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  18/03/2016

Con la eSIM, quién gana qué

Los usuarios tardarán en darse cuenta, y puede que ni siquiera les importe, pero el advenimiento de la eSIM – estandarizada por la GSMA – tendrá consecuencias, algunas inesperadas, para el mercado de las telecomunicaciones móviles. En principio, la tradicional tarjeta SIM [subscriber identity module] no cambia en su condición física, pero da un paso más en su periódica reducción de tamaño. Libera espacio en el interior de los dispositivos móviles, que podrían ser aún más finos si sólo dependiera de este factor, y facilita que otros nuevos, inicialmente los wearables, tengan conectividad autónoma. Otro fruto de la miniaturización y otro avance del software sobre las funciones del hardware.

Por algo la sigla añade la letra e, inicial de embedded: las funciones que actualmente presta una tarjeta física (removible) podrían, si se dieran ciertas condiciones, ser asumidas por el software embebido en esa pieza diminuta. Aunque la innovación nace de la necesidad de los operadores de meter baza en el mercado del Internet de las Cosas (IoT), algunos se resisten a traducir embedded por embebida: si por ellos fuera, se llamaría SIM remota. Esto también tiene una historia.

Desde que, en 2011, Apple registró una patente para crear una plataforma virtual que, eventualmente, dejaría en manos de un fabricante de móviles la posibilidad de arbitrar a qué red estaría adscrito el dispositivo, la sospecha ha estado presente en el ánimo de los operadores. Y se acentuó cuando, en 2014, la propia Apple lanzó (sólo en Estados Unidos y Reino Unido) su propia tarjeta SIM, preinstalada en sus tabletas para dar al usuario la posibilidad de elegir operador desde el dispositivo.

¿Por qué no imaginar que Google, con su ilimitada ambición, pretendiera hacer lo mismo en el futuro? ¿Por qué se abstendría Samsung, líder del mercado mundial de smartphones, dar un paso al frente con un nuevo modelo de negocio? En las negociaciones sobre el nuevo estándar, se ha conseguido eludir los eventuales conflictos entre fabricantes y operadores; estos, de hecho, han logrado preservar sus prerrogativas, que por otra parte son materia de regulación. Al final, la solución adoptada deja las cosas en un estado similar a aquel en el que estaban: evita la temida intromisión de otros actores.

Con el nuevo estándar, parece claro que el futuro de IoT estará ligado a la tarjeta SIM integrada. Y los operadores son los primeros interesados en que el mercado se extienda con nuevos dispositivos que necesiten conectividad. Los wearables serán los primeros en llevar la nueva eSIM, como indica la Fase 1 acordada para su adopción. El próximo modelo del smartwatch de Samsung estará equipado con una eSIM, y es posible que Apple vaya este mismo año por el mismo camino. Habrá más aplicaciones cuando, en junio, se inicie la Fase 2. Un grupo de fabricantes de automóviles – General Motors, Jaguar, Renault Nissan y Volvo – han anunciado su apoyo al estándar con la perspectiva de incorporar la eSIM en sus coches conectados.

Como otro de los mañosos ejercicios de predicción acerca del mercado de IoT y aledaños, la consultora Smart Insights ha estimado que hacia 2020 entre 346 y 864 millones [el rango suena extraño] de dispositivos se venderán con eSIM incorporada cada año. Sólo se puede tomar nota.

Estas y otras cifras pueden ser más o menos voluntaristas, poco influyen. Pero de lo que no hay dudas es de que la eSIM traerá cambios en la cadena de valor del mercado de movilidad, empezando por la miniaturización de los chipsets. Ahora mismo, los proveedores de chips pueden negociar directamente con los fabricantes de dispositivos, y estos con los operadores, de modo que cada parte involucrada pueda ejercer su cuota de control sobre la relación con el usuario/cliente. La suscripción o perfil que el operador asigna a cada uno se descarga en el terminal mediante provisión remota, entregando los datos directamente en el dispositivo, a diferencia de la situación actual, en la que esa información se graba al fabricar la tarjeta.

El reparto de responsabilidades quedaría así: el fabricante del dispositivo puede elegir el proveedor de la SIM, y el operador escoger cómo provisionar remotamente los perfiles. En esto hay que distinguir tres procesos. En primer lugar, la generación del perfil, de la que se ocupa el suministrador tradicional de la tarjeta con base en sobre la base de datos de acceso a la red proporcionados por el operador. El perfil no estará en la tarjeta física, sino almacenado en una plataforma de software, en espera de una petición del e-UICC (embedded universal integrated circuit card) que lleva el dispositivo.

Antes de entregar el perfil al dispositivo, hay que cifrarlo. Este es el segundo proceso, que en teoría podría hacer cualquiera de los eslabones de la cadena, pero en la práctica los más preparados para esta tarea son las empresas que suministran SIM convencionales a los operadores. En tercer lugar, el usuario puede descubrir diferentes perfiles ofrecidos por distintos operadores: para este trabajo, que parecería destinado a alguna entidad independiente – con el fin de no contaminar la información con un sesgo comercial – se ha llegado a proponer una fórmula semejante al sistema de nombres de dominio.

¿Qué cambios estratégicos parecen esbozarse? Las operadores tienen la posibilidad de jugar un papel clave en el despegue de IoT, entre otras cosas ofreciendo ofertas empaquetadas para múltiples dispositivos con un solo contrato. Además, la captación de clientes se abrirá a nuevas formas, con promociones que induzcan a activar el servicio con sólo escanear un código QR. Un usuario con múltiples dispositivos vinculados a un mismo operador, tenderá a ser más fiel a este.

Los consumidores podrán seleccionar y cambiar de operador mucho más fácilmente, rastreando la tarifa más conveniente. Esto podría debilitar la posición del operador en la cadena de valor, si los usuarios descubren que pueden pedir más libertad de movimiento y rechazan con más ahinco las cláusulas de permanencia. Es probable, sin embargo, que los cambios sean más intensos en las fórmulas de prepago, mientras que la satisfacción con la experiencia serviría para retener clientes de contrato.

En rueda de prensa durante el reciente Mobile World Congress, Pedro Gil Morales, de la unidad global de terminales de Telefónica, anticipó los planes del grupo, cuyo primer «caso de uso» será, durante el próximo trimestre, el lanzamiento en Alemania de un smartwatch, a la sazón el Gear S2 Classic, de Samsung, dotado de tarjeta eSIM fabricada por Gemalto y apoyándose en Giesecke & Devrient que suministrará su sistema de gestión remota AirOn. La experiencia se extenderá posteriormente a España.

Otro de los aspectos en los que repercutirá indirectamente la eSIM será la red de tiendas de los operadores. Sería lógico que su número se reduzca, para adaptarse a las nuevas circunstancias. Al mismo tiempo, habría cierto riesgo de perder el trato directo con los clientes.

En lo que concierne a los fabricantes de dispositivos, aparte de la liberación de espacio en los terminales, podrían aprovechar para acercarse más al consumidor, una relación que hasta ahora han guardado celosamente los operadores. El reducido club de proveedores de SIM conservará su papel en la generación de perfiles y la seguridad del proceso. Habrá muchos servicios que deberán rediseñarse, como el proceso de comunicación del PIN, y los fabricantes de tarjetas estarán en primera fila para ocuparse de esta función.

En cuanto a la posible integración en el chipset, entrarían en juego otros actores. Eloy Fustero, responsable de Qualcomm en España, no descarta ninguna opción: de cómo evolucione la SIM virtual, cómo reaccione el usuario y cómo se mueva el mercado, dependerá que esa tarjeta virtual esté en la placa base, en otro sitio o integrada en el chip, explicó a este blog. «Lo que en Qualcomm hemos integrado tradicionalmente ha sido aquello que es fundamental por defecto para desarrollar un teléfono; la mejor forma de optimizarlo en prestaciones, seguridad o consumo de batería es integrarlo dentro del chip».

La nueva eSIM «tiene un potencial ilimitado de crear nuevos modelos de negocio – opina Santiago Tenorio, director global de tecnología de redes del grupo Vodafone – porque la posibilidad de exportar la conectividad entre dispositivos es una incógnita apasionante». Parece sólo cuestión de tiempo que aparezcan plataformas que contraten servicio con varios operadores y lo ofrezcan como producto al usuario final, cambiándole dinámicamente la red en función de tres factores clásico: cobertura, velocidad y precio. ¿Acaso no es lo que está experimentando Google con su proyecto Fi? Entre la red de datos y la conectividad WiFI, el terminal decide cuál es la más rápida en cada momento, y se conecta a ella. En fin, que aunque los operadores han sorteado un arrecife, les aguarda una navegación por aguas turbulentas.

[informe de Pablo G. Bejerano]


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