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  26/06/2020

El viento regulatorio sopla sobre la App Store

WWDC, la conferencia anual de Apple para desarrolladores, ha sido en 2020 atípica y no sólo por la crisis sanitaria. La pandemia ha obligado a que el encuentro se celebrara sin público, cuando siempre ha atraído multitudes. Por sobre otros asuntos, ha destacada una antigua polémica, relacionada directamente con la estrategia de la compañía: el tratamiento que reciben los creadores de aplicaciones, no todos millonarios, por las reglas de la App Store. Ha pesado mucho la coincidencia entre sendas investigaciones, una de la Comisión Europea y otra del departamento de Justicia de Estados Unidos, que tienen en el punto de mira las prácticas de la tienda online de Apple, presuntamente monopólicas.

No ha sido este, desde luego, el único asunto importante de la WWDC, pero sí el más polémico. La coincidencia transatlántica es llamativa por excepcional. En Bruselas, el equipo de la comisaria Margrethe Vestager analiza la capacidad de Apple de lesionar la competencia controlando las aplicaciones que pueden descargar los usuarios de dispositivos iOS, así como la puesta en práctica de esa capacidad. El expediente parte de una  denuncia de Spotify Music contra el servicio Apple Music.

Adicionalmente, preocupa que Apple Pay sea el método de pago obligatorio y que la función inalámbrica NFC esté reservada en exclusiva para este servicio de Apple. Más madera para los muchos encontronazos que la compañía ha tenido desde 2012 – gobernaba Obama, no Trump – con el departamento de Justicia. El último, es la autorización del Tribunal Supremo al DoJ para investigar a Apple en un caso antitrust en junio del año pasado.

Imperturbable, la posición de la empresa que dirige Tim Cook es una defensa cerrada de lo que describe como su ´ecosistema`. “La App Store no es un monopolio en ninguna de las métricas aceptadas [..] Estamos   orgullosos de haber creado la plataforma más segura y fiable para los usuarios y una gran oportunidad de negocio para los desarrolladores de todo el mundo”. Y así todo.

En este contexto, con el deseo de enfriar la polémica, Apple ha cedido una pizca. En la WWDC de esta semana ha anunciado que los desarrolladores tendrán pronto [lo que quiere decir que no lo tenía previsto algo tan sencillo] un mecanismo  para quejarse y contrastar sus argumentos con las reglas de la App Store. También ha comunicado que no volverá a retrasar la solución a los bugs que encuentre en la tienda online; sólo lo hará – advirtió – cuando haya problemas legales de por medio. Esta aclaración se relaciona con la polémica sobre el bloqueo a la aplicación de mail HEY para resolver fallos detectados.

En su momento, Apple denegó la posibilidad de actualizar HEY porque incumplía con una regla de la App Store: cobraba a los usuarios de su app sin pasar por Apple Pay, evitando así que el gigante de la manzana se quedara con el 30% de comisión. No es, ni mucho menos, la primera vez que ocurre algo semejante, pero esta vez los ánimos venían caldeados y se da la circunstancia de que HEY es una app de perfil alto, cuya función ha atraído la atención de muchos directivos de empresas y no sólo de los geeks de costumbre.

En este cuadro, Yale Law Journal ha publicado un paperThe Antitrust Case Against Apple cuyos autores denuncian que Apple abusa de su poder sobre la tienda de aplicaciones al obligar a los desarrolladores a cederle un porcentaje tan significativo de los ingresos que generan sus apps. El mero hecho de que se publique el artículo no es baladí: cuando la mismo revista jurídica señaló la actitud monopolista de Amazon al usar datos de los vendedores de su marketplace para competir con ellos, marcó un hito en la vigilancia que se ejerce sobre el gigante del comercio electrónico.

No se puede olvidar que Google cobra el mismo porcentaje (30%) a los desarrolladores en su Play Store, con la salvedad de que su sistema abierto permite usar distintos mecanismos de pago o reconducir a los usuarios para registrarse desde cualquier lugar. Uno de los argumentos del Yale Law Journal es el progresivo interés de Apple por competir en nuevas categorías: la música, el vídeo por streaming o los videojuegos: actuaría así como juez y parte dentro de la App Store. Por consiguiente, los servicios de terceros compiten en desigualdad frente a los suyos, que para empezar no pagan el diezmo del 30%.

Si, como se ha dicho, los ánimos ya estaban caldeados antes del caso de HEY es porque este ha sido la punta del iceberg. Probablemente existen muchos desarrolladores anónimos con cabreos parecidos y reclamaciones idénticas. También los hay con nombre y renombre: Mark Zuckerberg ha sido uno de los últimos en advertir que “con la App Store hemos topado”, cuando la app de Facebook Gaming ha sido rechazada cinco veces.

En cada respuesta, Apple cita la regla sacrosanta que prohíbe las aplicaciones cuyo principal propósito sea distribuir juegos para jugadores casuales. Facebook lanzó su software en abril, en coincidencia con el aislamiento por la pandemia, pero la app no está disponible para los usuarios de iOS. Es obvio por qué Apple le cierra las puertas de su tienda: Facebook competiría con los videojuegos de la casa, que casualmente son su categoría de aplicaciones más lucrativa.

Microsoft ha ido un paso más allá que Facebook. El presidente (y antiguo director jurídico) de la compañía, Brad Smith, sostiene en público que “algunas tiendas de aplicaciones” crean barreras más severas que aquellas por las que Microsoft fue declarada culpable del monopolio de Windows hace 20 años. Smith aboga por un debate centrado sobre la naturaleza de las tiendas de aplicaciones, sus reglas, precios y sus servidumbres. Estas alegaciones se justifican mientras que las suscripciones a Office 365 están hechas a través de las apps de iOS están sujetas al 30% de comisión. A esto se añade otro hecho: Apple impide el lanzamiento de los servicios de cloud gaming de Microsoft en el iPhone y el iPad.

Hay excepciones o al menos un recoveco. Algunas aplicaciones obtienen la categoría de ‘Reader’, de tal forma que la App Store aprueba que los usuarios puedan acceder desde ellas al contenido por el que han pagado en otro sitio. En este caso, las apps no están obligadas a ofrecer que el usuario se suscriba a través de iOS. Pero algunas de las que tienen esta categoría  la han obtenido a base de echarle  un pulso que, por descontado, no gana cualquiera. Por ejemplo, Netflix, que se negó a seguir pagando el 30% por nuevos suscriptores procedentes de iOS, y Amazon Prime Video, que ha luchado por la misma excepción. Este era el telón de la denuncia de Spotify relacionada con la música y los podcast.

Aparte de su cauteloso anuncio en la WWDC para frenar el escándalo, la defensa de Apple ha consistido en publicar oportunamente un estudio sobre la riqueza que genera la App Store, elaborado por la consultoría Analysys Group.

Este informe apunta que la tienda registró ventas por valor de 519.000 millones de dólares a nivel mundial en 2019. Más del 85% de esa cifra correspondería a terceros, se trate de desarrolladores o empresas. La venta de bienes y servicios físicos acaparó 413.000 millones de dólares, mientras que la facturación de digitales fue de 61.000 millones. Quedan otros 45.000 millones de dólares, que corresponden a venta de publicidad.

Con este resumen de la estructura de ingresos de la App Store, Apple quiere poner de relieve la importancia de un mercado en el que circulan 2 millones de apps, está en 175 países y semanalmente recibe la visita de 500 millones de personas. Son precisamente estas dimensiones las que despiertan la suspicacia de los reguladores. Las reglas vigentes en esta plataforma se dictaron en 2008, un año después del nacimiento del primer iPhone, con una perspectiva de mercado muy diferente a la actual. Ni el omnisciente fundador podía en aquel momento imaginar que Apple competiría en algunas categorías que ahora son fundamentales para reducir su dependencia de las ventas de iPhone. Recurriendo a las hemerotecas, uno encuentra esta frase de Steve Jobs al presentar su producto estrella: “¿Quién sabe? Tal vez algún día [el iPhone] tendrá un mercado de 1.000 millones de dólares”.

No hay duda alguna de que Apple ha ayudado a infinidad de compañías a florecer gracias a la App Store. Pero gracias a ellas ha engordado su tienda e impulsado la venta de muchos millones de iPhones. Sin contar con que en 2019 la compañía ingresó 46.300 millones de dólares solo en servicios. Con los años, esta tienda de aplicaciones pionera se ha convertido en un mercado gigantesco, mucho mayor que sectores económicos enteros de cualquier país rico. Para hacerse una idea aproximada, la cifra de negocio que pasa anualmente por ese espacio es superior al 30 % del PIB español. No parece descabellado que alguien pretenda una revisión de sus reglas.

[ informe de Pablo G. Bejerano]


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