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  24/04/2013

24Abr

Ya estarán enterados de la asombrosa historia de la hoja Excel equivocada con la que se ha justificado una tesis nada inocente: que el crecimiento económico de los países desciende abruptamente una vez que su deuda pública supera el umbral del 90%. La publicaron en American Review of Economics en 2010, dos prestigiosos profesores de Hardvard, Carmen Reinhardt y Kenneth Rogoff; como por ensalmo, pasó a ser uno de los argumentos favoritos de los partidarios de la austeridad como eje de la política económica.

Otros economistas se propusieron revisar la tesis de Reinhardt y Rogoff para verificar si, efectivamente, el precipicio pasaba por la línea del 90%. Los autores, gallardamente, reconocieron haberse equivocado al eliminar de su hoja de hoja de cálculo cinco celdas correspondientes a sendos países que, en principio, debían entrar en la fórmula. Al reinsertarlas, se descubre que la deuda podría ser más alta sin hundir por ello el crecimiento.

Esta semana, Bill Gross, que dirige Pimco, el mayor fondo especializado en bonos [gestiona 290.000 millones de dólares) se ha convertido en un crítico severo de las políticas de austeridad. Nunca sabremos si su conversión obedece a una revisión de su propia hoja de cálculo, pero en 2010 Gross afirmó que con su nivel de deuda – inferior a la actual – Reino Unido estaba sentado sobre un barril de nitroglicerina.

No desvelo un secreto si digo que cada día en las empresas se manipulan las hojas de cálculo – «Excel aguanta todo», suele decirse – con el objetivo de simular resultados alternativos y, llegado el caso, forzar aquel que mejor se adapta al objetivo buscado. Sin voluntad de engaño, se acepta que se trata de una aproximación, y que la realidad pondrá las cosas en su sitio. ¿Por qué no hacerlo en el supuestamente aséptico ambiente académico? ¿Por qué no explotar de mala fe una conclusión ideológica basada en una supuesta premisa objetiva?

Vamos, que parecía difícil imaginar que cinco celdas de Excel pudieran influir en la política económica y abrir una brecha tan grande entre los objetivos que se dice perseguir y los resultados que realmente se están obteniendo. Les contaré que, cuando yo estudiaba Economía [no se habían inventado VisiCalc ni Excel], personalmente no me sentía a gusto con la econometría, me apasionaban las clases de Estructura Económica. Luego la vida me llevó al periodismo, y no tengo muy claro en qué momento los estudios de esa ciencia social llamada economía se distanciaron de la tradición secular de pensamiento [La gran búsqueda, de Silvia Nasar, Ed. Debate, da valiosas pistas, pero se detiene a principios de los 70, y esta es una frontera crucial].


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