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  5/07/2019

IoT, oportunidad para Europa a condición de …

La buena noticia es que Europa está bien posicionada para desarrollar servicios y aplicaciones de IoT y para sacar provecho en beneficio de su economía. La (casi) buena es un prerrequisito: antes habrá que armonizar la legislación en toda la UE y evitar la dispersión normativa. Tal fue la conclusión de una conferencia en Bruselas que Stefano Gastaut, director de IoT de Vodafone Business sintetiza así: “es urgente contar con un marco regulatorio que sea a la vez ambicioso y coherente”. Su ausencia es un obstáculo porque tanto la normativa europea como las nacionales están pensadas para las comunicaciones humanas y es incierto cómo deberían aplicarse esas reglas a los dispositivos IoT.

Estados Unidos y China están haciendo enorme progresos en la tecnología relacionada con IoT, mientras que Europa – donde abundan las iniciativas y casos de uso – podría verse rezagada sin ese marco normativo común. La aplicación de reglas dispares en los Estados miembros puede provocar que la comunicación entre dispositivos embebidos en “cosas” no sea fluida cuando atraviesan las fronteras interiores de la Unión Europea. Esta afirmación se recoge en el  prolijo informe A new IoT regulatory framework for Europe”.

Otro de los problemas que identifica el documento es el tratamiento diferente que se aplica a distintas tecnologías como la conexión vía radio, a través de NB-IoT o LTE-M, con otras también inalámbricas pero que no tienen necesidad de licencia, como WiFi o Bluetooth. Algunos países dan preferencia explicita a las tecnologías no celulares mientras que otros son partidarios de aquellas que utilizan el espectro licenciado y por el que los operadores han pagado sumas que en algunos casos han sido cuantiosas.

Por otro lado, la todavía escasa adopción de prácticas exitosas y el poco apego a poner estrictas medidas de seguridad, son factores que lastran la confianza de los usuarios en las ventajas que para ellos podrían aportar los usos de IoT.

Es evidente que IoT puede alcanzar dimensiones difícilmente estimables. IDC, por ejemplo, estima que sólo en el sector de consumo el mercado mundial alcanzará 108.000 millones de dólares. Una proliferación anárquica de accesorios de consumo conectados ha provocado advertencias desoídas. El automóvil es otra pieza central entre los múltiples sectores de actividad que abarca la difusa definición de IoT. Según la consultora Analysys Mason es ahora el sector con mayor número de dispositivos conectados y ese predominio se reforzará en los próximos ocho años.

Esta variedad de sectores a cubrir enfatiza la necesidad de contar con un enfoque multisectorial de amplio espectro, señala el documento promovido por Vodafone Business. También debería cubrirse una amplia variedad de tecnologías de conectividad asegurándose de que sean neutras desde el punto de vista normativo. En la actualidad no faltan normativas, sino lo contrario: abundan tanto que las empresas no saben a qué atenerse cuando se les presentan necesidades concretas.

La discusión que dio lugar a este informe, celebrada en Bruselas a finales de abril con presencia de representantes de diversas industrias, identificó múltiples obstáculos para que en Europa se  desarrollen numerosas aplicaciones de IoT. Se considera que, en general, la situación legislativa existente no es un intento deliberado de blindar al consumidor – cuando se compara con la más liberal en Estados Unidos y China – pero está mal diseñada.

En concreto, se señalan incertidumbres en la aplicación de las reglas que, concebidas para las comunicaciones interpersonales, no son adecuadas a las máquinas. Las normas existentes en los Estados miembros, cuando existen, son incoherentes a escala comunitaria y carecen de neutralidad tecnológica. Un prolijo análisis legislativo muestra que esas regulaciones son demasiado complejas, con tendencia a ser inaplicables.

El informe concluye con una serie de principios que considera deberían seguirse en los dispositivos IoT, siempre consistentes con los Tratados de la UE. En primer lugar, se debería respetar el principio de proporcionalidad y evitar la incertidumbre sobre la aplicación de las reglas Un segundo aspecto concierne a la unificación de las reglas en vigor, no sólo en tanto su armonización colectiva, cuanto al delicado asunto del suministro de productos entre países. Un tercer aspecto trata de las dudas que existen acerca del respeto real de la neutralidad tecnológica y, por tanto, el recelo ante la proclamada innovación.

La adopción de estos principios, se argumenta, permitiría que las empresas europeas tuvieran más confianza en que sus experiencias y desarrollos con IoT no se varán obstaculizados en los próximos años por la evolución de las normas y los procedimientos administrativos. Es un tema crucial, no un capricho de juristas: muchas empresas extracomunitarias están acelerando su presencia en el mercado de dispositivos IoT, pero las europeas – aun estando muy bien preparadas tecnológicamente – sufren el consabido síndrome de incertidumbre.

Este informe llega poco después de la publicación del Barómetro 2019 de IoT. En su sexta edición, se observa una significativa aceleración en la adopción del Internet de las Cosas. “El número de compañías que usan IoT es de un tercio (34%) y la importancia y valor de sus proyectos ha aumentado”, señala Stefano Gastaut en la introducción.

Las compañías, subraya el directivo de Vodafone, están viendo los beneficios que les aporta IoT, lo que se traduce en el número y tamaño de sus proyectos. Esos beneficios van desde la reducción de costes hasta el aumento de la seguridad, o desde una mayor responsabilidad empresarial en los productos a la generación de nuevos ingresos. De todo hay, como es natural, pero las empresas que más se han comprometido son aquellas que están obteniendo esos beneficios. No faltan las que queman etapas con la compra de productos y soluciones estandarizadas.

“El futuro de IoT es excitante”, proclama Gastaut. Lo que no significa que sea un campo reservado a las startups o a las empresas más innovadoras. En la práctica, la mayoría de los proyectos no son a priori espectaculares ni especialmente sofisticados. Muchas veces se trata de pequeñas mejoras en las cadenas de desarrollo, suministro o comercialización existentes, con la peculiaridad de que, al sumarse, alcanzan resultados relevantes.

En los seis años de existencia del Barómetro IoT de Vodafone, se ha pasado de un grado de adopción cercano al 12% (2013) al 25% (2015) y al 29% (2017). El año pasado ha sido el de mayor crecimiento, llegando al 34% que indica el gráfico. Lo que sin duda obedece a la disponibilidad de más plataformas y a formas más efectivas de conexión de los dispositivos.

También ha aumentado el grado de confianza: lo dice el 84% de los encuestados. El 45% de las empresas que han adoptado proyectos IoT lo hacen a escala internacional. En el 76% de los casos, se considera que esos proyectos abordan problemas críticos para la empresa y llama la atención que el 8% asegure que el futuro de su negocio es casi enteramente dependiente de IoT.

Por otro lado, sin espacio más ser más exhaustivos en el análisis de este barómetro, hay que consignar que la inmensa mayoría de las empresas que han abordado proyectos IoT, un 95%, asegura haber obtenido algún tipo de beneficio; cerca de la mitad considera satisfactorio el retorno de la inversión, especialmente en lo que respecta a la reducción de los costes operativos.

Enlazando con la primera parte de este post, el barómetro 2019 indica que las empresas norteamericanas son las que más intensamente apuestan por IoT, pasando en sólo un año del 27% al 40%. Europa no corre a mucha distancia – y según los expertos convocados por Vodafone tiene un gran porvenir – pero no actúa coordinadamente en el terreno regulatorio.


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