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  30/04/2014

30Abr

A Mario Kotler, colaborador de este blog en San Francisco, no le ha gustado que calificara de «treta bursátil» la decisión de Apple de canjear sus acciones a razón de siete por una. Me atengo a la definición de María Moliner: «medio hábil en el que hay algo de engaño o trampa, que se emplea para conseguir una cosa». La ´cosa` que ha conseguido Tim Cook es el apoyo entusiasta de los inversores, que han catapultado la cotización de Apple hasta rozar los 600 dólares, que no tocaba desde noviembre del 2012.

Desde que tocó techo a 700 dólares, hasta la semana pasada, la acción de Apple bajó un 24% mientras los principales índices subían un 30%. La queja unánime de los analistas ha sido la ausencia de un producto ´disruptivo` más allá de variaciones rituales del iPhone y el iPad. Es mérito de Cook haber logrado que la cotización suba gracias a un malabar [«juego de destreza»].

Creo haber explicado aquí el sentido de la maniobra: Apple necesita que su acción se ponga al alcance de los pequeños inversores: ayer, con 3.000 dólares se podían comprar cinco acciones; en junio – suponiendo que no sigan subiendo – con ese monto podrían comprarse 34 acciones. ¿A quién le importa? Se dice que el objetivo de Cook sería que Apple pase a formar parte del selecto grupo de compañías del índice Dow Jones [un IBEX pero a lo grande]. Su actual capitalización bursátil lo justificaría sobradamente, pero por razones que se me escapan, los gestores del índice prefieren que las cotizaciones no desmientan el mito americano del capitalismo popular: una acción debería estar al alcance de cualquier ciudadano. Apple sería la la quinta compañía del sector TI representada (junto con Cisco, IBM, Intel y Microsoft].

Está de más decir que ese propósito es legítimo. Ese no es el problema al que me refiero, sino el hecho de que Cook ha asumido como propia la doctrina de los ´inversores activistas`, cuyo héroe es Carl Icahn, que tienen como meta exclusiva el retorno de valor al accionista. La fórmula clásica de remunerar la fidelidad de los inversores mediante la suma de capitalización y dividendo les parece poco, a pesar de que Apple tiene uno de los rendimientos [NPY, net payout yield] más altos de Wall Street, el 10,9%.

La única ´disrupción` que interesa a Icahn y otros de su especie es la recompra de acciones, que en teoría puede saciar la demanda y elevar el precio; pero como no sería práctico a 600 dólares por acción, la fórmula que proponen es split + buyback.

Precisamente, Apple se encuentra en la confortable situación de dedicar el 11% de su valor en bolsa a retornar riqueza a sus accionistas y, después de hacerlo, mantener intacto un colchón de tesorería que a finales de marzo era de 151.000 millones de dólares. Y eso que, desde agosto de 2012, ha destinado 66.000 millones al programa de recompra de acciones. El consejo ha autorizado a Cook a subir la cifra hasta 130.000 millones antes de finales de 2015. Sin contar con un dividendo del 8% pagadero el 15 de mayo.

Sin embargo, se da la circunstancia de que el 87% la tesorería de Apple [132.000 de los 151.000 millones] está fuera de Estados Unidos, y repatriarla tendría un coste fiscal que Cook prefiere evitar. Esta es la explicación de que, a pesar de lo que guarda en su cofre, la compañía haya tomado otra decisión que puede parecer insólita: aprovechar la coyuntura del mercado de capitales para endeudarse – a un coste inferior al del impuesto que se ahorra – y con ese dinero comprar sus propias acciones. No nos extrañemos de que los analistas no contaminados escriban que lo que Apple necesita son ideas y productos nuevos, no sólo una atrevida ingeniería financiera. ¿A alguien le importa cómo será el iPhone 6?.


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