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  23/04/2020

Facebook rebaja la ambición de su cibermoneda

No es propio de Mark Zuckerberg echarse atrás. Cuando toca  rectificar, lo hace de tal manera para que todos entiendan que no renunciará a perseguir el objetivo final. Facebook, a través de la asociación creada para gestionar la puesta en marcha de su moneda digital, ha descafeinado el proyecto inicial hasta dejarlo en algo que se parece más a PayPal que a Bitcoin. Los aspectos más ambiciosos han sido recortados como  respuesta a las objeciones de los reguladores y enjugar el varapalo que Zuckerberg sufrió en su aparición ante el congreso de su país. Algo habrán pesado los precedentes del uso incorrecto de datos personales y de desinformación. Pero, ¿será sólo un repliegue táctico?

Mark Zuckerberg

Esto es lo sugiere lo escrito en Twitter por David Marcus, cabeza visible del proyecto Libra. Ratifica enfáticamente que Facebook seguirá adelante tras haber modulado su plan, pero la realidad muestra que este degrada elementos centrales del planteamiento inicial, para así someterse a las reglas y procedimientos del sistema financiero. Para justificar el movimiento, Marcus se escuda en el argumento de que Libra no debería servir de atajo a actividades ilícitas. Pero insiste: los cambios no suponen que Libra se sacrifique ante las fuerzas de mercado.

En junio del año pasado, al presentar Libra como moneda digital global, Marcus subrayaba tres características: 1) su valor estaría vinculado a una cesta de monedas del mundo real, 2) estaría basado en la tecnología blockchain para registrar cada transacción y 3) ningún actor – ni Facebook – podría cambiar el consenso tácito (permissionless consensus) en que se funda.

De estos tres principios básicos, la nueva encarnación de Libra abandona el primero y el tercero; en cuanto al segundo, sin renunciar a su afinidad con blockchain, promete una gobernanza centralizada. En la práctica, viene a reconocer la capacidad sancionadora de las autoridades nacionales, que no es asunto menor. Tanto es así que Libra (la asociación) ha solicitado al regulador suizo de mercados financieros (FINMA) una licencia para operar como sistema de pagos, que a priori sería validada automáticamente por una veintena de reguladores. Este viraje ha sumido en la decepción a la amalgama de ciberpunks y activistas antisistema que creían haber encontrado en Facebook un aliado para sus propósitos.

Otra novedad importante es que, junto a la idea matriz de creación de  una moneda digital [≋LBR], la asociación se muestra dispuesta a adoptar adicionalmente múltiples stablecoins [USD; EUR; GBP; SGD;…] cuyo valor estaría vinculado – y sería canjeable por – las respectivas  monedas fiduciarias respaldadas por los bancos centrales. Este es probablemente el cambio más notable en la actualización del white paper fundacional. Libra declara su disposición a actuar como plataforma de activos monetarios con respaldo fiduciario, algo que obviamente sólo podría hacer con autorización del emisor. Por ejemplo, “si un banco central desarrollara una representación digital del dólar, el euro o la libra [británica], la Asociación podría reemplazar su propia moneda por ese instrumento digital de naturaleza bancaria”. Lejos, muy lejos, de aquella noción de dinero privado que circularía al margen de las regulaciones establecidas.

Para alcanzar el grado de respetabilidad que Facebook busca, se echan en falta detalles relevantes, como las previsiones en materia de auditoría y de privacidad. La prosa de Marcus no aclara gran cosa: “vamos a continuar  trabajando colectivamente para permitir que usuarios y empresas puedan enviar y recibir dinero con alcance global tan fácilmente como enviar un texto, a mucho menor coste”. ´

Entretanto, el consorcio que David Marcus había logrado reunir en torno a Facebook está mermado: de los 28 miembros iniciales, 8 se han dado de baja, entre ellos Mastercard, Visa, eBay, PayPal y Vodafone. Aunque, potencialmente, los cambios podrían facilitar la incorporación de bancos, quizá con el señuelo de encargarles la gestión de las reservas de Libra. Porque la asociación no es una institución bancaria ni aspira a serlo.

¿Ha dado Facebook un paso atrás? La idea inicial, que a muchos les habrá parecido genial, era esta: con 2.800 millones de usuarios, el 36% de la población mundial, Facebook parecía reunir inmejorables condiciones de poner en órbita una moneda de alcance global. Esta escala, a diferencia de la volatilidad del bitcoin y de otras criptomonedas, aventureras, debería facilitar que Libra fuese aceptada como alternativa a las  monedas fiduciarias emitidas por los bancos centrales.

Pasa el tiempo y se transparentan las divergencias. Zuckerberg y Marcus – fichado por su experiencia como presidente de PayPal – tropezaron con la oposición de los reguladores monetarios y bancarios. La cuestión de fondo es que un gigante tecnológico tiene una escala que le da acceso a los datos personales de los usuarios, condición que le permitiría conmover el mercado de servicios financieros, recortando comisiones y monetizando la información. Según la consultora CB Insights, el crédito al consumo y al pequeño comercio representa unos 6 billones de dólares, mientras que los pagos digitales mueven otros 2,5 billones.

Ahí está la clave, pero las cifras grandiosas no cuentan toda la historia: los servicios financieros están en todas partes sometidos a regulaciones más estrictas que la mayoría de las otras industrias “disruptibles”. Ha ocurrido lo que se temía: a ambos lados del Atlántico, legisladores y reguladores acogieron el anuncio de Facebook como una amenaza para sus políticas contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo. Mientras Libra tomaba cuerpo (es un decir), los críticos se cargaban de razones.

Tampoco parece que la opinión pública esté muy ansiosa por pagar con monedas digitales. Una encuesta del Official Monetary and Financial Institutions Forum en 13 países ha constatado que en las economías  desarrolladas prevalece una “muy baja confianza en las compañías tecnológicas [mientras que] en las emergentes la actitud es menos hostil [pero] como balance una mayoría global declara que no confiaría en el dinero digital emitido por un buscador (sic) o por una red social”. La mayor dosis de escepticismo europeo se registra en Alemania, Francia y Reino Unido [España no figura en la muestra]. Al parecer, India sería el país más predispuesto a utilizar dinero digital y, curiosamente, Estados Unidos está entre los menos entusiastas.

En todo caso, el anticipo de una futura moneda digital precipitó la necesidad imperiosa de opinar sobre un asunto desconocido y hermético. Los inversores recibieron la novedad con una mezcla de curiosidad y escepticismo, mientras los responsables de las políticas monetarias anticipaban que las cibermonedas no serían bienvenidas mientras no existiera un marco legal suficiente para contrarrestar sus riesgos. Dicho de otro modo, el patrocinio de un gigante como Facebook no las hacía más legítimas sino más alarmantes.

Los bancos centrales se pusieron a estudiar si una forma de frenar al advenedizo pudiera ser la emisión de su propio dinero digital bajo control institucional. Suiza, Canadá, Singapur y Suecia se lo plantearon seriamente, pero bastó que China declarara su interés en un presunto yuan digital para abrir la caja de los truenos. Mark Zuckerberg fue citado en el Capitolio en octubre y es probable que saliera convencido de que tendría que alterar el proyecto y frenar las ínfulas de Marcus.

En el nuevo enfoque de Libra es posible rastrear la influencia de Mark Carney, hasta hace meses gobernador del Banco de Inglaterra. Conviene recordar que mientras se lo pensaba, Zuckerberg pasó medio día con Carney gracias a la mediación de Nick Clegg, ex viceprimer ministro británico y hoy directivo de Facebook. Poco después, Carney haría pública su hipótesis de una “moneda digital sintética” que podría ser emitida colectivamente por los bancos centrales como instrumento de reserva y eventual sustituto del dólar en las transacciones comerciales.

El intelecto que albergan los bancos centrales se puso a debatir cómo defender la soberanía monetaria que es su razón de ser. El Banco Internacional de Pagos (BIS, en su sigla inglesa) que reúne a 60 bancos centrales, hizo un análisis concienzudo de las hipotéticas CBDC (Central Bank Digital Currencies). Su primer atributo debería ser el traslado de la seguridad y conveniencia del dinero contante y sonante a los sistemas de pagos peer-to-peer, lo que requeriría resiliencia y accesibilidad, además de garantizar la privacidad del usuario y el cumplimiento de la ley. Sobre este principio elemental, contempla distintos diseños, sin decantarse por si la infraestructura debería ser convencional o distribuida.

En todos los análisis institucionales, la intermediación seria permisible sólo bajo licencia otorgada por los bancos centrales. Con una clara línea roja:  no debería tolerarse ninguna emisión privada de moneda digital que adquiriera rasgos fiduciarios. La suma de circunstancias adversas han propiciado la remodelación del proyecto Libra, de momento matizada por Marcus. Zuckerberg no ha vuelto a hablar en público del asunto, pero es evidente que no ha renunciado a su objetivo básico. A saber, disponer de un instrumento para que Facebook se inserte como protagonista en las corrientes futuras del comercio, que necesariamente será electrónico.


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