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  2/12/2015

Un mundo regido por algoritmos (según Gartner)

Hay mucha gente convencida de que la economía mundial gira en torno a los datos. Peter Sondergaard, VP senior de Gartner, es uno de ellos, pero con este matiz: «los datos son esencialmente tontos, y no valen de mucho si no se acierta en el modo de explotarlos». El matiz cruza la linde de la discrepancia cuando añade: «el valor real de los datos no reside en ellos sino en los algoritmos que permiten interpretarlos para ponerlos en acción». La ponencia de Sondergaard en la apertura del simposio ITXpo, que Gartner ha reunido en Barcelona, giró en torno a esta tesis: «la transformación digital no consiste en preguntarse qué quieren los clientes sino en comprender qué hacen los clientes».

Peter Sondergaard

Peter Sondergaard

Durante años, el simposio ITXpo de Gartner ha puesto en escena los temas del momento: medios sociales, cloud computing, movilidad, sucesivos motores de las iniciativas digitales y de la inversión en T.I. En la edición 2015, ha tirado de otra metáfora socorrida (´Big Data es el petróleo del siglo XXI´) pero sólo para enmendarla: el petróleo por sí mismo, sin refino, no mueve motores. Para transformarse digitalmente, las empresas tendrán que hacer mucho más que dejarse llevar por los eslóganes sobre Big Data: «cualquiera puede recopilar datos y almacenarlos; cuantos más sean, mayor será el problema; otra cosa es conseguir que esos datos adquieran sentido y sirvan para conectar puntos dentro de las organizaciones para transformarlas desde dentro».

El argumento se apoya en ejemplos. Así como en el pasado Coca Cola basó su éxito en una fórmula secreta – el mejor símil de algoritmo para aquella época – Google debe su existencia y el 90% de sus ingresos al algoritmo PageRank, que hace funcionar su buscador [recientemente actualizado por BrainRank] y lo mismo puede decirse del motor de recomendación de Amazon. Entre los modelos, Sondergaard incluyó a Netflix, que construye su oferta de vídeo con base en algoritmos que analizan en tiempo real el comportamiento de la audiencia. Por otra parte, el verdadero invento de Uber no sería la ´economía colaborativa` sino un algoritmo que asigna los servicios y regula constantemente su precio en función de múltiples factores relacionados con la oferta y la demanda. Aprovechando que entre el público había representantes de la banca, el ponente les dedicó este detalle: los algoritmos son el verdadero enemigo, la primera causa del fenómeno fintech, que tanto les preocupa.

O sea: algoritmos, no apps. Porque las apps, que muchos ven como lo último de lo último, son una etapa pasajera: perderán importancia hacia 2020. Dice la tesis de Gartner que para entonces habrán sido eclipsadas por los asistentes virtuales [las próximas generaciones de Siri, Cortana, Google Now y otros], que no son sino algoritmos residentes en la nube. Estos asistentes virtuales canalizarán el 40% de las interacciones móviles. La consultora pregona la llegada de la ´era post-app`, en la que la tecnología de los algoritmos trazará inferencias acerca de las personas, los contenidos y sus contextos para que, basándose en ellas, los asistentes virtuales puedan predecir las necesidades de los usuarios incluso más allá de la voluntad de estos.

En otro momento de su predicación, Sondergaard explicó a la audiencia – casi 5.000 directivos de empresas europeas que pagaron un canon elevado por asistir – que «dentro de cinco años, 1.000 millones de nuevos dispositivos se conectarán online cada hora, participando de la creación de miles de millones de interacciones regidas por algoritmos». En consecuencia, el volumen de datos almacenados globalmente pasará de 39 millones de terabytes a más del doble, 89 millones en 2019. Pero esto no es lo asombroso del discurso de Sondergaard, cabeza visible de un equipo global de analistas.

En distintas sesiones del simposio se puso de manifiesto que una revolución de tal magnitud no sería sostenible con las actuales estructuras de T.I, debilitaría los modelos de negocio vigentes y haría tambalear el papel de los CIOs que no estuvieran a la altura.

Una encuesta de Gartner entre casi 3.000 CIOs de 84 países revela que estos esperan tres impactos principales: más ingresos (66%), mayor peso de los canales digitales (48%) y nuevos tipos de partnership (37%). Algunos, los más innovadores, ya están desbrozando el camino: más que la propiedad de los recursos, lo importante será llevar a sus últimas consecuencias las interacciones, abriéndolas fuera de los límites de las propias organizaciones.

Lo bueno de los algoritmos es que no cuestan un dineral: pueden ser piezas de código genéricas que se encuentren en el dominio público – especialmente en papers universitarios, cada vez menos ingenuos – pero precisamente por eso requieren que se dedique tiempo a modificarlos en función de necesidades específicas. Al mismo tiempo, necesitan fluidez en su adaptación, entre otras razones porque los datos cambian y las fuentes mucho más.

El concepto de valor sobrevoló en muchas sesiones paralelas del simposio. En su keynote, Sondergaard se preguntó retóricamente cómo podría calcularse el valor de las relaciones con 3.000 millones de usuarios de smartphones, o el que podría generarse gracias al acceso a 30.000 millones de objetos conectados. «Si el único diferencial del que ustedes disponen son los datos, entonces tendrán un problema serio», les aleccionó.

Daryl Plummer, también VP de Gartner [pero no senior], introdujo algunas variables: «es justo llamar valor al conocimiento que se adquiere o a la relación de confianza que se logra establecer […] porque, al fin y al cabo, valor es aquello que se obtiene de los clientes o de los ciudadanos; cuanto mayor sea la densidad de las conexiones, más alto será el valor potencial».

Como ya había hecho en la edición estadounidense de ITXpo, Sondergaard aventuró que el mundo está dando los primeros pasos hacia una ´economía algorítmica`. Para que esta tendencia se materialice, hará falta crear mercados donde comprar y vender algoritmos: «no es descabellado imaginar un movimiento en el que circulen millones de algoritmos que, tomados individualmente, representarán distintas soluciones para cada problema. Así como las apps han revolucionado las interacciones entre humanos y máquinas, los algoritmos cumplirán el mismo rol en las interacciones de máquina a máquina.

De este tema se ocupó Plummer: reconoció que sería ingenuo esperar que las empresas abran a terceros sus códigos relativos a aplicaciones y procesos críticos, pero se puede tener una razonable confianza en que acabarán convenciéndose de la utilidad de compartir algoritmos que, en un contexto comunitario, multiplicarían su valor. De hecho, la gran mayoría de los algoritmos que se crean tienen su origen en el movimiento open source.

Como es habitual por estas fechas, Gartner ha dejado entrever sus estimaciones sobre el gasto en TI del año entrante. Globalmente, debería alcanzar los 3,6 billones de dólares [trillones americanos], cifra que representaría sólo el 1,5% de incremento sobre los datos provisionales de 2015. Por lo que se ve, tras la reiteración durante varios años de ratios de crecimiento modestas o negativas, lo menos que puede hacer un consultor es echarle imaginación al futuro.


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