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  2/04/2013

2Abri

El plan articulado por Michael Dell para ´privatizar` la compañía que lleva su nombre, se ha complicado en los últimos días. Además de su oferta, que valora la empresa en 24.400 millones de dólares, han aparecido otras dos que tienen carácter preliminar: una de Blackstone – que cometió la torpeza de sugerir que contrataría a Mark Hurd para tomar el mando en lugar del fundador, lo que de entrada privaría a su propuesta del 14% de capital en manos de este – y otra, manifiestamente oportunista, presentada por Carl Icahn, un bucanero de Wall Street. Ambas, por supuesto, cortejan a los accionistas con un precio aparentemente superior, pero la impresión que prevalece es que acabaran retirándose. Porque, a poco que se piense, ¿qué otro sentido tendría cualquier operación que no fuera dar a su fundador el control incondicional de la compañía, sin enojosas interferencias bursátiles?

Para entender lo poco que se puede entender del asunto, hay que recordar que el PC, un negocio en declive, aporta aún la mayor parte de los ingresos de Dell, pese a los esfuerzos de diversificación. Como es impensable que alguien aceptara comprar esa parte y liberar a la empresa del peso de la carga, viene a resultar que lo único sensato sería llevar adelante el plan de Michael Dell (o lo se intuye que es su plan). Un documento presentado por el consorcio oferente ha dejado meridianamente claro que Dell no podría en ningún caso conseguir que su negocio de soluciones de empresa crezca al ritmo suficiente para compensar la caída de su negocio principal.

¿Qué hacer, entonces? Si acelerara la transformación más de lo que ha hecho hasta ahora, los números serían mal recibidos en la bolsa, porque las inversiones necesarias afectarían negativamente la rentabilidad durante años, y los accionistas minoritarios ya pueden ir olvidándose del precio (una prima del 25%) que ahora se les ofrece por sus títulos. Tal como pintan las cosas, la compañía es víctima de un deterioro operativo, pero su situación financiera es (todavía) relativamente sana. Ahora o nunca, se habrá dicho Michael Dell.


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