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  10/03/2014

10Mar

Lo he escrito antes aquí, pero aprovecho la oportunidad para responder a preguntas y comentarios que me han llegado en los últimos días. Desde mi punto de vista, el balance del Mobile World Congress de este año tiene menos que ver con los dispositivos y con el joven Zuckerberg, que con las infraestructuras sobre las que se apoyan. Es, desde luego, una apreciación discutible, pero también un paso con respecto a lo que se vio en 2013. Entonces se habló conceptualmente acerca del cambio en la arquitectura y el software de las redes; en 2014 hemos conocido las hojas de ruta de cada vendedor.

No se puede pretender que asuntos como SDN (software defined network) y NFV (network function virtualization) tengan glamur alguno, pero sin duda estaban en las bitácoras de la industria. En Barcelona se conocieron contratos relevantes en este plano como, entre otros, los de Telefónica con Alcatel Lucent, Ericsson y Huawei. En la trastienda, ha seguido la discusión sobre las tipologías de red que se necesitarán para conectar los múltiples dispositivos del Internet de las cosas.

Como todo salto tecnológico, SDN y NFV llegan cargados de promesas: mejora en la eficiencia de costes, flexibilidad, escalabilidad, seguridad, etc. Pero no todos los proveedores coinciden en sus definiciones, ni todos sus clientes tienen las mismas necesidades. Tal como las entiendo, SDN tiende a ser influído por el mundo webscale [Google, Rackspace, Facebook] y NFV responde más a los requisitos de los operadores.

No es tan grave la diferencia, si se mira con una cierta distancia histórica: a lo largo de los años, los operadores han ido desplegando redes separadas para cada tipo de tráfico (voz fija, voz móvil, datos,…) hasta llegar a una convergencia en la capa de transporte IP. Pero las capas de control y de servicio se mantuvieron fragmentadas, y ha llegado la hora de la consolidación y la «cloudificación».

Naturalmente, la magnitud de esta cuestión excede el propósito de este espacio, y excedería mi conocimiento, pero he querido traerla a colación como respuesta a quienes me preguntan qué smartphone ha sido el más chulo que he visto en Barcelona. En mi modesta opinión, la innovación en los dispositivos se está tomando una pausa, porque las características más o menos icónicas no son un factor determinante del crecimiento.

Y, por otro lado, los smartphones están dejando de ser el centro de gravedad de la industria: el hecho de que en el Mobile World Congress se expusieran 10 coches conectados [los que yo he visto, porque quizás hubo más] y se hablara tanto de Internet de las cosas, son síntomas de cambios en marcha. Para cada actor en esta industria su significado será diferente, según fabriquen componentes, dispositivos o software, o vendan servicios. Para los operadores, es una oportunidad de quitarse la espina de los OTT, que les han arrebatado sistemáticamente ingresos. Las redes vuelven a ser lo más importante, y sobre ellas se podrá articular una nueva coexistencia que no ha sido posible mientras todo pasaba por los móviles. Este es mi balance.


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