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  17/03/2014

17Mar

Doy por sentado que quienes no saben de mi anterior trabajo de cooperación educativa, se sorprenderán por el tema del post de hoy, la enseñanza universitaria online. Lo he escogido porque a) en cierto modo es lo mío, b) es de actualidad y c) me parece pertinente en un sitio que se define como de «análisis de mercados y empresas de tecnología».

Como introducción a la crónica, quisiera apoyarme en un estudio publicado el mes pasado por el National Centre of Education Statistics (NCES) del gobierno federal de Estados Unidos. De sus datos se concluye que entre 1997 y 2010, el número de graduados salidos de las universidades ha caído un 27%, y debería seguir cayendo hasta 2022, fecha límite de la previsión. La ratio de titulados no será uniforme en los estratos de población: disminuirá entre los blancos (-16%) y los negros (-14%) pero aumentará un 64% entre los de origen hispano.

En este contexto, destacan dos fenómenos singulares. Uno ideológico, el movimiento Uncollege, cuyos portavoces defienden que al término del ciclo secundario lo oportuno es desistir de seguir una carrera, ya que (según ellos) estaría demostrado que para ser emprendedor no se necesita titulación universitaria. El otro es de índole pragmática y se expresa en el auge de las MOOC, plataformas de educación online – de ellas trata el post cuyo enlace verán abajo – que han ganado popularidad estos últimos años.

La meta de las MOOC es la formación, no la titulación, pero ocurre que el único modelo de negocio plausible para estas iniciativas es financiarse con la venta de certificados finalistas, que en teoría abrirían la puerta a mejores trabajos. Por esto, el problema que se presenta a los promotores de esas plataformas es la elevada tasa de abandono de esos estudios online, cuyo postulado básico es el uso intensivo de la tecnología. Con independencia de la calidad de los resultados, no faltan entre nosotros quienes han acogido la propaganda con entusiasmo poco reflexivo.

Volviendo al estudio del NCES, el organismo prevé que el número de estudiantes en las universidades de titularidad pública en EEUU descenderá el 1% y en las privadas un 29%, en ambos casos de aquí a 2022 [¡casi una tercera parte!]. Incluso las ocho universidades de élite de la llamada Ivy League sufrirán una merma del 10%, lo que confirma que el problema es sistémico. Tratando de frenar el deterioro patente en las etapas primaria y secundaria, el plan de la administración Obama contempla destinar recursos para reducir el número de alumnos por docente para mejorar la calidad del aprendizaje en esas dos fases, en las que comienza la deserción que explica en parte lo que pasa en la enseñanza superior. Y la calidad del aprendizaje debería influir sobre la formación de la mano de obra, según la lógica del plan.

Me abstrendré de hacer comparaciones, que según dicen son odiosas. Daré sólo una pista: según las proyecciones elaboradas por la OCDE en , en 2020 el total de la población universitaria mundial estará comprendida por un 29% de chinos, 12% de indios, 11% de estadounidenses, 4% de japoneses, 3% de brasileños, y a partir de ahí los países europeos, siendo Alemania el más numeroso con el 2% de estudiantes. Tengo mis razones para creer que este blog no se publicará en 2020, pero me gustaría enterarme de cómo le habrá ido a la humanidad con estas proyecciones.


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