alcance, que desbordan el ámbito de Internet. El economista Nouriel Roubini, célebre por haber pronosticado la crisis financiera, escribe en su blog : “bajo las fisuras en las relaciones entre Estados Unidos y China, expuestas con mucha retórica últimamente […] subyace la búsqueda de un nuevo encaje entre el principal acreedor del mundo y el primero de sus deudores. Es un motivo para que ambas partes procuren evitar más confrontación en sus relaciones económicas”. ¿Será todavía posible?


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