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  31/03/2014

31Mar

John Chen, a la sazón CEO de BlackBerry, disfruta del período de gracia que suele concederse a quienes acometen una tarea como la suya: salvar a la compañía del desastre. Desde comienzos de año, la cotización ha progresado dificultosamente, lo que no es mucho decir para una empresa que en 2008 valía en bolsa 83.000 millones de dólares y ahora anda por los 4.500 millones. Los resultados del cuarto trimestre del año fiscal 2014 han sido malos, pero no tanto como se temía. Chen ha ganado tiempo para desplegar su plan.

Por primera vez en muchos años, BlackBerry ha cerrado un trimestre con ingresos inferiores a 1.000 millones de dólares: exactamente 976 millones, un 64% menos en el espacio de un año. Las pérdidas trimestrales han sido de 423 millones, y las anuales suman 5.900 millones. Con este panorama, Chen ha tenido el detalle de asegurar que está «muy satisfecho con los progresos que estamos haciendo en la ejecución de la estrategia que estamos aplicando [desde noviembre pasado]». Y se ha atrevido a prometer que «el cash flow será positivo a finales del ejercicio 2015».

Chen, que ocupa el puesto desde noviembre, es un especialista en dar la vuelta a situaciones críticas – lo hizo con Sybase, y acabó vendiéndola a SAP a alto precio – pero lo que tiene entre manos es muy difícil: devolver la rentabilidad y el crecimiento a una empresa que lleva demasiado tiempo en la unidad de cuidados intensivos. En pocas palabras, su estrategia consiste en un radical recorte de costes – que lleva un trimestre de adelanto sobre lo previsto, según el CEO – y dar un viraje controlado a la herencia recibida. No puede renunciar de la noche a la mañana a ninguna de sus líneas de negocio, pero pone el énfasis en que el perfil de BlackBerry será más el de una empresa de servicios y software a gobiernos y empresas.

Pero la realidad es que los dispositivos representan todavía un 37% de su cifra de negocios, y la reputación de su software empieza a palidecer ante la embestida de marcas como Apple, Samsung y LG. En el cuarto trimestre, vendió 3,4 millones de blackberries, pero de ese volumen sólo 1,1 millones fueron de los modelos lanzados en los últimos doce meses. Sin llegar a reconocer que el sistema operativo BB10 ha fracasado, el nuevo CEO ha dado órdenes para reanudar la producción de smartphones con el viejo (y, por lo que se, preferido) BB7.

Hablando con analistas, Chen admitió que se daría por contento con no seguir perdiendo dinero en la venta de hardware. Es su manera de decir que no busca recuperar los buenos tiempos, sino tan solo achicar la empresa y resignarse a jugar un papel periférico en el mercado. Este es el significado del acuerdo firmado con Foxconn – célebre, entre otras causas menos nobles, por ser el principal contratista de fabricación de Apple – para que durante los próximos cinco años diseñe, produzca y se ocupe de la logística, de los nuevos dispositivos de la marca BlackBerry.

Es el diseño – de inocultable inspiración financiera – de un plan que pone énfasis en la defensa de lo que queda de BlackBerry en relación con las empresas, y en explotar el sistema operativo QNX, que sigue otorgando licencias a la industria automovilística. Al final de este repliegue ordenado, la compañía canadiense quedaría vestida decentemente para una boda concertada, y los accionistas restantes – esencialmente, el fondo buitre Fairfax – se resarcirán de su paciencia.


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